Acuse de recibo
La lectora Milagros Fals denunció aquí el pasado 25 de junio el engaño de que fue víctima, una de esas pequeñas pero sistemáticas artimañas con que se socava a los consumidores detrás de cualquier mostrador.
Milagros fue a comprar carne de cerdo, a 18 pesos la libra, en el mercado agropecuario 280 (El Pabilo) de la ciudad de Camagüey. El dependiente le pesó la carne y le cobró ochenta pesos. La mujer sopesaba el pedazo con desconfianza, hasta que comprobó el peso en dos unidades distintas, y resultó tres y tres cuartos de libra. Le habían estafado 13,50 pesos en sus mismas narices.
Retornó a El Pabilo y requirió al dependiente. Este comprobó el peso e insistió en que eran cuatro libras, y que la carne había subido a 20 pesos la libra. Milagros le recordó el precio de la pizarra: 18 pesos.
Derrotado en sus argumentos, el dependiente optó por hacer mutis y limpiar constantemente con un pañito el mostrador; pero no se disculpó con la clienta ni le devolvió el dinero mal habido. Lo peor, según Milagros, es que el administrador del mercado lo presenció todo pero tampoco abrió su boca para excusarse con la señora ni para impartir justicia.
Al respecto, responde el ingeniero Edenio Puga Castellanos, delegado de la Agricultura en la provincia de Camagüey, que el Director de Acopio en el municipio se entrevistó con Milagros y posteriormente se analizaron los hechos en el consejo disciplinario de la entidad.
Por la gravedad de lo sucedido, apunta Edenio, al administrador de la unidad El Pabilo se le aplicó la separación definitiva del centro por ser responsable colateral. El vendedor y concurrente al mercado fue expulsado de su cargo en la cooperativa de créditos y servicios Cándido González.
«Se le dio respuesta a la afectada —precisa Edenio— y aunque ella no estuvo de acuerdo con las medidas aplicadas, sí afirmamos que no podemos permitir que hechos como estos se lleven a cabo en nuestras entidades. Trabajamos para ofertar nuestros productos para la alimentación de nuestro pueblo, no para robarle o engañarle».
Lázaro Jacinto Sánchez ventiló aquí el pasado 17 de septiembre que la Delegación de la Agricultura en el municipio habanero de Madruga le había denegado el derecho a 0,27 caballerías de tierra en la finca Viciado de ese territorio, herencia de su fallecido padre, y trabajadas con sus propias manos.
El campesino señalaba que de esa tierra depende su sustento alimentario y económico, y sentenciaba que «debe rectificarse esa injusticia y el error de haber declarado ociosas las tierras de la finca cuando se promulgó el Decreto Ley 259. Nunca han estado ociosas y soy su legítimo dueño».
Responde Armando Martell, subdelegado de Funcionamiento y Control de la Agricultura en la provincia de La Habana, que la comisión creada, luego de investigar los hechos, llegó a las siguientes conclusiones:
Lázaro Jacinto pretendió adjudicarse el terreno, presuntamente propio, de su difunto padre. Y para ello inició trámites, hasta llegar a Revisión. En todos los procesos le denegaron sus pretensiones pues no pudo demostrar la titularidad del área, la cual forma parte de la Cooperativa Julio Antonio Mella desde 1983. Aclara que «definitivamente, y a partir de la negativa en Revisión, contra dicha respuesta no cabe otro recurso: ni en la vía judicial ni en la administrativa».
Señala que Lázaro Jacinto no está desprotegido en tenencia de tierra, pues posee dos áreas: una al amparo de la Resolución 24/91, y otra al amparo del Decreto Ley 259/08, que totalizan 5,50 hectáreas para uso y disfrute.
En cuanto al proceder de la Delegación de la Agricultura en Madruga y el Centro de Control de la Tierra, afirma, no tienen nada que rectificar pues no solo ellos no accedieron a la solicitud del compañero, sino que tampoco lo hicieron el resto de las instituciones que atendieron la apelación y la revisión. Y explica que esta respuesta le fue notificada al interesado, por lo cual consideran concluido el caso.