Látigo y cascabel
Tal vez el título que he decidido para la sección cree en un primer momento cierta confusión en los lectores, quienes pueden suponer que me propongo referirme al tema de la chilena Miriam Hernández, que acá se radió hasta el cansancio. Lamentablemente, una razón mucho más seria motivan estas líneas.
Y digo que huele a peligro, porque he escuchado en más de una ocasión la lectura de informes de trabajo donde los propósitos y la realidad andan totalmente divorciados. Lo cierto es que en múltilples oportunidades aparece lo que debe realizarse, pero colgado con alfileres, a partir de que, con frecuencia, los hechos van completamente por otro rumbo.
Lo más preocupante es, sin embargo, que muchos de quienes depende que marche por buen camino la actualización del modelo económico cubano, no han interiorizado, o al parecer no entienden, lo que las directivas aprobadas en el VI Congreso del Partido encierran en sí mismas.
Sucede, por ejemplo, en el campo de la cultura, donde uno puede llegar a pensar que algunos decisores no son capaces de traducir en acciones lo que significa: «Continuar fomentando la defensa de la identidad, la conservación del patrimonio cultural, la creación artística y literaria, y la capacidad para apreciar el arte. Promover la lectura, enriquecer la vida cultural de la población y potenciar el trabajo comunitario como vías para satisfacer las necesidades espirituales y fortalecer los valores sociales», como establece el Lineamiento 163.
No hallo otra explicación, cuando se hace perceptible el a veces escaso diálogo que existe entre escritores y artistas con esas instituciones culturales que tienen en ellos su razón de ser. Una cuestión que se torna más alarmante cuando se trata de los jóvenes creadores nucleados en la Asociación Hermanos Saíz, tal vez porque asumen que con la presencia de la AHS están eximidas de dicha responsabilidad.
Es evidente que algunas instituciones culturales no terminan de comprender que atender a los jóvenes escritores y artistas no es una opción que se toma según convenga, sino que forma parte de sus obligaciones, como recalcó en cada una de sus intervenciones el viceministro de Cultura Fernando Rojas, en las recién finalizadas Asambleas Provinciales de la AHS, antesala del venidero II Congreso de esta organización, previsto para octubre.
Y atender equivale, como parte de la política institucional, a trabajar de modo sistemático y coherente con los jóvenes; participar de los procesos culturales; ofrecer no solo apoyo, sino también recursos con los que se cuenta, que no únicamente contribuyan a la producción de la obra, sino también a su visualización y promoción.
Claro, más allá de la orientación metodológica del Ministerio de Cultura, les corresponde a las autoridades de las provincias definir un objetivo dentro del Programa de Desarrollo Integral de los territorios, que fije la necesaria atención de las noveles generaciones de creadores de una manera científica y rigurosa, el cual se encontrará, forzosamente, con las iniciativas, proyectos, necesidades e ideas de los jóvenes.
Y no solo porque estos constituyen el presente y el futuro, sino porque cada vez con más fuerza se erigen como los principales protagonistas de esa nueva cultura que consolidará el socialismo y saneará esa actual contaminación de mediocridad, vanidad, mal gusto y frivolidad que nos amenaza constantemente.
Así, en medio de ese desapego de las instituciones (para ser justos, también habría que decir que en ocasiones poseen los recursos pero no cuentan con una fórmula legal para ponerlos en función de los proyectos artísticos), se crea un vacío que ocupan otros, que «auxilian» no siempre con las mejores intenciones.
Como mejor se enfrentan los peligros que puede traer la incomunicación descrita, es fortaleciendo las instituciones culturales y su vínculo con los creadores, ofreciendo cauces posibles y sólidos a los mejores valores y proyectos que enriquezcan nuestra espiritualidad. Para que así no terminemos tarareando el pegajoso estribillo de la conocida letra de la chilena.