Los niños han aprendido los pasos y cada gesto de cortesía. Autor: Pablo Massip Publicado: 31/03/2025 | 09:58 pm
Aitana, Anayansi, Angeline, Camila, Lorena, Alejandra, Ángel, Enzo, Adam y Alex lucían elegantes. Ellas, ataviadas con vestidos y lazos en sus cabellos, llevaban abanicos en sus manos. Ellos, con pantalón, camisa y corbatín. Con prestancia y ternura, bailaron en parejas cada uno de los danzones que el Piquete Típico Cubano interpretó en la bella sala Gisela Hernández, del Museo Nacional de la Música, como parte de su peña habitual Danzón: memoria e historia.
Los niños, estudiantes de la escuela primaria Rafael María de Mendive, del municipio de La Habana Vieja, esperaban, ansiosos, su momento para bailar. Han aprendido los pasos y cada gesto de cortesía que, simulando los paseos de antaño en los salones de baile, cada pareja compartía al saludarse entre sí. Rememoraron la época dorada del baile nacional de Cuba y demostraron que, si desde edades tempranas se siembra el amor por lo autóctono, puede reverenciarse la riqueza cultural de nuestro país.
Orgullosa de ellos, su maestra Loyda Rafaela Vargas velaba por su comportamiento y su correcta ejecución en cada pieza. «Ellos esperan el segundo miércoles de cada mes con emoción, y es realmente muy gratificante verlos aprender a bailar danzón y compartirlo
con los demás estudiantes», comentó.
Emociona verlos tan pequeños y respetuosos, a gusto con un género de origen cubano que forma parte de nuestra música tradicional y que, lamentablemente, es tan poco conocido y querido por las nuevas generaciones. Es un ejemplo de cuánto puede hacerse, y de manera exitosa, para salvaguardar nuestro patrimonio.
«Es un trabajo constante y de mucho rigor el que realiza el Piquete Típico Cubano, agrupación legendaria creada en 1963 por el reconocido pianista, musicólogo e investigador Odilio Urfé. No solo nos
interesa la interpretación y creación musical, sino también la labor de divulgación y didáctica para acercar a un público cada vez más mayoritario al disfrute del danzón, una de las más genuinas expresiones artísticas de la cultura cubana», expresó Jorge Vistel Columbié, director del Piquete desde 2006.
Lo que sucede los segundos miércoles de cada mes en el Museo de la Música es un ejemplo de ello. En presencia del público asistente y de bailadores adultos, quienes de manera asidua participan en sus presentaciones, están los pequeños aprendiendo y bailando.
Cada pieza musical que se les regala es comentada por la musicóloga y representante de la agrupación, Ysela Vistel, quien adereza la presentación con datos del autor, comentarios alegóricos a la etapa de su estreno o anécdotas en torno a sus versiones conocidas. «Todo ese conocimiento también es importante compartirlo, para que el disfrute de la música sea admirado desde varios puntos de vista».
Los integrantes del Piquete Típico Cubano también visten con elegancia sobria. Rinden tributo al género desde la manera en la que toman sus instrumentos, se sientan ante el público y ejecutan cada pieza. Confluyen varias generaciones en la formación y ello también resulta interesante.
Es la única agrupación cubana (cornetín, dos clarinetes, dos violines, trombón, figle o bombardino, contrabajo, güiro y timbal de orejas) que defiende el danzón a la manera tradicional, y lo hace con una singularidad rítmica y tímbrica que permite disfrutar de cada presentación desde lo lúdico hasta lo académico.
Homenaje al danzón y Homenaje a José Urfé son dos fonogramas de esta agrupación, y constituyen riqueza cultural de punta a cabo, en tanto ofrecen piezas populares, algunas casi olvidadas y otras de autoría contemporánea, no solo en su versión instrumental, sino con presencia vocal de lujo, como es la de Pablo Diez, hijo de Barbarito Diez.
Luisa toma de la mano a Lino; Marcos rodea por la cintura a Valentina; Sonia y Samuel se disponen a ocupar su espacio en el salón. Las tres parejas, ganadoras de encuentros destinados a preservar la memoria musical cubana, bailan orondas. Los niños los miran, atentamente. Se fijan en sus pies, en sus manos, en sus sonrisas de complicidad. Quieren aprender de ellos. Los adultos los invitan a compartir espacio. Se produce entonces un sublime acontecimiento que solo los presentes podemos contar. Realmente sublime.