Acuse de recibo
La insuficiencia renal del espirituano Osvaldo Fernández Campo (edificio 22 apto. 1, reparto Armando Mestre, Trinidad) no armoniza con las condiciones higiénicas de su vivienda. Y no es porque la familia se descuide de limpiar el hogar, sino porque los albañales hacen su reflujo por cuanto tragante existe.
El caso lo publicamos en Acuse el 24 de noviembre último, con una detallada narración de los escalones atravesados por Osvaldo y los suyos para tratar de solucionar el problema. Refería el espirituano que varias entidades de su municipio —Dirección de Acueducto y Alcantarillado, Dirección de Higiene y Epidemiología, Gobierno— ya tenían noticia de él.
Incluso, el remitente ha recibido visitas de funcionarios de varias de estas instituciones, incluyendo la dirección del grupo Gaviota Topes de Collantes, pues la casa pertenece a dicha empresa, la cual desde 1996 la arrienda a la esposa de Osvaldo, una de sus trabajadoras.
Las dificultades de salud del lector se acrecientan. Luego de dos transplantes de riñón y continuo tratamiento de hemodiálisis, había tenido que recurrir a varias terapias con costosos antibióticos para mantenerse en pie. Este redactor apuntaba entonces el contrasentido de que el país invirtiera importantes sumas en la salud de un ciudadano y que por otra parte las condiciones de su entorno de vida lo llevaran a recaídas.
A propósito nos escribe Fredesman Jiménez Bravo, director general de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Sancti Spíritus. Explica el directivo que Almest, la entidad que reparó el inmueble en 2005, «colocó indebidamente el punto de vertimiento de los residuales (…) contrario a la pendiente de evacuación»; y esto provocó la retención y el reflujo.
Evoca además Fredesman que a partir de una reunión efectuada el 5 de septiembre pasado con los factores implicados, se concluyó que tanto Acueducto como la Delegación de Recursos Hidráulicos en Trinidad son los operadores y administradores de las redes de alcantarillado y no fueron consultados para la supuesta solución que se le dio al problema durante la reparación.
También del encuentro entre los entes involucrados se sacó en claro que para resolver, al menos parcialmente, el dilema habría que recolocar la conexión anterior del edificio al que pertenece la casa, «hasta tanto comience la rehabilitación de la laguna de oxidación existente y la construcción de una nueva, que debe comenzar en 2013».
Igualmente, del intercambio entre las instituciones surgió la aseveración del Subdelegado de Inversiones de la Dirección Provincial de Recursos Hidráulicos de que su entidad «está dispuesta a suministrar parte de los recursos que hacen falta para la solución del problema».
Apunta Fredesman en su misiva que de la misma forma que Recursos Hidráulicos, Acueducto está presto a cooperar en todo lo necesario para evacuar de una vez las angustias de este caso.
Agradezco la misiva del dirigente espirituano y espero que las demás entidades que de forma parcial o total tienen que ver con la encrucijada de Osvaldo Fernández y su familia, coadyuven de la misma forma a que se despeje. Y que la voluntad —más allá del deslinde de responsabilidades— pronto se traduzca en acciones.
Me tomo la licencia de escamotearles estas líneas finales a las preocupaciones de todos los días, para felicitar a quienes nos hacen mejores con su sola existencia: los maestros. Cuánta torcedura enmiendan estos faroleros con su callada virtud...