Acuse de recibo
Las cartas de hoy traen un líquido problema que suele pesar más que los sólidos más pesados. Una viene de Pinar del Río y la otra de la capital. Comencemos por Vueltabajo...
Desde el barrio Siete Matas s/n (frente a la fábrica de fósforos) en el municipio de Pinar del Río, escribe Humberto Aguilar Izquierdo, quien no entiende cómo se maneja el servicio de agua en su territorio para que sean tan largos e irregulares los períodos entre una y otra llegada del precioso elemento.
Humberto se ha dirigido en persona y telefónicamente a las autoridades de Acueducto. «A mi casa, en dos ocasiones, han venido a darme respuesta de quejas formuladas, todas con razón, pero no me han traído el agua; o no la han mantenido con el ciclo que se acerque a lo necesario, pues han transcurrido ciclos en que durante más de 20, 15, 13 días... no la recibimos, y sin que se hayan producido averías».
Refiere el lector que mensualmente su familia paga el servicio y que, al momento de escribirnos, llevaban 12 días de tuberías secas. ¿Quién controla y cómo la puesta de agua para esta zona? ¿Por qué no se establece un servicio con regularidad y se informa de ello, incluso por los medios de comunicación, a los clientes?
En el barrio de la capitalina Mirelys Rebeca Cruz Becerra (Carretera Alberro No. 3 y medio, s/n, Alberro Viejo, Cotorro) las cosas no andan mejor con el suministro. Resulta que aunque siempre hubo abastecimiento regular en la zona desde que ella vive allí, hace 11 años, de un buen tiempo para acá el agua desapareció misteriosamente y comenzó un árido calvario del que los vecinos no saben cómo salir.
Cuenta Mirelys que han comunicado la situación varias veces a los delegados de circunscripción y a los compañeros de Aguas del Cotorro, específicamente a su director, Wilfredo (no refiere el apellido), pero solo han obtenido esperas y acciones incompletas.
Al ver que pasaban los meses y nada, la remitente se encaminó al Poder Popular del municipio. Allí, el funcionario con el que se entrevistó, Yudarkis Atenso, le aseveró que iría una brigada de trabajo a la zona. Y en efecto fue, «pero nos dijeron que, aunque a solo cruzar la calle había suministro, no podían hacer nada ya que las tuberías fueron sustraídas anteriormente y no tenían disponibilidad de estas…».
Vuelta al Poder Popular: entrevista con su máxima autoridad. Choque con la necesidad de romper la calle para ejecutar la obra. Al fin, Mirelys obtiene el autorizo para la ejecución.
Los compañeros de la brigada «fueron finalmente y rompieron un cuarto de calle; entonces salió el administrador del ranchón del Complejo Lácteo y les dijo que no podían hacer lo que estaban haciendo. La brigada recogió y se fue y nunca más regresó», narra la lectora.
Una vez más fueron a ver al Director de Aguas del Cotorro y este explicó que «hay un solo “chipijama” (martillo perforador cincelador) en el municipio» y «Santa María del Rosario —localidad que, según le explicó el directivo, lo estaba empleando— no lo quiere prestar». De ahí al Gobierno y más gestiones, y más llamadas, y más carreras, y menos agua.
La última noticia es que llegó a casa de Mirelys, en momentos en que ella no estaba, una persona con documentos para firmar, en virtud de los cuales «la única posibilidad era mandar una pipa de agua cada cierto tiempo». La hermana de la reclamante se niega a firmar los papeles, pues no estaban de acuerdo con dicha solución tangencial. Desde entonces, solo se ve el polvo del camino.
Cuántas interrogantes quedan flotando en esta historia. ¿Cómo desaparecieron las tuberías por las que llegaba regularmente el agua? ¿Por qué en un principio podía romperse la calle para reparar y después no, y luego se rompe y se deja a medias? ¿Acaso no es un gasto mayor de recursos y de fuerza de trabajo intentar resolver con pipas lo que ha de solucionarse de forma más duradera?