No tendremos economía actualizada con un economista irrespetado. Cuba no solo está urgida de transformar la primera, sino también la dignidad del segundo.
Casi nada de lo que nos proponemos en la reconfiguración estructural y hasta moral del país en este terreno será posible si esa «columna» —en el sentido martiano de la palabra— no logra asentarse, sin el arrastre de añejos traumas y menosprecios, en la naturaleza misma de los cambios.
La víspera de este 26 de noviembre, en que estos profesionales celebran su día, recordé que un prominente Premio Nacional y venerable maestro en el tema me confesó que sus hijos no quisieron seguirle los pasos. Habían sido testigos silenciosos de lo «machucados» que estaban los de su oficio.
El cubanísimo y desalmidonado «machucado» trascendía los ingresos desajustados, con las consecuencias materiales y espirituales que implican para la familia o lo personal. Quienes por nuestro oficio tuvimos que estar al tanto de los dilemas del economista y el contador cubanos, sabemos que la laceración esencial fue la marginación que sufrieron sus responsabilidades dentro del entramado socioeconómico nacional, además de sus estudios, análisis y consideraciones.
Parecían proporcionales el desconocimiento de sus tesis con el agravamiento de nuestras falencias en este ámbito a todos los niveles. Todo ello derivó en la ausencia de un protagonismo y participación real en la concepción y solución de los problemas de la economía, desde los más focalizados hasta los más estructurales.
Tal vez es preciso reconocer que en algunos casos nos hemos reunido mucho, pero nos hemos escuchado muy poco. De otra forma no pudiera explicarse por qué en una sociedad tan especialmente estructurada como la cubana, y que contaba con tan diversos espacios de socialización de la opinión, los desencajes terminaron por imponerse sobre esta última.
Seguramente, como refirió en un extenso y sustancial reportaje nuestra colega Alina Perera, participación ha sido una palabra muy mencionada, aunque en realidad poco aprehendida o cabalmente utilizada, pese a que en ella parecen coexistir muchas de las combinaciones mágicas que nos involucrarían apasionadamente en seguir tejiendo la suerte de la nación.
Como sostuviera un distinguido analista en ese material, en oportunidades ha faltado propiciar un espacio bien orientado hacia la reflexión constructiva y hacia la aportación creativa, lo cual debe ir aparejado con un rediseño de ingeniería social; porque si se propician estos espacios de reflexión y debate, y por otra parte ciertas instituciones tienen unas normas tan estrechas que no permiten encauzar las reflexiones, ello crea una desconexión entre el alcance de los propósitos y lo que se pueda lograr.
Sencillamente, en la medida en que se hacen rutinarios algunos procesos, se les pierde interés, cuando lo ideal es sentir que estos son necesidades verdaderamente en juego.
Las circunstancias de la actualización, incluyendo el amplio debate nacional que le dio forma, alientan hacia una nueva forma de construir el consenso entre la visión técnica y la política en el ámbito económico, de modo que se encuentre el punto justo entre la radicalidad y el equilibrio, tan genialmente marcado por José Martí.
Sería una inconsecuencia con los postulados de flexibilidad y oído pegado a la tierra de la actualización desoír criterios fundados en la experiencia de años o en sólidos y fundamentados estudios, mientras prevalecen o se enraízan contrariedades que enrarecen el ansiado clima de bienestar económico que las transformaciones en marcha buscan despejar.
Lo ideal sería no tener que interrogarnos por qué una fuerza técnica tan impresionante como la formada por la Revolución no logró el milagro de multiplicar panes y peces. ¿Acaso no lo deberíamos esperar de los 80 000 integrantes con los que hoy cuenta la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba?
Ardor no parece faltar entre esos profesionales, pues han llegado a este 26 de noviembre, en fecha raigalmente guevariana, implicados de muy diversas maneras en la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.
Pero participar en propiedad supone abandonar cierta visión instrumental y movilizativa. Levantar el orgullo del economista y el contador cubanos, además de involucrarse, tener presencia o emitir criterios, supone seguir solidificando la ilustre posición de influir en las decisiones.