Acuse de recibo
Por estos días en que se honra a la prensa, se debate sobre la necesidad de la información y la comunicación por parte de las entidades públicas, como un estilo saneador y democrático. Y llegan historias que revelan cuánto falta por respetar el derecho del ciudadano a conocer los porqués de lo que incide sobre sus vidas, como la que narra Jorge A. Gómez, desde Fe del Valle 18, entre D y Orlando González, en el batey del ex central azucarero Orlando González, municipio avileño de Majagua.
Refiere él que desde el pasado 9 de enero se les complicó la compra de alimentos, porque Acopio provincial cerró un buen número de placitas en el municipio, y específicamente en el batey dejó solo una de las tres existentes. Nadie dio una explicación oficial, y en la calle comentan y especulan. Jorge le preguntó a la delegada de la circunscripción y a la presidenta del Consejo Popular, y le dijeron «que las placitas desde hacía unos años estaban en manos de un organismo que no era el autorizado legalmente (pero que abastecía de mejor forma que Acopio)».
Ahora, añade, al asumir Acopio de nuevo las riendas, decidió cerrar las que creyó necesario, y no le preocupó que las personas caminen más de un kilómetro para llegar a la única que dejaron abierta y desabastecida, o al menos con menor abastecimiento que antes.
«Al concentrarse en una sola las personas que antes se dirigían a tres, se puede imaginar la demora en la cola. Mi objetivo es que se reabran las placitas como antes, y si Acopio, que siempre ha demostrado ineficiencia, no las puede abastecer como queremos, que se regrese a la situación anterior», concluye Jorge.
El 26 de febrero pasado Yesdiley Lafita aguardaba en el aeropuerto de Baracoa para rectificar su boleto para el vuelo a La Habana. Y al pasar al salón, la empleada le dijo que debía esperar al final, porque su pasaje se le había vendido el último día en que se vendieron boletos para esa fecha. Disciplinadamente, ella se apartó de la fila, y esperó a que terminaran de rectificar el vuelo.
«Empezaron a llegar al salón extranjeros, cuenta, y la persona de la recepción les dio prioridad por encima de los cubanos. Cuando ya había cerrado el vuelo, la muchacha —quien nunca llamó a las personas que como yo habían estado desde temprano— dijo: Me queda un solo asiento».
Yesdiley pensó: Al menos uno de nosotros debe irse. Pero la empleada no llamó a nadie. Diez minutos más tarde llegó una joven de aspecto asiático, evidentemente extranjera, y pasó delante de todos los que aguardaban. La empleada dijo: ¡Terminé!
«Me quedé pasmada. Una cosa es que el avión enviado desde La Habana sea pequeño, como me explicó después el responsable del aeropuerto, pero no dar una explicación de lo sucedido… La empleada me dijo: Lo siento, tienes que esperar a ver si te puedes ir el domingo. Cuando me dirigí al administrador, me dijo que el avión enviado era el pequeño y no podía hacer nada. Tenía que esperar al domingo a ver si me podía ir. Nunca salió a dar explicación al resto de las personas que, como yo, quedaron sin abordar: personas mayores y hasta una madre con niños».
Yesdiley tuvo que viajar en ómnibus hacia La Habana, y su papá, allá en Baracoa, liquidó el pasaje, del cual ella guarda una fotocopia. En su casa en Grant 23, entre Céspedes y Rivera, Arroyo Naranjo, La Habana, pregunta: «¿Existe alguna Resolución de Cubana de Aviación que diga que el extranjero tiene prioridad sobre el cubano? Si se sabe que el avión grande, que da los viajes normalmente, está averiado, ¿por qué venden todos los boletos? ¿Por qué no dejan que las personas rectifiquen su pasaje por orden de llegada? ¿Es o no una falta de respeto al cubano que no tenga validez un boleto de avión que paga?».