«El hombre que amaba a los perros» es el título de su última entrega. Autor: Kaloian Santos Cabrera Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
Era 1989 y Leonardo Padura se encontraba recorriendo las habitaciones de la residencia mexicana de León Trotsky durante su exilio, la misma donde fuera asesinado el 20 de agosto de 1940, por un tal Ramón Mercader. Este hombre «sin historia», que estuvo a la vez definiendo el curso de la Historia, cautivó de tal modo al escritor cubano, que después de una ardua investigación, no pudo menos que dedicar más de cinco años a la escritura de la novela, la cual, a todas luces, había descubierto.
El hombre que amaba a los perros es el título de su última entrega que ahora llena las librerías españolas, bajo el sello de Tusquets Editores, el cual ha acompañado siempre sus libros. Una novela que él mismo ha catalogado como «la más difícil de concebir, la más ambiciosa, la más compleja, la más profunda que he escrito hasta hoy».
Y el reto no ha sido para menos, pues el volumen no solo se acerca a la figura de León Trotsky, uno de los hombres sobre quien más páginas se han llenado en el mundo, sino que además lo contrapone con la persona de su asesino, del cual poco se sabe y menos se ha escrito.
El hecho de que este hombre signado por el silencio pasó sus últimos cuatro años de vida en La Habana, fue atractivo suficiente para que Padura iniciara una pesquisa —con esa suerte de Mario Conde que lleva dentro— donde logró recopilar toda una información oral existente alrededor del fantasma de Ramón Mercader.
Este personaje, que consiguió infiltrarse en la residencia de Coyoacán identificándose como Jacques Monard, durante su estadía en la Isla respondió al nombre de Ramón López, de manera que, según señala el autor, «las personas que se relacionaron con él ni siquiera sabían de quién se trataba en realidad».
Por ello, «partiendo de una célula muy pequeña tuve que empezar a abarcar prácticamente todo lo que había ocurrido en España durante la Guerra Civil, en la Unión Soviética dirigida por Stalin, en México del 20 al 40, y en la Cuba de los 70», ahonda Padura.
Y es que la novela está integrada por tres. La primera comprende desde el exilio de Trotsky, cuando recibe la noticia de que debe abandonar la Unión Soviética, y su posterior peregrinación por Turquía, Francia, Noruega y, finalmente, México. La segunda narra la vida de Mercader, desde que fue captado en plena Guerra Civil por su madre Caridad para la «tarea» que le habría de cambiar la vida, hasta su muerte, en 1978; una narración que, adelanta el autor, va a contar «lo que ocurrió, lo que pudo haber ocurrido y lo que supongo que pudo haber ocurrido».
Por su parte, la tercera sección se sitúa en Cuba. El personaje central es un joven llamado Iván, quien sueña con ser escritor allá por los años 70. Escribe un libro de cuentos que es rechazado en un concurso y termina, desencantado, como corrector de una revista de veterinaria. Pero un día el joven conoce en la playa a un hombre que pasea a dos enormes galgos rusos, su nombre es Jaime Ramón López, quien decide contarle a Iván la vida de «su amigo» Ramón Mercader, para que esta no se pierda en el olvido.
En ese encuentro decisivo entre el presente y el pasado, halla su origen el título de la novela de Leonardo Padura; puesto que precisamente ese día Iván, como en un susurro del destino, acaba de leer el cuento de Raymond Chandler, El hombre que amaba a los perros, que relata la historia de un asesino a sueldo que sentía predilección por estos animalitos, y que se va a proyectar como un desliz en la expresión españolísima de Jaime que le confiesa: «Yo amo a los perros».
La historia del muchacho termina en el 2004, cuando pasa el ciclón Iván, le tumba el techo de su casa y lo mata, llevándose consigo las memorias del asesino de Trotsky.
El propósito de esta última «novela», asegura Padura, es demostrar cómo una persona muchos años después que acontecieran aquellos hechos, descubre que tiene tanto que ver con esas dos personas bien diferentes una de la otra, y con aquellos sucesos que son a veces tan desconocidos —o mal conocidos— por algunas de nuestras generaciones.
Hasta aquí la trama a grandes rasgos contada por el escritor a un grupo que se reunió hace unas semanas en Casa de las Américas, deseoso de escuchar algunas de las prometidas páginas de su más reciente novela.
Ediciones Unión, que siempre ha acompañado las entregas cubanas de las novelas de Padura, espera que el libro esté disponible para el próximo agosto, como un regalo veraniego que hará mucha ilusión a nuestros lectores cubanos, según afirmó a JR su directora y también escritora, Olga Marta Pérez.
Detalles inéditos
No quisiera culminar estas líneas sin hacer referencia a unos «daticos» que no aparecen registrados en ningún lugar, ni siquiera en el libro. Referentes que destellan como un guiño en la historia y la cultura cubanas, que Padura prefirió no callarlos y compartirlos, junto a la primicia de dos fragmentos que escogió para la ocasión: el reclutamiento de Mercader por su madre, y la noticia de la muerte del poeta Maiakovski recibida por Trotsky cuando se encontraba en el exilio.
Resulta que el escritor de La novela de mi vida pudo conocer, además, cómo el propio Mercader —alias Ramón López, en La Habana— conoció personalmente a Harold Gramatges.
De igual manera el cineasta Tomás Gutiérrez Alea, quien llevara a la pantalla grande esa novela de Carpentier, también cruzó su existencia de manera indirecta con la sombra de Mercader; pues el bastón uzbeco que usara Titón durante su enfermedad fue el mismo que acompañó los últimos días de la vida de Mercader, mientras que los canes de la familia aristócrata de Los sobrevivientes, también tuvieron por dueño, precisamente, a ese hombre que amaba a los perros.