Lecturas
La toma de posesión del capitán general Miguel Tacón (1834), la caída del capitán general Domingo Dulce y su expulsión por el cuerpo de voluntarios (1869), la presencia holandesa en el occidental puerto de Cabañas, la extinción del llamado gremio de panaderos, que puso fin a la especulación con la harina y adecentó la vida colonial (1785) y una sonada rebelión de esclavos en el centro de la Isla (1798), fueron sucesos que ocurrieron en Cuba en diferentes fechas, pero siempre en junio.
Es también junio el mes del terremoto de Santiago de Cuba (1766) y del temporal en el occidente del país (1791). El sismo estremeció a Santiago en la madrugada del 12 de junio; numerosos edificios se desplomaron y las pérdidas humanas fueron cuantiosas, y el Gobernador de la porción oriental de la Isla tuvo que ser sacado de debajo de los escombros de lo que fue su casa. Pero sobreponiéndose a sus propios infortunios, asumió la reconstrucción de la ciudad que por momentos parecía incapaz de resurgir y reponerse del inmenso quebranto. El año de 1791 se presentó lluvioso en extremo desde abril. De mal en peor fueron las cosas. El día 21 de junio el torrente de las aguas pluviales llegó a su colmo. Todo desapareció o quedó severamente dañado en las zonas bajas del territorio comprendido entre Jaruco y la Ciénaga de Zapata hasta el cabo de San Antonio: cultivos, animales, viviendas, caminos.
La ayuda no se hizo esperar y las zonas del Wajay, Santiago de las Vegas, Bejucal, Santa María del Rosario, Güines, Managua y Puentes Grandes, al igual que la recién creada tenencia de Filipinas (Pinar del Río) recibieron del capitán general don Luis de las Casas aliento y ayuda.
Entre otros hechos, es junio cuando se declara tenencia de Gobierno a la ciudad de Cárdenas (1843), se establece el portazgo en Jesús del Monte y con él se impone, por primera vez en la Isla, el pago del peaje para transitar un camino; esta vez hacia Managua o Santiago de las Vegas. El 3 de junio de 1805, en el portal de la casa de Antonio Plasencia, se celebró la primera misa en el Mariel o Puerto de Tablas, muy apreciado ya por sus condiciones excepcionales para el tráfico mercantil, a lo que se unía la belleza natural de la zona. Se ubica en el primitivo cacicazgo de Marien —uno de los tres en que se dividía la región occidental—, nombre que se transformó en Mariel.
En 1856, el 29 de junio tiene lugar el ascenso aerostático de Matías Pérez.
Era la segunda ascensión en globo del artesano portugués avecindado en La Habana a quien llamaban, en atención a su oficio, el rey de los toldos. Elevarse por los aires en la débil barquilla de un globo, aseguraba notoriedad y dinero. Garantizaba a los espectadores un rato de entretenimiento. La Habana de mediados del siglo XIX se despepitaba ante espectáculos como ese. El hombre que ascendía a los cielos ponía en juego su vida; eso acentuaba el interés del público. El día señalado para una ascensión era de inusitado bullicio, y el éxito de la primera subida dio al portugués confianza para la segunda. Pero esa vez la suerte no lo acompañó. Por el rumbo que tomó su globo, debió caer en el mar: «Voló como Matías Pérez».
El 17 de junio de 1906 muere en La Habana el generalísimo Máximo Gómez. Junio es, asimismo, el mes en que tienen lugar no pocas batallas significativas para el Ejército Libertador.
El escribidor da ahora un salto en el tiempo. El 6 de junio de 1959, el Comandante en Jefe Fidel Castro, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, anuncia en Isla de Pinos un plan mínimo para la rehabilitación económica y social de ese territorio. Era hasta ese momento una de las zonas más atrasadas del archipiélago.
Seis días después partía hacia Europa el Comandante Ernesto Guevara a fin de buscar nuevos mercados para los productos cubanos.
El 29 de junio de 1961, el Gobierno de Estados Unidos embargaba las grasas comestibles compradas por Cuba en ese país. Uno de los primeros actos de agresión y acoso económico de Washington contra La Habana. A junio corresponden también, cómo olvidarlo, las fechas de nacimiento (el día 14) de Antonio Maceo y de Ernesto Guevara.
Luego de asombrar a amigos y enemigos, durante la invasión, con sus marchas y contramarchas por La Habana, Matanzas y Las Villas, el generalísimo Máximo Gómez cruza una vez más la trocha de Júcaro a Morón y ya en tierra camagüeyana se enfrenta en Saratoga, potrero ubicado en la región de Najasa, a la columna de 2 000 hombres mandada por Adolfo Jiménez Castellanos, salida desde la capital del territorio para enfrentar al Jefe del Ejército Libertador. Una batalla ruda y obstinada con acciones que se extienden entre el 9 y el 11 de junio de 1896.
