Frente al espejo
«No sé si me ha detenido el corazón o si me está latiendo tan aprisa que no puedo contener su galope desenfrenado. No sé si ha sido la propia historia que usted ha contado (El eco de los días, Luis Sexto, columna La crónica, sábado 9 de abril); la mágica remembranza de nombres que tanto admiro; o el encanto sutil con que acaba de decirme que un periodista se dedica “a recoger las incidencias que al atardecer fenecen junto con las letras que las comunicaron”.
«Y es que para mí las palabras tienen ese otro sentido del que antes usted hablaba. No solo resguardan nuestros actos de lo efímero, y los preservan de la muerte y el olvido; sino que calan muy profundo; tanto, que pueden cambiar vidas; hacer realidad los sueños más increíbles; o simplemente, devolvernos la esperanza.
«Hoy le agradezco por hacerme vibrar de emociones contenidas; por hacerme dudar entre una sonrisa y una lágrima; por regalarme su magia. Poder escribir es un don preciado que salva, al que lo ejerce con honestidad, de esa soledad de principios que a muchos acosa. Poder escribir es poder entregarse entre líneas; es responder —acaso sin proponérselo usted mismo— al S.O.S de muchos, que estamos aquí, del otro lado del monitor, o de ese papel que aunque se rompa o se cristalice, habrá dejado su esencia tallada, para la eternidad, en muchos corazones agradecidos». (M.M.P.)