Acuse de recibo
Siempre fue la bebida vital, que a nadie se le negaba. El agua era, y es, como el oxígeno para respirar. Pero desde que se industrializó y comercializó en botellas plásticas, el agua transitó hacia el parnaso de los líquidos inalcanzables para muchas personas.
La queja viene a nombre de Cándido Maimot Laffita, vecino de calle 36, escalera 110, apartamento 14, entre Primera y Autopista, en Varadero, provincia de Matanzas. El remitente escarba en sus recuerdos de la infancia, para atestiguar que, en cafetería que se respetara, el aromático café venía precedido de un vaso con agua helada.
Sin embargo, asevera el remitente, esa costumbre se ha perdido. «La regla es que, si no compras la botella de agua, la que paradójicamente cuesta más que el café, tienes que prescindir de ella. No es difícil comprobar que el café, en la mayoría de las cafeterías que lo expenden en divisas, vale 50 centavos CUC, mientras una pequeña botella de agua por lo común cuesta 70 centavos CUC», señala.
Cándido cuenta que el 11 de mayo de 2007, a las 5 y 30 de la tarde, en la cafetería Las Palmeras, Vía Blanca entre Canasí y Jibacoa, solicitó café para él y su esposa, y tuvo que comprar el agua embotellada. Pero a su lado, cuatro cadetes rogaron al dependiente que, por favor, les sirvieran agua en un vaso. Y este, de forma tajante, les indicó que no la tenía como ellos querían. Les sugirió que fueran al baño y bebieran del lavabo.
Confiesa Cándido que aquello le indignó, porque eran jóvenes que tenían sed. Y merecían otro tratamiento. Como la botella plástica que adquirió estaba por la mitad, llamó a los cadetes y les ofreció lo que quedaba. Y ellos se lo agradecieron con esa cortesía de los que poco tienen. Los muchachos compartieron el agua.
Tal experiencia ha hecho meditar a Cándido. Si bien el agua embotellada es una garantía de seguridad para los consumidores nacionales y foráneos, y de alguna manera es una vía de ingresos para la economía nacional, el lector sostiene que deben buscarse alternativas para quienes no tienen pesos convertibles y tienen sed. Porque el agua nunca se le negó a nadie. Según Cándido, en esos establecimientos deberían situarse dispensadores de agua fría gratuitos y democráticos.
Y tiene razón Cándido. Está bien la comercialización de la embotellada, pero el agua, sencillamente, no se le debe negar a nadie. Es una muestra de generosidad ancestral, de siglos y siglos.
En la segunda carta de hoy, Yolanda Sierra Sánchez me envía una de esas historias increíbles que sufren los ciudadanos impunemente.
La lectora, quien reside en Constitución número 4, entre Calzada de Managua y Atlanta, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo, cuenta que un aciago día una grúa de la Unión de Camiones de Güines, con chapa BST 390, se proyectó contra su vivienda.
Precisa Yolanda que producto de la embestida, le desbarataron el portal, la sala, cuarto, comedor, baño y cocina. Ella habló con el director de la empresa y este le dijo que le iban a reparar lo dañado. Pero todo quedó en eso: palabras y promesas.
Sostiene la remitente que cada vez que llama a esa entidad no están. Le dicen que se encuentran en una reunión, que el camión está roto... Ya lo último, según la testimoniante, es que le han dicho que eso no es problema de ellos, que se les habían ido los frenos y que qué iban a hacer...
Habráse visto algo semejante. Prefiero pensar que tal excusa fue planteada ligeramente, sin pensarlo. Porque las personas dañadas por una entidad merecen todo el respeto del mundo.
Por otra parte, quiero aclarar a todos nuestros amigos lectores que esta sección está abarrotada de cartas, y lamentablemente deben aguardar su momento. Es mucho con demasiado lo que llega a nuestra mesa. Y todo hay que leerlo y releerlo, procesarlo. Hay personas muy impacientes, que se molestan y hasta nos hieren, porque consideran que no las tenemos en cuenta. Cada uno con su problema, y cada uno cree que el suyo es el más importante. Por favor, consideren nuestro paciente trabajo. Gracias.