El día 9, sobre las dos de la tarde, Gómez, acampado en la finca Versalles, supo que la columna enemiga se dirigía hacia esa zona. Ordenó enseguida salir en su busca y cuando encontró su rastro dispuso que el Regimiento «Expedicionario» pasara a la vanguardia y cargara contra el enemigo tan pronto lo alcanzara en su marcha. Detrás del «Expedicionario» marchaba el coronel González Calunga con sus fuerzas, la tropa del Cuartel General, la escolta, la infantería de Oriente, un escuadrón de la Trocha y el Regimiento Agramonte; unos 450 jinetes, cien infantes y la impedimenta. Alrededor de 600 efectivos.
Aproximadamente a las tres, los mambises avistaron al enemigo, pero ya había acampado con todas las medidas de seguridad que son de imaginar. El río Najasa, que le servía de defensa natural, no permitía la carga de caballería a los cubanos. Por tal razón, los combatientes del Regimiento «Expedicionario» tomaron posiciones y tirotearon a los españoles, que respondieron con descargas cerradas de fusilería y artillería. Dispuso Gómez que la columna de Jiménez Castellanos fuera atacada por el flanco derecho y la retaguardia, mientras que otra tropa la hostilizaba por el flanco izquierdo. El ataque debía proseguir durante la noche. El General en Jefe del
Ejército Libertador, con el resto de la tropa, pernoctaría en San Miguel de Najasa, a unos dos kilómetros de Saratoga. Toda la noche los mambises tirotearon al enemigo.
A la mañana siguiente, Gómez volvió a Saratoga y ordenó el reinicio de las acciones, para dar así un combate de posiciones que se prolongó durante todo el día. El campamento enemigo era atacado desde todos los ángulos y los españoles respondían con fuego cerrado de fusiles y artillería, pero no intentaron el contrataque.
A las siete de la tarde Gómez volvió a San Miguel de Najasa, y el campamento español fue tiroteado durante toda la noche. A la mañana siguiente, al regresar a Saratoga, el General en Jefe fue informado de que una columna de alrededor de mil plazas se había unido a las fuerzas de Jiménez Castellanos. Comenzó el combate con un fuego cerrado de los españoles, lo que hizo sospechar a Gómez que se disponían a contratacar aprovechando el refuerzo de la noche anterior.
Previendo esa posibilidad Gómez ordenó que la infantería se replegase hacia un lugar elevado del terreno desde donde pudiera apoyar a la caballería si esta tenía que contratacar a la española. Luego, cuando se vio que los jinetes españoles no atacarían, ordenó que la infantería ocupara sus posiciones anteriores. Poco después la tropa española abandonó el lugar y se retiró por el camino real de Puerto Príncipe, hostilizada por algunos destacamentos cubanos.
Así concluyó el combate de Saratoga, en junio de 1896. Las bajas por la parte española no pudieron cuantificarse. Se calculan unos 60 muertos y 300 heridos. Los cubanos tuvieron 12 muertos y 72 heridos.
Pero al ocupar los mambises la posición abandonada se encontraron muchos rastros de sangre y gran cantidad de caballos muertos. Con posterioridad aparecieron dos grandes sepulturas.
Quiere el escribidor añadir que el Jiménez Castellanos de esta historia fue el último capitán general de la Isla. No le tocaba. Pero Ramón Blanco y Erenas, marqués de Peña Plata, que desempeñaba el cargo, no quiso pasar por la humillación de la entrega del mando y el traspaso de soberanía de España a Estados Unidos, y le soltó el clavo ardiendo a Jiménez Castellanos, que no tuvo más alternativa que aceptarlo. No pudo contener las lágrimas cuando hacía el traspaso de poderes.
En 1874, el 22 de junio, el gran escritor francés Víctor Hugo manifiesta su solidaridad con la Revolución en la manigua. No era la primera vez que lo hacía.
Escribe, en esa fecha, al representante en París de la República de Cuba en Armas: «Simpatizo profundamente con la noble y valerosa Cuba. He levantado ya la voz por ella, y de seguro que la levantaré de nuevo».
Dicen que la primera rebelión de esclavos ocurrió en Cuba en fecha tan temprana como 1533, cuando no pasaban de mil en todo el territorio.
A partir de ahí fueron muchas las que se sucedieron. Ya en el siglo XVIII esos movimientos sembraron el pánico en la Colonia.
La que explotó el 11 de junio de 1798 en la región central de la Isla, merece la calificación de grave, aunque no lo fue tanto como la del Cobre.
En la de 1798, en Puerto Príncipe, los esclavos, provenientes en su mayoría del Calabar, incendiaron por lo menos un ingenio azucarero y dieron muerte a un par de mayorales que se excedían en el castigo.
La represión fue severísima. Los cabecillas fueron condenados a muerte en la horca. Otros, menos comprometidos, a diez años de presidio en el castillo de San Juan de Ulúa, en México, y todos a la pena de 200 azotes.