Acuse de recibo
Había una paradoja evidente en el caso que publicamos aquí el 26 de mayo último, referido a la electrificación de las viviendas ubicadas en la finca Los Ramones, en el kilómetro 236, s/n, de la Autopista Nacional, en el municipio de Lajas, Cienfuegos.
Por una parte —nos contaba entonces Damaris Díaz León— estos campesinos llevan años aportando notables cantidades de carnero, leche de vaca, frijoles, maíz y otros productos al municipio; y por otra, también llevan años en trámites infructuosos para que les electrifiquen sus hogares.
Incluso, tras múltiples gestiones a nivel de gobierno municipal y provincial, narraba Damaris que les habían asegurado que ya existía un proyecto para proveerlos del fluido, que la solución podría llegar en 2012 o 2013; pero, en pleno 2015, seguían en apagón.
A propósito de esa inquietud, contesta Miguel Pérez Rodríguez, director general de la Empresa Eléctrica en Cienfuegos, quien asegura que ya el caso fue atendido por su institución en 2011 y 2012, con respuesta similar a la que nos envía.
«Estas viviendas no cumplen con las condiciones para proceder a su electrificación, las cuales le expongo a continuación: “Estar en un asentamiento de 15 o más viviendas, delimitadas y separadas entre sí no más de 50 metros” y “viviendas aisladas que no están a más de 50 metros de circuitos secundarios o zona servidas”», sostiene el directivo.
En este caso no procede electrificar —agrega—, debido a que las casas se hallan a más de dos kilómetros de la zona servida más cercana, y además se trata de hogares aislados, de los cuales un grupo de ellos está separado entre sí a más de 60 metros, y otro a más de 400 metros.
Agradezco la misiva. No obstante, debo comentar algunos aspectos: nada se dice de si efectivamente hubo un proyecto para electrificar las viviendas referidas como afirmaba la lugareña. Por otra parte, ¿por qué en casos como este no se explora —con la participación, incluso, de los posibles beneficiados— vías alternativas para suministrar energía eléctrica que no impliquen los gastos que la forma tradicional supone?
De lo que se trata, en todo caso, es de intentar ofrecer el mayor confort a los ciudadanos, sin que se afecte la economía del país.
Lo narró en esta columna Humberto Piñeiro (San Leonardo No. 160, Apto. 6, e/ San Leonardo y Santos Suárez, Diez de Octubre), el 13 de mayo último. Él y su familia venían de la Isla de la Juventud el 22 de marzo y, tras un viaje marítimo sin dificultades, enfrentaron una odisea para llegar de Batabanó a la Terminal de Ómnibus Nacionales.
De las dos guaguas que debían trasladarlos, llegó una y tarde. Molote, desorden, pasajeros de pie, confusión. Luego, en el camino, se cruzaron con el otro ómnibus, pero lejos de lo que parecía lógico, no se hizo el trasbordo. ¿Por qué?
Al respecto llega la carta de Oscar A. Carvajal Serrano, al frente de la Dirección de Transportación de Pasajeros del Mitrans. Comienza el funcionario calificando «con razón» la queja de Humberto, pues se presentaron problemas técnicos con el ómnibus 1068, que fue sustituido por el 1034, y este último llegó a las 12:15 pm. Por ello, parte de los pasajeros, incluido el remitente, viajaron de pie.
Apunta el directivo que falló la comunicación entre la Empresa de Ómnibus Nacionales y Viajero, para que esta última entidad pudiera explicar a los pasajeros el problema y darles confianza en la espera del ómnibus faltante. También faltó rapidez en la sustitución de la guagua averiada por la no disponibilidad de otra.
«Se realizó el análisis pertinente con el Grupo Empresarial de Servicios de Transporte Automotor (GEA) (…), el cual adoptó las medidas organizativas para que estos hechos no se repitan», expresa.
Adjunta Oscar acta de conformidad del afectado. Agradezco la misiva. Sigo sin entender por qué no se realizó el trasbordo, pero supongo, por la carta anexa firmada por Humberto Piñeiro, que a él y su familia se lo hayan explicado con más precisión y detalles.