Rememorar el aniversario 280 de la Universidad de La Habana obliga a comprometernos con el propósito de investigar, estudiar y promover las raíces de nuestra identidad nacional en su larga historia desde los tiempos de gestación, en los finales del siglo XVIII hasta nuestros días, y estimular de esta forma la fortaleza de su presente y la esperanza redentora del porvenir. En ello está contenida la esencia de la cubanía.
Julio Antonio Mella nos exhortó a descubrir «el misterio del programa ultrademocrático de José Martí». Lezama Lima, desde su vocación teológica, señaló que Martí «es un misterio que nos acompaña». Hoy, cuando nos acercamos al aniversario 280 de nuestra casa de altos estudios, invitamos a promover investigaciones, trabajos de grado y tesis académicas en torno al famoso «misterio» de Cuba.
Esto se puede hacer sobre el fundamento de la historia de nuestra Universidad de La Habana, porque en su fundación estaba contenido el germen de lo que más tarde sería la institucionalidad cubana. Ella puede ejemplificarnos el carácter de esta historia y los antecedentes culturales de nuestras ideas socialistas. Tal empeño servirá también para conocer las raíces del socialismo en Cuba.
Constituye un deber no solo para nuestra Patria sino para América Latina y el mundo mantener viva y fortalecer la memoria histórica de la nación cubana, y la Universidad de La Habana es pieza esencial de esa memoria. La larga evolución de más de dos siglos y medio contenida en la vida de la Universidad habanera se ha correspondido con la evolución de la identidad nacional cubana.
Por esto, exhorto a los jóvenes y profesores a profundizar en lo que representa, como ninguna otra institución del país, nuestra casa de altos estudios y su vínculo esencial con el «misterio» de que nos hablaran Mella y Lezama. Podemos hacerlo a través de un diálogo de generaciones entre los que vivimos intensamente en el siglo XX y los que vivirán bien entrado el XXI. Será un diálogo entre dos siglos.
Así cumpliremos las orientaciones de Fidel cuando nos advirtió que para salvar a la humanidad de un desastre que puede conducirnos a la muerte de todas las especies es necesario emplear la inteligencia genéticamente recibida que no somos capaces de utilizar.
Invito, por ello, a un diálogo de generaciones a la luz de la historia de la Universidad de La Habana que nos servirá para emplear más ampliamente la inteligencia, y esto solo puede hacerse sobre el fundamento de subrayar la importancia de las emociones, de la facultad emocional del hombre como categoría fundamental de la realidad objetiva. El hombre, a partir de su condición animal se ha elevado hacia el saber, de ahí su denominación de homo sapiens. Pero el hombre también ama u odia, y la relación entre la inteligencia y el amor es la forma más adecuada para asumir el reto que nos ha planteado Fidel.
Estimulemos los vínculos entre inteligencia y amor que son, en verdad, los que pueden conducirnos a la victoria definitiva de nuestra especie. En el papel de los factores subjetivos en nuestra historia podrán encontrarse causas esenciales de por qué se produjo el triunfo de la Revolución socialista en Cuba sobre un fundamento bien diferente al de Europa.
Como homenaje a la efeméride subrayo nuestra disposición, a partir del Programa Martiano, a laborar junto con los profesores, alumnos y trabajadores del Alma Mater en dicho empeño y, para ello, partamos del estudio de la significación de las siguientes categorías: cultura, con la justicia como su primera y fundamental categoría; ética entendida a la manera de Luz y Caballero: la justicia es el sol del mundo moral; educación, como la definió Martí, referida a los sentimientos; política práctica que significa superar el divide y vencerás y establecer el unir para vencer.
Estudiémoslo sobre la base del principio filosófico de la primera mitad del siglo XIX que nuestros pensadores llamaron electivo. Tomemos lo mejor de todas las ideas, de todas las filosofías, de todas las tendencias, sin ismos entorpecedores, y encontraremos las claves necesarias para el pensamiento teórico que necesita el siglo XXI, y digo teoría al modo de Lenin cuando afirmó que no hay revolución sin teoría de la revolución, o de Marx cuando dijo que no hay mejor práctica que una buena teoría.
Estoy a sus órdenes, profesores y alumnos, brindo mi modesta colaboración para exaltar estos valores: cultura, ética, derecho y justicia. Podemos hacerlo con las enseñanzas de 280 años de historia que estamos conmemorando si somos capaces de relacionar, en la práctica de nuestro trabajo educativo y político, el movimiento social y popular de la nación cubana sobre el fundamento de la cultura en su acepción cabal, que tiene a la justicia como su primera categoría. Ello es de enorme importancia para el mundo actual, pues constituye no solo una necesidad académica sino una exigencia política vincular las universidades al movimiento social y revolucionario. Solo así podremos salvar a la humanidad de un desastre de proporciones incalculables.
Partiendo de las ricas lecciones que nos llegaron de la Reforma de Córdoba y de su importante influencia en Cuba en la década del 20 del pasado siglo y de los antecedentes históricos de nuestra bicentenaria casa de estudios, podremos emplear nuestra capacidad para mostrarle al mundo la fuerza invencible de las ideas y la fórmula del amor triunfante con que soñó el Apóstol.