Lecturas
La que sigue es una historia dolorosa y triste. Si yo fuera usted, no la leería.
Corre el año 1947 y el gran músico cubano Arsenio Rodríguez, renovador del son y uno de los creadores de la salsa, graba en el Centro Hispánico de la Música, en Nueva York, cuando Miguelito Valdés le transmite una noticia esperanzadora.
El autor de Bruca Maniguá y Hay fuego en el 23, entre otras 200 melodías, tiene 34 años de edad y es ciego desde los siete u ocho. En Güines, donde se instaló su familia, jugaba en la calle con un amiguito cuando un caballo lo pateó en pleno rostro. La sangre corrió en abundancia y se impuso removerle el ojo izquierdo con la intención de salvarle el derecho. Ni modo. A los pocos meses el niño estaba totalmente ciego.
En un intermedio de la grabación, Miguelito le habla a Arsenio sobre el doctor Ramón Castroviejo, prestigioso oculista español radicado en la ciudad que desarrolla una técnica quirúrgica para el trasplante de córnea, procedimiento novedoso que inserta la córnea de un fallecido en el globo ocular de una persona con daños irreparables en sus ojos. Unos diez años antes el especialista había instado a la opinión pública norteamericana a la donación de ese órgano y la acogida a su llamado se había traducido en la creación de bancos de córneas.
El propio Miguelito conocía de una persona que se había sometido a la cirugía, con éxito. El inconveniente era que la operación costaba unos 25 000 dólares, que Miguelito pensó que podrían recaudarse con el baile que, con el nombre de Un rayo de luz, se convocó en el Hotel Diplomático con la actuación de las bandas de Machito y Marcelino Guerra y la presencia de Olga Guillot, Chano Pozo, Daniel Santos, Xavier Cugat, Miguelito Valdés… pero solo pudieron allegarse unos 5 000 dólares que incluían la recaudación de la taquilla y las donaciones.
Fue entonces que Arsenio y sus hermanos idearon presentar el show en Cuba. En Matanzas anunciaron el propósito de Un rayo de luz y en su pueblo natal el conjunto de Arsenio interpretó la pieza que le dedicara a Güira de Macurijes, que dice en su verso final: «Mi pueblo amado, mis ojos ansían verte una vez más». Hubo colectas, el dinero llovió de todas partes de la Isla y Arsenio y su comitiva pudieron regresar a Nueva York con 26 000 dólares en la bolsa.
Ya tenía programada una cita con el doctor Castroviejo que Machito le había arreglado. Dos días antes de la consulta la atractiva muchacha que le servía de guía en Nueva York se interesó por saber qué haría si el oculista le decía que su caso no tenía remedio. Respondió Arsenio:
—La realidad de la vida es nacer y morir. Nadie es enteramente feliz. Hay gente rica que no es amada. Yo no tengo vista, pero la gente me quiere.
Llegó al fin el día de la consulta. Toda una tropa acompañaba a Arsenio. Iban con él uno de sus hermanos, Chano Pozo, Olga Guillot, Miguelito… Castroviejo lo examinó con detenimiento. Sus conclusiones fueron un mazazo.
—Nada puedo hacer por usted. Nada puedo hacer por restablecerle la visión. El paso final de estos procedimientos es el trasplante de córnea, que se conecta con el nervio óptico. Su nervio está muerto. La córnea es como un bombillito… que, mientras el cable tenga corriente, puede cambiarse si se funde. Pero su cable está muerto.
Hizo el oculista una pausa y observó la reacción de su paciente. Agregó:
—En estos momentos la ciencia trabaja para restaurar el cable. Si se logra ese propósito, yo enviaré por usted… Ignora usted la cantidad de personas que me han pedido que le devuelva la vista, que no importa la cantidad de dinero que se necesite; ellos la recaudarán gustosos. Cuba lo quiere y quiere su vista restaurada.
Volvió Arsenio a la casa donde se alojaba y quiso tomar una siesta. Unos 30 minutos después pidió a su hermano que se le acercara con papel y lápiz. Dictó entonces:
«Después que uno vive 20 desengaños / qué importa uno más. / Después que conozcas la acción de la vida / no debes llorar. / Hay que darse cuenta que todo es mentira / que nada es verdad. / Hay que vivir un momento feliz, / hay que gozar lo que puedas gozar / porque sacando la cuenta en total / la vida es un sueño / y todo se va. / La realidad es nacer y morir, / por qué llenarnos de tanta ansiedad / todo no es más que eterno sufrir, / el mundo está hecho de infelicidad».
