Soy amo de casa y soy artista natural / yo barro, limpio y cocino. / Toco la guitarra de una forma original, / cantando tengo mi swing. / Esta es una oferta que no puedes rechazar, / nada comparable en el mercado vas a ver. / El arte con la limpieza no suele ir junto, no sé por qué, / también estoy capacitado pa’ dar placer.
Así se presenta y autodefine el habanero Boris Larramendi en un contagioso tema titulado Calidad, Caridad, corte que sirve como apertura de su nuevo CD, Libre, y que ha sido grabado, gracias a los avances de la actual tecnología, a medio camino entre Madrid, La Habana, New Jersey y Liechtenstein. Después de la desafortunada experiencia vivida por Boris con Zomba Records, la compañía discográfica que editó su ópera prima como solista, el álbum Yo no tengo la culpa, dolores de cabeza multiplicados con creces al pasar su disco a manos de BMG, que adquirió los derechos sobre las producciones de Zomba al tener lugar la venta de esta, Larramendi se prometió que si un día se volvía a involucrar en la edición de un fonograma, el mismo sería autoproducido y autoeditado.
¡Y lo cumplió! En su reciente propuesta, Boris reitera lo que ha venido haciendo desde que en los tempranos 90 armara su grupo Debajo, es decir, mezclar la rítmica de la música cubana de más fuerte arraigo popular con la tímbrica y energía del rock, el funk y cierta pizca de rap. El dominio que él ha alcanzado al componer temas en los que prevalece tal espíritu de hibridación, garantiza que en el resultado final de Libre como producto fonográfico, uno aprecie un sello homogéneo y las específicas señas que identifican a Larramendi como creador.
En mi opinión, si algo distingue el momento por el que hoy pasa Boris en su condición de hacedor musical, ello es la madurez que caracteriza su obra, como lo demuestra este fonograma, con arreglos hechos por él. No se trata de que Larramendi haya renunciado al espíritu de desparpajo y gozadera que le ha acompañado desde que lo conocí a fines de la década de los 80, pero yo diría que en el presente su sentido lúdrico aparece más contenido y así, se nota una mayor preocupación por aspectos técnicos como el de la afinación al cantar o el del orden dramatúrgico que le concede a las 12 piezas registradas en el disco.
Cuando desde estas páginas de Juventud Rebelde comenté el anterior trabajo discográfico de Boris, recuerdo que dije que aquel era un álbum descargoso con claras intenciones comerciales. Larramendi no estuvo de acuerdo con la idea de la frase y debatimos sobre la cuestión en repetidas ocasiones. Me parece que el tiempo me ha dado la razón, sobre todo cuando se compara ese CD y el que hoy nos entrega, donde se aprecia que el mismo ha sido hecho con absoluta libertad, sin las presiones de responder a intereses del mercado o de una compañía.
De ahí que en Libre, además de temas de aire marchoso (Calle de amores, Mirando nevar, Mambo horizontal, Luchador, etc.), se incluyan otros, concebidos desde una perspectiva diferente, más cercana al aire experimental que animó la obra del creador en sus inicios. Son los casos de Ridícula emoción, bolero con mucho de filin; de esa maravilla de canción que es Cuando cambie, o de Conmigo, sola (siento a veces), preciosa composición realizada en los tiempos de las noches de descargas en la Casa del Joven Creador en la Avenida del Puerto, y que ahora es retomada en una muy lograda versión, en la que el acompañamiento es a guitarra acústica y cello.
Mucho contribuye al acierto del CD (con dibujo de Carlos Quintana en la portada), la nómina de los músicos participantes: Horacio «el Negro» Hernández, Ivette Falcón (coproductores de la grabación), Roberto Carcassés, Richie Flores, Yadam González, Pedro Pablo Rodríguez, Amik Guerra, Dany Noel, Juan José Pestana, Segundo Mijares, Dayan Abad, Kelvis Ochoa, Gisela Ruiz, Alejandro Gutiérrez y Luis Barbería. Por el esfuerzo gigante que representa acometer un proyecto como el recogido en Libre, uno tiene que felicitar a Boris y desearle que la buena suerte le acompañe ahora que empieza a transitar por el camino de promocionar y comercializar su disco, tarea aún más compleja que la de autoproducirlo.