El dinero fácil de obtener, como río revuelto, incita a pescar al proclive a delinquir. Y esta verdad verdadera pasa, digámoslo sin tapujos, hasta por la benevolencia con que se ha tratado ese fenómeno, más visible en el actuar desenfrenado de coleros y revendedores.
Esa plaga a la vista pública, ahora mismo, multiplica los pesos exprimiendo al máximo la necesidad del prójimo que, a veces, sin otra alternativa tiene que morir en sus malsanas manos.
Llegan al extremo de querer justificar su negocio ilícito con la desfachatez de que le resuelven un problema a la gente cuando, en realidad, esa práctica perjudica el mercado oficial, a la población y manifiesta un irrespeto inadmisible a la Ley.
Para rematar esa trilogía, como si fuera irrisoria, la complementan los acapadores que funcionan de mercado mayorista ofreciendo mercancías al por mayor. ¡¡¡Todos!!! apuntalan sus marañas con un gravísimo accionar corruptor.
Lo ejercen muchas veces con los resultados deseados sobre los empleados de establecimientos y, ¿vaya usted a saber con quién más?, para obtener explícitamente mercancías sin que los jefes de aquellos se den cuenta. ¡Ufff...!
Pero también captan gente, peso por medio, para convertirlos en coleros y revendedores, preferiblemente mujeres, personas de edad avanzada y hasta discapacitados.
Recapitulemos: ese andamiaje posee sus categorías. El de mayor jerarquía resulta el gran acaparador, mas están los coleros, que operan por su cuenta, y los asalariados del maceta, que pone la plata para que acopien y luego le da una ganancia por realizar la reventa.
En los últimos tiempos las autoridades arreciaron el enfrentamiento contra estas personas que han hecho del vivir por la izquierda su esencia lucrativa, mientras la sabia tribuna de la calle expresa satisfacción, porque aprueban, como en cualquier lugar, esa protección que corresponde imponer a las autoridades ante quienes quebrantan la legalidad.
Pero tan intocables se creen muchos de los transgresores que su ofuscación les impide sentir que se está halando el nudo corredizo para atajar ese desorden atribuido a la escasez, una verdad a medias, porque nada puede justificar la inmoralidad.
Aquí les va un ejemplo de lo que se está haciendo: por delitos relacionados con actividad económica ilícita, desobediencia, acaparamiento y propagación de epidemias, en Cuba han sido procesados alrededor de 1 285 coleros desde el inicio de la pandemia de COVID-19 en marzo último, de acuerdo con un reporte publicado en el sitio web del Ministerio del Interior.
Desmenuzada esa cifra tenemos que se aplicaron medidas profilácticas, multas, y a otros se acusó por los delitos de actividad económica ilícita, Desobediencia, acaparamiento y propagación de epidemias.
Con esos truenos cayéndoles a unos encima y a otros cegándolos con el resplandor del rayo, lo único aconsejable es evitar oídos sordos al mensaje clarísimo de las autoridades de que las ilegalidades no se van a permitir, porque sencillamente pueden comprometer el curso cotidiano de nuestra sociedad.
Que nadie piense que se trata solo de una acción momentánea y todo volverá a la normalidad, es decir, dejar hacer y deshacer.
El pueblo quiere, incluso, que contra todas esas acciones ilícitas endurezcan más las leyes para que lo piense tres veces aquel que tenga la idea de lanzarse al oscuro laberinto de vivir al margen de la legalidad. Así de lógico, así de sencillo.