El destacado escritor puertorriqueño presentó a los trabajadores de Juventud Rebelde su novela El corazón de Voltaire, con la cual mereció por segunda vez el Premio Nacional de Literatura. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 04:54 pm
No es extraño que Cuba aparezca una y otra vez en los magníficos cuentos y novelas de Luis López Nieves, considerado ahora mismo el gran escritor de Puerto Rico. Y si se le pregunta la razón, la respuesta le sale sin demora, pero convincente: «Cuba es nuestro faro... Siempre he dicho... ¿Tú sabes? Suena ridículo, pero estás hablando con un escritor... Siempre he dicho que un día, si yo estuviera por algún sitio viajando y me cogieran de rehén, y hubiese que negociar, solicitaría que no me representara el embajador norteamericano, sino que pediría al cubano que me ayudara...
«Mira, hace un tiempo participé en el jurado de un premio muy importante que convoca Venezuela, el Adriano González León. En el último minuto, para la ceremonia final, la cual era de mucho protocolo, la organizadora cometió un desliz. Me informó que habían invitado al embajador español y al de Estados Unidos, y yo le dije: Entonces, no puedo asistir. Ah, ¿pero cómo? Chica, pero ¿tú conoces la situación de Puerto Rico?, le esclarecí. Pero es que había que invitarlo, agregó. Pues me lo hubieras dicho, y yo hubiese invitado al de Cuba... Y no me presenté, porque no iba a sentarme al lado de un embajador de Estados Unidos. Es como pedirle a un judío que se siente al lado de Hitler. ¿A quién se le ocurre? ¡Ni por cortesía!
«Y Cuba... Bueno, la influencia de la Revolución Cubana en mi generación fue inmensa. Todos quisimos ser Che Guevara, todos quisimos hacer algo por América Latina, y mi visión de América Latina la he heredado del Che. ¿Qué más puedo decir?».
Así de sincero y apasionado es el autor de El corazón de Voltaire, título que acaba de ser presentado por la Casa Editora Abril en la 19 Feria Internacional del Libro. La más que original novela, sin dudas entre los textos más sobresalientes que han visto la luz por estos días en La Habana, ha hecho fijar la mirada en este hombre de sonrisa y palabra fáciles que asegura sentirse honrado por dialogar con un periodista de Juventud Rebelde, «después de tantos años leyendo el diario», y quien, antes de comenzar a contestar las preguntas, agradece al pueblo cubano, «porque siempre me ha tratado como un rey a pesar de ser socialista (sonríe). No, estoy bromeando, pero es que aquí hacen sentir a uno tan especial... Es que cuando visito a Estados Unidos me hacen sentir inferior, sin embargo, en esta Isla consiguen que me crea que soy superior».
Lo más curioso es que López Nieves nació en Washington. Pero este notable intelectual, Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones y Doctor en Literatura Comparada por la Universidad del estado de Nueva York en Stony Brook, se apura a aclarar, con la velocidad de un rayo, que su nacimiento en aquel lugar fue un accidente.
«No fue mi culpa, asegura sonriendo. Mis padres, como muchos puertorriqueños, se fueron un rato a Estados Unidos. Y papi trabajaba en Washington, donde nací por accidente. A los siete años ya estaba en la isla. Y no obstante, en mi casa siempre se habló y leyó en español... Más que inmigrantes fuimos simplemente exiliados por razones profesionales de mi padre. Luego regresamos a Puerto Rico y ya tengo 60 años, así que llevo 53 de puertorriqueño a tiempo completo».
—En los 70 ya usted escribía; sin embargo, esperó el año 1984 para publicar lo que se convertiría en todo un suceso literario: Seva...
—En los 70 estudié la licenciatura. Entonces, todos mis compañeros empezaron a escribir, pero yo decidí que no iba a publicar. Estaba muy inmaduro, todavía me faltaba. Muchos de mis amigos, desesperados, publicaban obras que después andaban buscando para quemarlas, y yo me acordaba de que Cortázar había publicado su primer libro a los 38 años. No fue por tanto hasta el 83, 84, que salió a la luz Seva, cuando tenía 34. Hablo del 83 y el 84 porque primero el cuento apareció, el 23 de diciembre de 1983, en el periódico, causando el escándalo que luego explico en la segunda parte del libro —llamaron hasta de las Naciones Unidas, de Prensa Unida, Prensa Latina, porque todo el mundo creyó que era cierto lo que se narraba en el texto—, que salió para satisfacer la gran demanda de la gente que no lo había leído.
