Hay alarma en el occidente, las bocinas anuncian terremotos en dos mecas del béisbol cubano Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 07/11/2017 | 02:10 pm
Hay alarma en el occidente, las bocinas anuncian terremotos en dos mecas del béisbol cubano. En Vueltabajo ya el movimiento telúrico se está tragando las esperanzas de no pocos aficionados que comienzan a despotricar de Lazo, a quien veían como el salvador de los Vegueros de Pinar del Río, y en La Habana no son menos las preocupaciones y las críticas a Víctor, aunque los Industriales sí están en zona de clasificación para la postemporada.
Son dos históricos, dos equipos que, en las buenas y en las malas, conservan su público fielmente. Ambos quedaron fuera de la segunda fase en el campeonato pasado y este año rebasaron la varilla sin necesidad siquiera de jugar la serie de comodines. Los Azules de líderes, y los Verdes después de pasear las primeras subseries, pasaron un sofocón para poder concluir en cuarto lugar.
Así llegó el segundo tramo de la Serie 57. Lazo y Víctor se reforzaron con lo que consideraron necesario. El «Rascacielos» blindó su artillería y «La Centella» o el «Show» (como quiera usted) optó por fortalecer su staff de lanzadores.
Sin embargo, ni aquel ha logrado que su alineación sea más productiva, ni este que su pitcheo contenga a los adversarios. Uno y otro equipo acumulan solo dos victorias en nueve salidas al terreno. Las sirenas no pueden sonar más alto. Aunque otros elencos estén jugando mejor, parece que el mundo se va a caer.
Pese a los refuerzos, Pinar del Río es el que menos batea en la segunda ronda. Con .212 de average, apenas .316 de embasamiento colectivo, 52 ponches y 39 boletos, y 25 carreras anotadas, ¡a razón de menos de 3 por juego!. Con corredores en bases, ha sido lo mismo. Solo .206 de promedio y, léalo bien: de 51 corredores en posición anotadora, solo han podido remolcar a seis, único elenco que ni siquiera ha llegado a la decena de empujadas en esa situación.
Individualmente, William Saavedra (.464) y el importado Frederich Cepeda (.407) son los únicos que batean por encima de .300. Raúl González (179), Yusniel Ibáñez (.167) y Michel Enríquez (.214) no han podido rendir lo que de ellos se espera. Dos palos, parafraseando el refrán, no hacen monte.
Si la ofensiva de los Vegueros está más pálida que una hoja de tabaco mal curada, qué decir de su pitcheo, considerado su arma mortífera para aniquilar rivales en el torneo. Su efectividad de 5.54 es la segunda peor en el segundo tramo (imagine cuál staff ocupa el último lugar), pues a sus pitchers les han marcado 47 carreras limpias.
La matemática no miente: anotas menos de tres y te anotan más de cinco… No puedes aspirar a otra cosa que no sea la derrota.
Dos boletos más que los ponches (39/41) propinados habla con elocuencia del descontrol de un grupo de lanzadores que cuentan con varios de los mejores entrenadores de esa área en Cuba, incluido su mentor. La defensa de los pinareños, para colmo de males, también es la menos segura en estos nueve juegos.
Lazo ha tratado de salir del slump. Todos los días ha cambiado el line up buscando el que mejores dividendos le aporte, pero no aparece uno efectivo que le devuelva la esperanza a la afición y el propio Lazo no tenga que dispararse tantas aspirinas por las noches para conciliar el sueño.
Si Lazo está con el tabaco apagado y la gente prendiéndole candela por el paso errático del equipo, tampoco Víctor Mesa está para chistes. Los Leones han perdido su jerarquía en la selva.
Víctor, que de los cinco refuerzos pidió cuatro lanzadores, no ha podido disfrutar aún de un éxito de alguno de ellos, aunque han tenido salidas de calidad que merecieron mejor suerte. Freddy Asiel Álvarez ha trabajado par de veces para ganar y en ambas ocasiones le tocó subirse en el box el día que menos deseos tenían los bates de hacer alarde de la ofensiva que fuera la de mayor average en la primera ronda, punta que aún conserva, pero sin el linaje de entonces.
Colectivamente, los serpentineros de Industriales lanzan para 5.67, últimos en ese acápite, con 47 carreras limpias admitidas. Han repartido 36 «cafés amargos», pero han obsequiado 52 boletos de libre tránsito.
El .244 de promedio ofensivo de la segunda fase no se parece en nada a lo que habían hecho antes del Juego de las Estrellas. Apenas han anotado 27 carreras, una media de tres por partido, y acumulan 40 ponches con 24 pasaportes gratis recibidos. Su promedio de embasamiento es incluso, peor que el de Pinar del Río, solo .303, y de 41 corredores en posición anotadora han dejado 31 con deseos de pisar la goma.
Jorge Luis Barcelán (.379), Víctor Víctor (.321) y Jorge A. Tartabull (.304) son, de los que han jugado ocho partidos como mínimo, los únicos que rebasan los .300 de average. Mientras, Yordanis Samón anda por .212 con cinco ponches.
Otra preocupación de Víctor está en la receptoría, pues sus dos principales cátchers siguen lesionados: Frank Camilo Morejón tiene una fractura en el dedo pulgar de la mano izquierda y Lázaro Ponce presenta molestias en el hombro derecho. Todo el mundo sabe lo que significa no contar con una batería sólida, por ahí se va más de un juego, y mientras más rivalidad haya, pues más pesan esas ausencias.
Ya hubo la primera movida en la nómina Azul al darle baja al refuerzo Leonardo Urgellés, quien vino de Japón con molestias en un brazo como resultado de un pelotazo allá, y en su lugar fue ascendido el utility espirituano Orlando Acebey, de buenos números en la fase regular.
Hay razones en Pinar del Río y La Habana para andar preocupados. Pero también hay tiempo y calidad en ambos equipos para lucir mejor cara. Lazo está obligado a revertir su situación lo más pronto posible para volver al cuarteto que da pasajes directos a la postemporada, y Víctor solo necesita flotar en el grupo de los afortunados para entrar en los play off.
Mientras, Las Tunas, flamante líder por medio juego, Matanzas y Granma, en pugna por el tercer lugar, y Artemisa, tratando de seguir recortando diferencia del cuarto puesto, se han robado los «piropos» de la segunda fase. De ellos, es obvio, escribiremos también, para que no me bombardeen con comentarios «regionalistas».