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La odisea de un modelito

EL título hoy lo puso Oscar Marrero (Patrocinio 508, entre Mayía Rodríguez y Goicuría, Víbora, La Habana), quien cuenta que desde 1967 paga el impuesto sobre transporte terrestre en la actual sucursal 297 del Banco Metropolitano, sita en el reparto Mónaco, en la capital. Siempre él obtenía allí el modelo requerido para ello, lo llenaba y lo pagaba. Pero este año, cuando fue a realizar similar operación, le dijeron en la 297 que el modelo debía buscarlo en la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) del municipio, pues se trataba de un documento tributario.

Oscar contactó con la ONAT nacional, y le reiteraron que se trata de un modelo tributario, pero han tenido la iniciativa de tratar de ubicarlo en las sucursales bancarias para facilitar la gestión de los contribuyentes.

El cliente volvió a la 297 y se entrevistó con la gerente comercial, quien le reiteró que era un modelo de la ONAT y el Banco no tiene la responsabilidad de su entrega. Oscar insistió en lo informado en la ONAT Nacional, pero ella repitió el mismo argumento. Él preguntó si hay alguna disposición del Banco Metropolitano que impida brindar el servicio, y le dijeron que no podían darle esa información.

Oscar se comunicó de nuevo con la ONAT nacional, y allí le reiteraron la disposición de facilitar los trámites a través de las sucursales bancarias.

Entonces, contactó con la funcionaria Karelia del Portillo, en la Oficina Central del Banco Metropolitano. Y ante su insistencia del porqué se había eliminado esa facilidad a los contribuyentes, «invariablemente fue la misma respuesta: es un modelo de la ONAT; en ningún momento me definió que ello estuviera prohibido por ninguna instancia del Banco, tampoco afirmó que si la ONAT llevaba el modelo a las distintas sucursales, las mismas lo aceptarían. Incluso, aseguró que desde hace varios años las sucursales no disponían del mismo y que iba a llamar a la 297 para precisar por qué en 2010 aún facilitaban este trámite.

«¿Se imagina lo que significa para decenas de miles de contribuyentes trasladarse a la única oficina de la ONAT en cada municipio, para después ir a pagar el impuesto a una sucursal bancaria que puede estar a pocos metros de su domicilio?, pregunta. ¿Cómo es posible que dos entidades no se pongan de acuerdo para, no una nueva facilidad, sino mantener una que históricamente se ha brindado?».

Concluye con la convicción de que «los compañeros de la ONAT están en la mejor disposición de facilitar el trámite de pago a los contribuyentes del impuesto terrestre; el nudo hay que destrabarlo en el sistema bancario».

Con sonrisas, respeto y amor

Luego de una infausta experiencia en un centro hospitalario que no quiere nombrar, por respeto a los buenos profesionales y trabajadores que hay allí, Wilfredo L. Ulloa (Porvenir 1309, entre Kessell y María Auxiliadora, Víbora Park, La Habana) comenzó a atenderse en el Hospital Militar Carlos J. Finlay, de la capital.

Allí se operó exitosamente de la próstata con un excelente equipo, liderado por el doctor Santiago Carrillo, especialista en Urología General. «Debo resaltar —apunta— que mucho contribuyó a mi recuperación no solo la capacidad del equipo, sino su trato tan humano hacia todos los pacientes, la alta profesionalidad y el calor humano. Y ese espíritu se nota en el resto de las especialidades, y en actividades comunes a todas, como laboratorio, rayos X y el resto».

Luego Wilfredo encontró la clave: «Si va a la Dirección del hospital, hay un cartel en la puerta que dice Empuje. Y cuando se para frente a la secretaria, hay a su izquierda otro que dice: Estimado visitante: Le ruego confíe en mi secretaria. Ella lo ayudará a encontrar el camino. Mis vicedirectores tienen autoridad para resolver los problemas. Lo podrá comprobar. Si usted no queda satisfecho de la respuesta, o se siente “peloteado”, no dude en regresar aquí».

Ulloa es comunicador social, y deduce de esas palabras que allí existe trabajo en equipo, un plan de comunicación, se denota un sentido de pertenencia y amor por lo que cada uno realiza. En su opinión, ese centro cumple los tres paradigmas del comunicador: la sonrisa (nada cuesta para el que la da y representa mucho para el que la recibe), el respeto y el amor.

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