—Seva demuestra que le gusta «jugar» con la Historia...
—Absolutamente, porque la Historia juega con nosotros. Y por otra parte, estoy convencido de que la historia es el sexto género literario. Yo escribo una especie de historia simulada. Seva, por ejemplo, parte de una desmitificación de la Historia. A mí se me enseñó desde niño en la escuela que nosotros habíamos recibido a los norteamericanos con los brazos abiertos, con limonada, dulcecitos y aplausos... A mí no me convencía esa versión oficial que nos inculcan de cómo estábamos tan agradecidos por la llegada de esa gente.
«Claro, no contábamos en ese momento con el ejemplo de Iraq y Afganistán, donde los americanos dicen la misma mierda: que los quieren, que esa gente está agradecida y no desea que se vayan. Entonces, yo dije: Sé que la verdad no es esa. Es imposible que en 1898, cuando la guerra significaba expolio, violación de mujeres..., un pueblo como el puertorriqueño viera llegar unos barcos de metal atestados de anglosajones, con cañones inmensos y empezaran: Ay, bienvenidos. Eso no lo creo. Por supuesto, llevan cien años limpiando la historia en Puerto Rico, pero estoy seguro de que se encontrarán evidencias señalando lo contrario.
«Pero como no soy historiador, sino escritor, me dije: Ya que no puedo escribir la verdad, pues me la invento. De ese modo salió Seva donde presento mi versión: la invasión oficial de Puerto Rico, la del 25 de julio de 1898, en verdad fue la segunda, pues planteo que hubo una anterior en mayo, que fracasó, porque los puertorriqueños se alzaron y resistieron. Lo escribí de tal forma que todavía hoy la gente, aunque se le aclare que es un cuento, cuando lo leen se quedan con la duda: ¿Esto es cierto?
—En El corazón de Voltaire hace exactamente lo mismo... ¿Por qué esta vez escogió al famoso filósofo francés?
—Ya te conté lo de Seva. En mi tercer libro, La verdadera muerte de Juan Ponce de León, que me valió mi primer Premio Nacional de Literatura, jugué con las figuras de Cristóbal Colón, Juan Ponce de León... Este último, por ejemplo, se fue a la Florida a buscar la fuente de la juventud, y lo que encontró fue la muerte aquí en Cuba. Cuento cómo un indio de 20 años le tomó el pelo. ¿Qué tal si había un taíno bien inteligente, que se dio cuenta de que los españoles creían cualquier cosa, alucinados como estaban con el oro, los árboles, las frutas... Este indio se le acerca a Ponce de León y le pregunta: ¿Qué edad usted me calcula? Hombre, 20 años, le responde aquel, y este le dice: Pues no, son más de cien... La fuente de la juventud... El taíno inteligente, como decimos nosotros, lo cogió de pendejo. Bueno, esto lo narro en La verdadera..., tratando de ser creíble.
«Así, luego de experimentar primero con Puerto Rico en Seva, y después con el Caribe en La verdadera muerte de Ponce de León, decidí irme hacia Europa. ¿Si ella escribe sobre nosotros, por qué no puede suceder lo contrario? Me puse a indagar sobre Voltaire, una de las personalidades que más he admirado en mi vida. Pero cuando me puse a explorar, hallé su corazón en la Biblioteca Nacional de París. ¿Cómo es eso?, me alarmé. Y se encendió mi suspicacia: ¿Y cómo podemos estar seguros de que se trata efectivamente del corazón de Voltaire? Han pasado 200 años, ¿no pudo haber sucedido que un empleado encabronado con el salario y con sus superiores cambiara un día por venganza el corazón de Voltaire por el de un cerdo? ¿Te imaginas a la gente admirando el corazón de un cerdito, o el del abuelito de este hombre?
