Chávez profesaba un amor inmenso por los niños. Para ellos trabajó siempre. Autor: MinCi Publicado: 21/09/2017 | 06:54 pm
CARACAS, Venezuela.— Esta conversación con Roberto López Hernández, viceministro de Comercio Exterior de Cuba para atender las relaciones bilaterales Cuba-Venezuela, comenzó por un tema cardinal: la recién concluida reunión trimestral para chequear el Convenio de colaboración entre ambos países. Pero derivó, inevitablemente, en la evocación del liderazgo del Comandante Hugo Chávez, alguien con quien mi entrevistado trabajó intensa y prolongadamente.
Primero el diálogo discurrió sobre las reuniones trimestrales de chequeo del Convenio, las cuales se establecieron para que las secretarías técnicas de ambos países analizaran cómo marcha cada uno de los proyectos de colaboración que se vienen ejecutando. A la agenda, según detalló Roberto López, se han sumado el tema de las empresas mixtas de Cuba y Venezuela, y otros asuntos propios de las relaciones bilaterales.
«Las prioridades de Cuba y Venezuela, añadió, están dirigidas, en estos momentos, a insertar cada día a un mayor número de venezolanos en los programas existentes, como parte del talento formado en Venezuela. Estamos hablando de los médicos en Barrio Adentro I, los entrenadores deportivos y profesores graduados en los programas de formación con la colaboración cubana».
Sobre los proyectos del Convenio Cuba-Venezuela, analizados en esta última reunión trimestral, Roberto habló de la eficiencia con la cual marchan: «Hay resultados concretos; hay un reconocimiento por parte del pueblo venezolano de la labor de nuestros colaboradores en la salud, el deporte, la cultura, la educación y la agricultura urbana».
—Viajemos a los inicios de su conocimiento de Venezuela, pues usted es testigo especial del acercamiento de ambas naciones a partir del liderazgo de Hugo Chávez.
—El 30 de octubre de 2000 Fidel y Chávez firman un importante convenio de colaboración, y en 2003 comienzan a llegar a Venezuela los primeros médicos nuestros, y empieza Barrio Adentro. Ese fue el inicio de todas las misiones, de Barrio Adentro Deportivo, de proyectos en la agricultura. Hay años que superaron las cifras de cien, 200 proyectos de Convenio. La cantidad de colaboradores llegó a ser de unos 42 000. Todo eso aconteció antes de 2009. Fue realmente una experiencia única, diversa y masiva, que demandaba eficiencia, en una nación de 24 estados. Eso llevó a la decisión de crear una estructura que pudiera atender el tema de los colaboradores, de las misiones; y así nace, por decisión de nuestro Gobierno, la Oficina de Atención a Misiones, en 2009. Entonces fui designado para estar al frente de esa estructura. A partir de esa fecha comenzamos un intenso trabajo, muy cerca de Chávez.
—¿Recuerda su primer encuentro con el líder bolivariano?
—Llegamos aquí el 17 de agosto de 2009. Se hizo una actividad para despedir al embajador de Cuba, Germán Sánchez Otero. Para la ocasión se preparó un juego de béisbol entre la parte cubana, de la Embajada, y un equipo de Chávez. Tengo ciertas posibilidades en la pelota, pues fui pelotero. Aquel día Chávez estaba picheando y le di un pelotazo en el pecho. En vez de correr para primera base lo hice hacia él. No olvido que una vez ocurrido el incidente, Chávez me dijo: «Más nunca juegas contra mí». Y ahí perdí el nombre: ya era el cuarto bate del equipo Cuba…
«Realmente trabajamos muy junto a él, cumpliendo con un grupo de tareas».
—¿Cómo era esa experiencia?
—Compleja. Porque él era una persona de muchas ideas, líder indiscutible, de mucho reconocimiento y ascendencia dentro de la población, sobre todo de la más humilde. Tenía un carisma único y era muy recto. Las reuniones con él eran difíciles por su exigencia, por su modo de controlar, porque imprimía un duro ritmo de trabajo para que las cosas se hicieran. Por un lado todo era fácil por la compenetración mutua, por el alto sentido de amistad que tenía Chávez (en cada frase que decía una palabra era para Cuba, Fidel, Raúl); pero era muy riguroso, y esa fue una gran experiencia. Tuvimos que crecernos en función de poder cumplir con eficiencia las tareas de la colaboración, más las que iban naciendo de la creatividad incesante del líder que podía llamar a medianoche para hablar de una tarea que debía hacerse a la mañana siguiente.
Roberto López Hernández.
—Él era poeta, filósofo, muy sensible. ¿Tuvo oportunidad de apreciarlo en esas facetas?
