Acuse de recibo
No hay mejor antídoto contra el engaño que un consumidor suspicaz y observador, como Mario Domínguez, un lector del municipio habanero de Playa, quien el pasado 23 de octubre nos contó que creyó ver cierta trampa al pagar el servicio eléctrico en las oficinas comerciales de la Empresa Eléctrica en 42 y 29, en ese territorio.
Contaba Mario que, como se había demorado más de la fecha límite para pagar, se le cobró un recargo de tres CUP. Y al entregarle el comprobante la empleada, en el mismo no se reflejaba el recargo. Solo aparecía el importe que debía haber pagado si lo hubiera hecho a tiempo.
El cliente reclamó, y entonces le estamparon en el comprobante un cuño que decía: «Corte». Pero eso no le aclaró mucho. «Si es dinero que ingresa al centro —preguntaba él—, ¿por qué no pasa por la caja?»
Al respecto, responde Ricardo Mangana, director general de la Empresa Eléctrica de La Habana, que con las investigaciones realizadas se verificó que en este caso se violó el procedimiento: «Desconexión del servicio eléctrico por falta de pago», que en uno de sus puntos plantea que «el método de control de los cortes y reconexiones, previo el pago de los tres pesos que fija el Reglamento, será el siguiente: Si el servicio ha sido desconectado, (se) le cobra 3,00 CUP adicionales (al cliente) por la reconexión, estampándole el cuño “Pagado reconexión” en la cuenta y en el talón de cobro. El ventanillero emite un modelo H-1089, “Relación de órdenes de reconexión por falta de pago”, haciendo la anotación de los datos correspondientes en el momento en que se efectúa el pago».
El cliente tenía razón —subraya Mangana—, pues el Consejo de Dirección de la Organización Básica Eléctrica (OBE) concluyó que el hecho constituye una indisciplina grave de la compañera que lo atendió en la ventanilla, quien le cobró de forma indebida un recargo de tres CUP por reconexión a Mario, sin que se hubiera hecho efectivo el corte.
Por tal motivo —subraya—, se le aplicó a esa trabajadora la medida disciplinaria de separación definitiva de la entidad.
Fueron tres pesos nada más, pero no hay que ser contador ni auditor para constatar que cuando la lista no cuadra con el billete, allí se produce una fractura del necesario control económico y financiero. ¿Y si hubiera sido por mucho más dinero?
Hablando de control, ¿en la oficina comercial de la OBE de Playa ningún superior pudo detectar el cobro de esa cuantía sin el requerido comprobante de pago?
Por más problemas y maltratos que se sufran en el transporte urbano de La Habana, a Lisbet Lizandra Amézaga le parece injusta la generalización peyorativa en cuanto al comportamiento de los choferes.
La lectora, quien reside en San Julio No. 157-C, entre Santos Suárez y Enamorado, Diez de Octubre, toma siempre el ómnibus 5261 de la ruta 83 para trasladarse a su trabajo, la Unidad de calle 100 y Aldabó, donde funge como subteniente.
Con el poder de observación que le da su oficio, Lisbet lleva casi un año reparando en el proceder del chofer de ese equipo, Joan Hernández Gutiérrez, un joven que parece traído de otra galaxia.
«Quisiera exhortarlo a que siga con esa profesionalidad, con esa educación y buen trato a las personas. Lo he visto en varias ocasiones ayudar a ancianos a subir al ómnibus. No mueve la guagua hasta que una embarazada o madre con bebé no se siente en el asiento que le corresponde, para que no se dé algún golpe.
«Estas y otras muchas son las satisfacciones de la población, cuando comentan cuán educado es ese jovencito. Es un verdadero profesional y respeta al ciento por ciento las regulaciones de Tránsito. Por eso me he tomado el trabajo de felicitarlo por esta vía: que no pierda su excelente cortesía, carisma y respeto. Ojalá que nunca lo sacaran de esa ruta, ya que sus pasajeros están muy satisfechos con su servicio», concluye Lisbet Lizandra.
¿Acaso no padecerá Joan los mismos problemas y dificultades de otros choferes de ómnibus en la capital? ¿Qué lo hace tan especial?