«En El corazón de Voltaire se pone este hecho en duda, y el presidente de Francia contrata a un famoso genetista, a quien le encomienda que compruebe si el órgano corresponde al gran filósofo».
—Lo primero que llama la atención de este libro es que toda la historia se cuenta a través de correos electrónicos...
—Siempre me ha gustado la literatura epistolar. En ese estilo concebí Seva. Mi segundo y tercer libros tienen cuentos epistolares, y este, El corazón de Voltaire, lo empecé a escribir de esa manera. ¿Por qué? La carta me encanta por varias razones. Detesto la literatura con floripondios, con verborrea... A mí me gusta la comunicación directa. La gente no empieza una carta diciendo: Te escribo hoy que el sol dorado sobre la luna... No, dice: «Coño, me duele la rodilla. Mira, ¿qué te pasa que no sé de ti en dos semanas». Hay una inmediatez, un acceso directo a los personajes, al tiempo que me ahorra como escritor todas esas transiciones. Voy directo, y no me pongo a describir que soltó la pluma y se fue a mirar. No, se acabó la carta, vamos a la otra.
«Claro, plantea por otra parte, otros retos, porque está ausente la voz del narrador. Si es importante que la gente sepa que tú traes un vaquero y unas gafas en la cabeza, tienes que encontrar la manera de decirlo sin que parezca algo forzado, impuesto. Es decir, que la literatura epistolar te plantea unos desafíos que uno acepta como escritor.
«En el 2005 comencé a escribir El corazón de Voltaire como cartas, pero cuando iba por la página 40 me pregunté: ¿Qué hago? ¿Qué tiempo hace que no escribo una carta, si lo que utilizo es el correo electrónico? Déjame ver si esto funciona, y decidí cambiar a correo electrónico. Según fui avanzando se fue apoderando de mí una euforia. Como en la ciencia, había hecho un descubrimiento.
«Estaba consciente de que era importante conseguir que cada correo, cada persona que escribiera tuviese una voz. Por eso me alegra cuando me dicen que llega un momento en que no es necesario leer los cabezotes, porque pasando la primera línea ya saben quién está hablando. Y ese era un factor determinante, porque un hombre de 40 años no escribe igual que una vieja de 80. El correo electrónico llegó para alterarlo todo, porque me cambiaba el ritmo dramáticamente. Porque en la novela epistolar normal hay que esperar dos semanas para que la carta llegue a su destino y otras dos para que se reciba la respuesta, pues hay personajes ubicados en Francia, Argentina, Puerto Rico, México, mientras que con el correo electrónico 15 segundos son suficientes. El ritmo se fue acelerando y yo con él. Cuando ya iba por la página cien, resolví escribir toda la novela de esa manera, sin emplear ningún tipo de nota aclaratoria. Y esa ha sido una de las claves para atrapar a los lectores, porque pueden leer la novela en un día».
—Ahora mismo, la crítica lo aclama como el mejor escritor de Puerto Rico...
—Gracias.
—¿Llega a molestarle esa nominación?
—Bueno, uno escribe para que lo lean, y es una gran satisfacción. En la literatura hay dos tipos de éxito: el de ventas, pero que no está acompañado de ningún reconocimiento crítico (un Paulo Coelho, por ejemplo); y el que está avalado por el aplauso de los doctores, pero que cuando llega a un lector común, este dice: No entiendo nada. Mis libros gozan de mucho éxito de venta: Seva tiene más de 20 años y se agota como el primer día, lo que también sucede con El corazón de Voltaire y el resto.
«Por otro lado, cuando las críticas que han recibido mis libros vienen —sobre todo de afuera de Puerto Rico, donde no media el amiguismo— de un Seymour Menton, autor de la afamada antología El cuento hispanoamericano, destacado profesor en la Universidad de California, o de la Doctora Estelle Irizarry, de la Universidad de Georgetown, que tampoco me conocía cuando empezó a escribir sobre mí, entonces me atrevo a pensar que mi trabajo ha valido la pena».