Detrás de la ciencia
En las últimas décadas, los avances tecnológicos han permitido explorar el fondo marino como nunca antes. Y en nuestro país no han faltado los proyectos. Hace muy poco un estudio confirmó que las comunidades arrecifales profundas cubanas gozan de fortaleza, con un número creciente de especies; y se inició la cooperación de estudiosos cubanos y suizos sobre la toma de muestras que contienen los polímeros en los residuos marinos.
Sin embargo, la ciencia no solo pone la mirada en el estado de los mares y sus ecosistemas. Con el avance actual la arqueología moderna se ha lanzado también a escudriñar las profundidades marinas buscando con un entusiasmo casi adolescente posibles evidencias de civilizaciones hundidas. Un conjunto de estructuras líticas submarinas que los investigadores denominan Mega, no ha escapado de la especulación; sin embargo, aún en nuestros días su verdadera naturaleza permanece en el misterio.
El descubrimiento tuvo lugar en el año 2000, cerca de la península cubana de Guanahacabibes. Como salida de una serie de ficción, las formaciones rocosas irregulares que conforman Mega, parecen tener a primera vista una determinada organización. Por lo menos así lo creyeron la oceanógrafa ruso-canadiense Paulina Zelitsky y el empresario canadiense Paul Weinzweig, mientras efectuaban barridos de sonar buscando recuperar los tesoros de antiguos barcos y galeones que naufragaron en las aguas al occidente de la Isla.
La expedición que se tropezó con la rareza lítica estaba integrada por un team cubano-canadiense de científicos que trabajaban en el proyecto Exploramar y navegaban a bordo del buque Ulises, equipado con alta tecnología.
Zelitsky —especialista en la exploración del océano profundo— envió al lugar a un robot submarino ROV (Remote Operated Vehicles) provisto de cámaras, luces y sónares, pero la profundidad (entre 600 y 750 metros) y la poca visibilidad impidieron la toma de evidencias para demostrar una u otra hipótesis.
Sin embargo, las controversiales declaraciones del dúo canadiense hicieron eco en los medios internacionales, que llegaron a reportar la existencia de pirámides, formas geométricas, paredes pulidas, ruinas mayas, cimientos de una urbe que desapareció por un cataclismo, rocas de granito, incluso se llegó a especular que el lugar era conocido desde la Crisis de Octubre.
Desde entonces, no se han ejecutado trabajos en el área de Mega, aunque el tema emerge con nuevos matices cada unos cuantos años, creando sensacionalismo y paralelos con la perdida Atlántida.
Para examinar la geología del lugar, el Doctor Manuel Iturralde-Vinent, gran conocedor de la evolución geológica del Caribe, se unió a la expedición a finales de 2001 y principio de 2002, y desde entonces evalúa una y otra vez la información disponible.
En declaraciones hechas a este diario, Iturralde aclara que «las imágenes de sonar de barrido lateral muestran una zona donde hubo deslizamientos de terreno por las laderas más escarpadas y donde estos procesos siguen activos. Hasta qué punto esos deslizamientos hayan podido formar estructuras alargadas es algo por determinar, pero no deja de ser interesante.
«Ahora, las que resultan definitivamente falsas son las afirmaciones sobre el hallazgo de enormes pirámides o paredes y otras estructuras construidas. Eso no está probado. Tampoco se puede afirmar que las rocas en el fondo del mar sean granito, pues lo más probable es que sean calizas», precisa el reconocido experto.
Las pocas muestras provenientes de Mega son dos cantos rodados que pudieron venir de cualquier parte, pues quizá se cayeron de un barco. «Solo con un muestreo sistemático sería posible determinar el origen de esas rocas», subraya.
En los últimos años, el especialista cubano ha repasado los videos, mapas y resultados de las pocas muestras estudiadas, porque aún se menciona la Atlántida cubana una y otra vez.
El investigador buscó las imágenes que sí pudieran hacer pensar que en esos fondos hay algo de factura humana o extraterrestre (las más utilizadas por la prensa, y la propia autora del descubrimiento), las comparó con elementos similares expuestos en las terrazas marinas de Guanahacabibes, y concluyó que «hay una perfecta semejanza, es decir, que la naturaleza puede generar esas estructuras».
Sin embargo, un misterio por resolver «corresponde a una imagen captada por el robot en las profundidades, de lo que parece ser una placa sólida de color gris. Es más o menos cuadrada, de un centímetro o un poco más de espesor, 18 o 20 centímetros de lado y composición desconocida», advierte Iturralde.
La placa fue filmada desde diferentes posiciones, aunque no se colectó. Algo muy llamativo en ella es que en su superficie no crece ningún organismo, cuando sobre las lajas lisas en el fondo del mar hay gusanos, artrópodos, y otros especímenes.
«¿Qué tiempo lleva esa placa en las profundidades y cómo llegó allí? Desde el punto de vista científico es una rareza, aunque bien pudo caerse de un barco y clavarse al balancearse en las aguas, o estaba contenida en la roca y se expuso por erosión.
«En cualquier escenario, la placa gris adosada a una roca a casi 700 metros de profundidad es un verdadero enigma y mientras no se pueda recuperar y estudiar así se quedará, como el mayor misterio de las profundidades del extremo occidental de Cuba», dice el experto.
Buscadores de la Atlántida de todo el mundo han circulado más de una vez al Caribe como sede de aquella antigua civilización. El mito de la Atlántida —el célebre continente que desapareció en el mar— se sustenta en lo escrito hace 2 400 años por el filósofo griego Platón (427-347 a.C.), quien describe el imperio de los belicosos atlantes en una isla «más grande que Libia y Asia juntas» instalada en el océano Atlántico.
Muchos han supuesto algo de realidad en el relato y siguiendo como un mapa lo dicho por Platón han realizado intentos fallidos de ubicar aquel reino perdido. También se basan en sus anotaciones «geológicas» que aluden a la devastación por terremoto y tsunami de la espléndida acrópolis rodeada de anillos concéntricos.
Medios de prensa y reportes en internet han manejado que las enigmáticas estructuras de Mega se hundieron por un evento sísmico o una erupción volcánica miles de años atrás. Iturralde señala que «los descubridores quisieron hacer creer que el área es un antiguo cono volcánico, el cual, al explotar, hundió la ciudad, como refiere Platón, lo cual viene muy bien con la historia de la Atlántida.
«Como soñador, yo no quisiera descartar la posibilidad de encontrar algo interesante allí, pero pienso que en este momento no se puede afirmar que es la obra de seres inteligentes, porque no existen pruebas. Aunque se habló de escrituras, no vi ninguna ni se han mostrado. Por tanto, científicamente no es aceptable, porque no hay evidencia», concluye el experto.