Si bien la letra de este bolero salió de un tirón, Arsenio Rodríguez demoró para crear la música. No la grabó hasta febrero de 1948. Otras piezas suyas muy recordadas y repetidas son la guaracha que tituló Sandunguera, el bolero Nos estamos alejando y los sones La yuca de Catalina y No me llores. Compuso, ya se dijo, unas 200 piezas cuyas grabaciones produjeron más de un millón de dólares en venta, dice Max Salazar en el ensayo que publicó sobre el músico en la revista Oasis salsero, y precisa: «Disfrutó la fama que le produjeron, pero nunca el dinero». Cuando falleció en California, el 31 de diciembre de 1971, hubo que recaudar fondos para darle un entierro apropiado.
Dejó en su obra su percepción de la vida. Todo, para él, fue como un sueño. Escribe Salazar: «… Todo lo que oía, tocaba u olía; todas sus sensaciones táctiles emitían señales a su mente y las transformaba en imágenes que él creía que eran realidad. Más tarde sus impulsos sensoriales le proveían de líricas para las canciones que escribió. Aunque se conoce muy poco de Arsenio, la mayoría de sus líricas son una revelación de sus experiencias en un momento específico de su vida».
Vimos lo que le inspiró el bolero La vida es un sueño. Salazar cita otros ejemplos. Corre el año de 1948 y el compositor está deprimido; uno de sus hermanos es internado en prisión bajo la acusación de homicidio culposo. Escribe entonces Me siento muy solo. Dos años después el hermano queda en libertad y Arsenio escribe Vuelvo a la vida. Ocurre, a mediados de los 50, un incendio en el edifico donde vive. Nadie sabe de dónde sale el humo hasta que alguien anuncia: hay fuego en el 23, esto es, en el apartamento 23 del quinto piso del inmueble. Suficiente para que escribiera un son con ese título.
Sus biógrafos dan el 31 de agosto de 1911 como la fecha del nacimiento del gran tresero y compositor. Sucede que el 13 de abril de 1940 Arsenio se personó en el juzgado civil de Güines para registrar su propio nacimiento. Dijo llamarse Ignacio Arsenio Travieso Scull, hijo de Bonifacio y Dorotea, y haber nacido en Güira de Macurijes, el 31 de agosto de 1913.
Tenia unos 15 años de edad cuando, ya con el dominio de algunos instrumentos, empezó a ser conocido como «el ciego maravilloso». Resultó muy beneficioso para él su asistencia a los ensayos del Sexteto Habanero, y a comienzos de los años 30 formó su propia agrupación, el sexteto Boston. No sería la única. A su lado trabajaron, a lo largo de los años, intérpretes de la talla de Lili Martínez y Rubén González, Miguelito Cuní, Félix Chappotín y Arístides Soto (Tata Güines). En 1957 pone a bailar a un millar de personas en el hotel Waldorf Astoria, de Nueva York. Pero cobra fuerza la orquesta Aragón y su popularidad declina. En 1968 hizo su última grabación. Algunos especialistas opinan que sus últimas grabaciones son lastimosas, nada que ver con lo que hizo en Cuba, «de aquel fabuloso Me boté de guaño al Hangon Sloppy, que ahora sonaba sin aliento».
Diría el propio Arsenio: «Comencé a trabajar mi música nueva en 1934, y ya en 1936 lograba mis frutos. Pero la consolidación de mis ideas novedosas dentro del género del son vino en 1938. Organicé un nuevo sistema de conjunto. Pensé que el antiguo formato de septeto, con la trompeta, la guitarra y el tres no tenía la armonía necesaria y le agregué un piano y tres trompetas. También le incorporé la tumbadora. Al año siguiente, desaparecieron los septetos y todo el mundo usaba las tres trompetas y el piano…».
Lo más importante, decía Radamés Giro, fue que aportó un nuevo repertorio y una mayor variedad de ritmos y conceptos armónicos que enriquecieron el son y también el bolero, la guaracha, el bolero-mambo y el bolero-cha.
¿Fue Arsenio Rodríguez, como afirman algunos, el creador del mambo, antes que Jorrín y Arcaño? ¿Estaba ya inventado su nuevo sistema de conjunto cuando él comenzó a implementarlo? ¿Es el creador de la salsa? La discusión sigue abierta en torno a este grande de la música cubana, responsable directo de mil y una innovaciones en la música del Caribe.