—Era rara la semana en que no tuviera que ir a su oficina para chequear el cumplimiento de algo. Tuve la posibilidad de compartir con él muchos momentos de reuniones, de chequeos, pero también de otro tipo de actividades, y realmente era una persona que tenía gran capacidad para adaptarse al lugar donde estuviera. Lo mismo jugaba pelota —y la jugaba bien—, que cantaba —era un fanático de la música llanera, la cual interpretaba bien—, que recitaba poesía o pintaba.
«Recuerdo una reunión en el Palacio Presidencial de Miraflores. A la altura de la madrugada me dijo: “Ven para que veas uno de los cuadros que hice”. Le pregunté: “¿Lo hizo usted?”. Él había pintado la luna de Yare entre los barrotes de la prisión donde estuvo. Sus obras podrían ser firmadas por cualquier pintor destacado. Tenía esas cualidades.
«Poseía como un imán para el pueblo. Llegué junto a él a lugares de inundación, complicados, y pude ver cómo las personas expresaban que si había llegado Chávez todo iba a mejorar. A nivel popular se afirmaba que si un problema no estaba resuelto, era porque él no lo sabía. Es que era muy humilde. Estuve en su casa, en los escenarios donde creció. Fue surgiendo desde abajo y tenía un profundo arraigo popular. Sus anécdotas están basadas en dichos populares, en su pueblo de Barinas. Nada de eso fue olvidado en su etapa como presidente, como tampoco desechó sus años de formación en la academia militar. Aprovechó muy bien su tiempo. Era historiador nato. Se sabía todos los momentos, los días en que Bolívar había hecho algo. Y leía mucho. A veces yo le pasaba algún texto para que él lo leyera, o algún artículo que había sido publicado. Recuerdo que una vez le entregué un libro sobre la experiencia de la atención, por parte de nuestros colaboradores, al pie diabético en Venezuela. Pensaba que era un libro más. Se lo envié por la mañana, y en la tarde ya estaba dándolo a conocer, explicando en Venezolana de Televisión cada una de las anécdotas, cómo los pacientes contaban la manera en que habían resuelto sus problemas.
«Siempre que había un intercambio uno daba su criterio. Después él, con contundencia y sabiduría enormes, nos decía “podemos hacerlo”, o no, y explicaba a fondo las características de Venezuela, cada situación».
—¿Lo vio triste alguna vez?
—En algunos momentos, pero generalmente se sobreponía muy rápido a las circunstancias adversas y era capaz de transformar una situación muy compleja en una victoria de la Revolución. Era alegre, profundo, hiperactivo para las tareas. Yo tenía el concepto de que no dormía porque lo veía en un lugar, en otro, y a las tres de la madrugada podía llamarme. ¿A qué hora duerme el Presidente?, me preguntaba.
«Cuando él tenía una tarea en la mano era un látigo. Hasta que no la terminaba no la soltaba. Fue líder de su pueblo, pero también de toda América. En sus encuentros con el pueblo no tenía muchas veces en cuenta su seguridad, cargaba un niño, compartía la galletica si el niño quería darle un pedazo, se abrazaba con muchas personas».
—Vio juntos a Chávez y a Fidel. ¿Cómo era esa relación?
—De padre a hijo, de amor profundo. En todos los momentos en que estuve ante Chávez no recuerdo que él no haya mencionado al menos una vez al Comandante en Jefe y a la Revolución Cubana. Se sentía como un hijo de Fidel, y también tenía relaciones magníficas con Raúl, con toda la dirección del Gobierno cubano y con nuestro pueblo, que lo lloró como si fuera suyo.
«Chávez tenía un carácter que creaba un ambiente para disfrutar de cualquier tema, y creo que Fidel disfrutó esos momentos. Eso solo se logra cuando hay empatía, cariño especial como el que había entre ambos».
—Muchos pensaron que cuando Chávez no estuviera iba a ser difícil mantener la Revolución y la cercanía de Cuba con Venezuela. Sin embargo, aquí estamos…
—La explicación que encuentro a la resistencia está en su legado. A pesar de la componenda de la derecha internacional, del imperialismo junto a todos los sectores internos de la oposición, él está en cada lugar, en cada cerro, porque siempre trabajó en función de las clases más humildes. Los beneficiados por los programas de la Revolución suman millones. Y todo eso, sumado a la heroicidad de Nicolás Maduro y de su equipo de trabajo, a lo que han sido capaces de hacer en estos tiempos. No han retrocedido en los asuntos sociales; no han abandonado a los más humildes; han mantenido el legado de Chávez en el corazón, en medio de un escenario duro y difícil. Ese equipo está cumpliendo con firmeza, valentía y lealtad las directivas legadas por Chávez.