Acuse de recibo
Agua. Ese es el simple y hondísimo reclamo de la capitalina Mirelys Rebeca Cruz Becerra (Carretera Alberro No. 3 y medio, s/n, Alberro Viejo, Cotorro), cuya carta recaló en esta columna el 12 de marzo último.
Narraba entonces la remitente que aunque siempre hubo abasto del vital líquido en su zona de residencia, un buen día este desapareció y comenzó una larga cadena de gestiones cuyo resultado solo había sido la sequía.
Al interesarse con los compañeros del Poder Popular municipal —abundaba la lectora—, estos enviaron una brigada de trabajo cuyos integrantes comunicaron a los vecinos afectados que, aunque al cruzar la calle había abastecimiento, no podían hacer nada. El argumento empleado era que las tuberías correspondientes habían sido sustraídas y no había repuesto para estas.
Luego sobrevino la necesidad de romper la calle para ejecutar la obra. Se obtuvo la autorización para ello, pero el grupo de trabajo que debía ejecutarlo dejó esta labor a medias y no regresó.
Volvieron los trámites con Aguas del Cotorro, que no disponía de un chipijama (martillo perforador cincelador) para la tarea. Hasta que llegó a casa de la remitente —en ausencia de ella— la notificación de que la única posibilidad de abasto era a través del envío de pipas cada cierto tiempo, lo cual la hermana de Mirelys se negó a firmar.
Al respecto, contesta Wilfredo Carrillo Viamontes, director de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado del Cotorro. Comienza aclarando el directivo que en su entidad se supo del robo de las tuberías que abastecían la casa de Mirelys por la denuncia de un vecino. Estas tuberías estaban «conectadas a la red de un centro estatal, ya que las redes de Acueducto no llegan a ese lugar».
Luego, «el Acueducto, en aras de que la compañera no se quedara sin agua, le propone el abasto (...) mediante pipas hasta tanto se pudiera reinstalar su vivienda a las redes que pasan algo distantes. Para realizar estos trabajos se impone la necesidad de solicitar a otra empresa del organismo los equipos necesarios»…, sostiene Wilfredo.
En tal situación —precisa—, le pidieron colaboración a otra entidad del propio sistema de Recursos Hidráulicos que estaba trabajando en el municipio, la cual facilitó una zanjeadora de acometida, para picar la calle recién asfaltada. Esta acción —enfatiza— se llevó a cabo antes de que se produjera la queja.
«Solo estamos a la espera de que nos presten una retro (¿?) para conectar el agua a la demandante», apunta. Y finalmente ofrece disculpas a la afectada a la par que informa que «fueron tomadas las medidas necesarias para garantizar su conformidad».
Agradezco la rápida respuesta de Wilfredo. No obstante, me gustaría apuntar algunos detalles que, a mi juicio, quedan en tierra —o en agua— de nadie. Hubiese sido oportuno precisar qué medidas se emprendieron ante la desaparición de las tuberías, al menos a qué institución correspondiente se le comunicó, porque no se desentierra un largo fragmento de hierro o plástico, ni se transporta, como quien hurta una pelota de ping pong.
Tampoco queda claro el asunto de la obra iniciada y dejada a medias, las razones que llevaron a ello y si se sostuvo en ese momento la adecuada comunicación con los afectados por la medida.
Igualmente, habría aclarado mucho estas turbias aguas, que el directivo explicara por qué las redes llegaban a una empresa cercana y no a las viviendas. «Algo distantes», puede ser cien metros o 500, en dependencia de cómo se evalúe, por eso siempre es mejor ser exactos en las apreciaciones para contestar a un problema.
No obstante, es oportuno reconocer el esfuerzo de quienes, como los compañeros de Acueducto, laboran sin los elementos básicos imprescindibles para su faena. Hay en ellos un mérito enorme.