Acuse de recibo
Era el 13 de noviembre pasado, aproximadamente a las 7:00 p.m. Todo fue de maravilla en el policlínico de Chambas, especialistas como el enfermero Roberto; y el clínico Norberto se esmeraron en los cuidados. Pero al papá del avileño Rolando Richel Méndez Suárez le hacía falta un plus de atención médica tras su isquemia cerebral transitoria provocada por la hipertensión arterial. Por ello, lo remitieron oportunamente para el Hospital de Morón, distante a 38 kilómetros del lugar.
«No demoró nada para que la ambulancia estuviera disponible con todo su equipamiento médico. Al llegar a dicho hospital comienza la gran faena: un camillero que estaba en la entrada del cuerpo de guardia enseguida nos ayudó a montar a mi papá en la camilla junto con los ambulancieros; lo llevaron hacia donde se encontraban los médicos de guardia, allí mi papá estuvo más de una hora sin atención…», narra Rolando Richel.
Cuando la familia se interesó sobre el porqué de la demora, le explicaron que estaban atendiendo otros casos. Luego, una hermana del remitente preguntó si podía acompañar al padre en la sala, pues tenía miedo que se cayera de la camilla. Y la respuesta del galeno fue la cortante negativa.
«A las dos horas de lo sucedido, lo ingresan en la sala de Medicina de mujer, donde nos dicen que no se le puede hacer un tac de cráneo porque el somatón estaba roto. A las 11 de la noche mi hermana habla con un médico, profesor de ella, a ver si se resolvía hacerle una punción… A las 12 horas del día siguiente, a mi papá no había ido ningún médico a verlo…», evoca el avileño.
Atribulada, la familia se movilizó en busca de otras soluciones. Decidieron llevarlo a Cienfuegos, donde vive otra hija del afectado. «Cuando se lo comunico al médico de la sala —rememora el hijo—, me dice que sí, pero que yo tenía que llevarlo por mi propia cuenta. Enseguida alquilamos una máquina, que nos costó 1 500 pesos».
Al llegar al Cuerpo de Guardia del Hospital cienfueguero, todo cambió 180 grados, sostiene el lector. «Los médicos se motorizaron a tal punto que, en menos de una hora, a mi papá lo pasaron por un somatón, lo vieron un neurólogo y un cardiólogo; 20 minutos más tarde estaba ingresado en la sala de Neurocirugía…».
¿Por qué la diferencia?, se pregunta esta familia. ¿Acaso no se trata de especialistas de un mismo país, forjados en los mismos principios? ¿Qué hubiera pasado si ellos no asumen por su cuenta la situación?
En Calle Agramonte No.25, entre Las Palmas y Jesús Espinosa, Chambas, Ciego de Ávila, estos cubanos esperan por una respuesta.
Una mano para Eligio
Derrumbe total. Ese fue el diagnóstico a la vivienda de Eligio Tamayo Acosta (Cuatro Veredas, s/n, Los Claros, Yaguajay, Banes, Holguín), tras el paso del huracán Ike en 2008. A partir de entonces, al considerar que se trata de un limitado físico, jubilado por enfermedad y con un niño asmático de enseñanza especial, las autoridades correspondientes del territorio acordaron construirle la casa, refiere el lector.
Pero este acuerdo —se duele el remitente—, pasados más de seis años, ha quedado en poco más que papeles. Hasta ahora, además del plano del futuro hogar, Eligio solo cuenta con 18 tiras de acero y diez sacos de cemento, que le trajeron los compañeros de la brigada ECOP (no se aclara la sigla), cuyo director se apellida Bejerano.
«Año tras año me citan... Cuando voy, el personal que debe atenderme no se encuentra o ha sido cambiado; me hacen otra cita, y jamás obtengo una respuesta», afirma el holguinero.
Y, a más de entender la difícil situación económica que ha atravesado el país, el remitente reclama que lo acordado por la Comisión de Materiales, el personal de vivienda (Umiv), el Gobierno y el Delegado de la zona, se haga, de una vez, realidad.