Acuse de recibo
«No me duele morir y que me olviden/, sino morir y no tener memoria», cantaba en un memorable soneto Jesús Orta Ruiz, "el Indio Naborí". Sabía Naborí que vivimos en tanto recordamos, en tanto nos hacemos seres no de un instante, sino de un devenir. Esa preocupación por preservar lo que hemos sido era la que animaba la carta del cienfueguero Víctor Hugo Abrahantes Mutuberría (Calle 63, No. 4401, e/ 44 y 46), publicada aquí el 2 de marzo último y titulada por este redactor: «¿Hicieron pulpa la historia?».
Contaba Víctor Hugo que al solicitar en la Biblioteca Provincial de su territorio acceso a la prensa nacional de la década de los 70 del pasado siglo, le habían informado que esta —en virtud de una resolución— había sido enviada a materia prima. Una compañera que atendió al lector le explicó que solo en la Biblioteca Nacional José Martí se guardaban las colecciones periódicas señaladas. Él, preocupado entonces, se cuestionaba el porqué de esta medida...
A propósito responde Alicia Martínez Lecuna, directora de la Biblioteca Provincial Roberto García Valdés, de la Perla del Sur. Explica Alicia que el sistema de bibliotecas públicas de Cuba tiene una política de desarrollo de colecciones a partir de la cual cada institución elabora su propia estrategia.
«Mantener indebidamente documentos contaminados o hacinados comprometería, pues, el estado de conservación del resto. El descarte es una práctica antigua, que forma parte de la política documental para organizar y administrar las colecciones, y a la cual recurren todas las bibliotecas del mundo», sostiene la Directora.
«La medida adoptada por la Biblioteca de Cienfuegos para la purga de las publicaciones seriadas —detalla— se sustentó sobre las directrices de su política de desarrollo de colecciones y descarte (...). Su objetivo fue sanear la colección, retirando aquellos documentos hacinados, contaminados, deteriorados y con presencia de vectores biológicos que comprometían no solo al resto del fondo bibliotecario, sino también y por encima de todo al ser humano que tiene contacto con ellos…».
Es válido señalar que la biblioteca cienfueguera atesora ejemplares de la prensa nacional con más de una década de publicados, en apego a las normas establecidas a este fin, apunta. Y añade que a las bibliotecas provinciales les asiste el deber y la obligación de velar por el patrimonio bibliográfico de cada territorio y es a la Nacional a la que compete el patrimonio bibliográfico de la nación.
Termina la Directora: «Es lamentable que un órgano de prensa de tan alto prestigio como Juventud Rebelde se haya hecho eco de una impresión personal y desacertada sin antes haber comprobado la veracidad de la fuente (...). Lastimoso también que el reportero haya hecho público su desconocimiento sobre el tema.
«El título escogido por el periodista para su trabajo, tampoco fue el más feliz por todo lo que compromete el prestigio de las bibliotecas cubanas y en especial a la de Cienfuegos. La ironía utilizada en este caso no cumplió el propósito por el matiz ofensivo y peyorativo empleado.
«Las bibliotecas públicas cubanas ni hacen pulpa la historia ni botan libros; depuran para garantizar la conservación y servicio de sus colecciones».
Agradezco mucho la documentada respuesta de la directiva cienfueguera y apunto algunos desacuerdos... Aunque cuestiones de espacio y otras muchas variables de las ciencias, normas y metodologías bibliotecológicas indiquen el descarte de fondos, alguna vía de acceso a la prensa nacional debe quedar para cualquier lector que quiera saber, por ejemplo, cómo narró la Cuba del año 1968 el periódico Granma. ¿O acaso los cubanos de Guantánamo tendrían que trasladarse invariablemente hasta La Habana para obtener esa información?
El deterioro de los fondos bibliográficos sin que las condiciones materiales o las estrategias del país permitan pasarlos a otro soporte —microfilm, digital, etc.— antes de que se hagan —literalmente— polvo, es un asunto muy serio. Eso no solo preocupa a Víctor Hugo Abrahantes.
Si, como usted afirma, nuestro medio goza de prestigio es, entre otras razones, por dar crédito a las opiniones personales de los lectores y además a las instituciones que responden a este espacio. Dicho sea de paso, ¿qué opinión, en su fondo o en su esencia, no es personal, individual, subjetiva? Este redactor jamás cuestionó a «las bibliotecas públicas cubanas», sino que dio espacio a un criterio concreto sobre un hecho, en una biblioteca.
Tampoco se empleó —creo— matiz peyorativo alguno. Y respecto a la pertinencia o no de un titular, la responsabilidad de cómo se ejerce una profesión, ya sea la suya o la nuestra, solo compete a quienes la desempeñan. El respeto debe ser mutuo.