Acuse de recibo
Francisco H. Pérez Sanfiel (Calle 12, No. 20, piso 6, apto. 6B, entre 1ra. y 3ra., Vedado, Plaza de la Revolución, La Habana) señala en su carta que hace meses envió al Ministerio de Salud Pública sus sugerencias sobre la distribución de los medicamentos, y no ha tenido respuesta al respecto. Por ello, reproduce sus proposiciones, pues piensa que pueden ser útiles mientras haya déficit de medicamentos en el país.
Sugiere que las recetas médicas expedidas en los consultorios puedan revalidarse y no venzan en tiempo tan limitado. Ello se podría viabilizar estampando el cuño del médico y la fecha de expedición al dorso; y dicho proceder ahorraría miles de recetas, dinero, tiempo y esfuerzo.
Sobre medicamentos regulados por tarjetón que se expenden en las farmacias, si bien lo indicado es que se vendan al siguiente día de su llegada, simultáneo con la publicación de la lista, piensa que ello obliga a hacer la cola a ciegas desde mucho antes, pues el cliente no sabe lo que puede comprar, con el agravante de que muchos son personas de avanzada edad, con enfermedades, e impedidos físicos.
Solicita que se derogue la medida que dispone que para comprarle los medicamentos del tarjetón a otra persona, quien lo haga deba tener en su carné de identidad la misma dirección de esta, a quien van dirigidos; pues hay muchos imposibilitados de acudir a las farmacias, y no hay ningún otro
mecanismo para la adquisición.
Propone que los medicamentos regulados por tarjetón se distribuyan a las farmacias y se vendan una sola vez al mes. Y que si llegan el día A, se publique la lista el día B, y se vendan el día C, para evitar el desgaste de hacer colas a ciegas y muchas veces por gusto.
Y este redactor añade otra propuesta: para evitar que ante la limitada distribución de medicamentos por tarjetón sigan siendo los de siempre quienes accedan a ellos —facilitado por la venta de turnos por parte de coleros—, sería bueno que los medicamentos se expendan rotativamente entre los inscritos, de manera que quienes no alcanzaron esta vez, puedan adquirirlos la próxima vez con prioridad, y todo con una lista rotativa que la farmacia exponga públicamente.
Sería, mientras los suministros no alcancen con respecto a los tarjetones, un sistema similar al implantado con los productos alimenticios regulados por cronograma de bodegas. Requeriría un esfuerzo por parte de los trabajadores de las farmacias, pero no se dejaría al libre albedrío la cola, en la que ancianos y desfavorecidos siempre tienen la de perder. Y se podría organizar de conjunto con los delegados de circunscripción y los llamados factores del barrio.
El pasado 29 de septiembre, y desde Calzada de Buenos Aires 56, edificio 2, apto. 11, entre Consejero Arango y Leonor, Cerro, La Habana, Alfonso Fernández Otero denunció que compró por 300 pesos un destupidor de inodoro en una tarima sita en Monte, entre Infanta y San Joaquín, a mitad de cuadra. Y apenas le duró un día.
La primera vez que lo usó, la goma se rajó completamente. Estaba podrida. Fue allí dos veces a reclamar. A la tercera, dos empleados le dijeron que no había devoluciones. Y señalaron para un cartel que lo decía, el cual no estaba el día en que él adquirió el destupidor.
Él pidió ver al dueño o responsable, y no estaba. Le dijeron que volviera otro día. Preguntó qué día y hora y solicitó algún teléfono. Le dijeron que no había.
«¿Se debe permitir que cualquier actor económico viole normas elementales del comercio impunemente? ¿Quién me responde por esta agresión a mi economía y le exige al vendedor que cumpla con sus deberes?», concluía.
Y volvió a escribirme antier Alfonso, para revelar que hasta entonces nadie le había visitado ni respondido.
«Parece que la nueva estructura del Ministerio de Comercio Interior, la Dirección de Comercio municipal de Cerro y el dueño de la tarima radican en una zona de silencio donde no entra Juventud Rebelde o no se sienten aludidos. ¿Es posible tanta irresponsabilidad ante un delito de estafa?», concluye Alfonso.