Foto: Roberto Suárez Ricardo León Dueñas hace sonar un bongó sin tenerlo en sus manos. Lo imita en una cazuela, un jarro, un cajón, y con los pies en el piso.
Es tanta su preferencia por el instrumento que entre sus momentos más gratos está hacer solo de bongó «en el aire», con la yema de los dedos y hasta con los llamados «tapados»: en seco, con una o con las dos manos.
«Con el bongó he sido muy feliz durante 45 años», cuenta este habanero, nacido en Santiago de las Vegas, en 1937. A El Niño, como se le conoce entre los percusionistas del país, el prestigioso musicólogo Helio Orovio, autor del Diccionario de la música cubana, lo considera como uno de los mejores bongoseros de todos los tiempos.
Hoy es timbalero de la Orquesta Jorrín, pero no se le puede quitar el bongó de su biografía, pues «¡se queda casi sin nada!». Según nos dice es «un misterio sonoro». Lo aprendió de Ñico Troncoso, del Conjunto Balalaika, también de Santiago de las Vegas, ya fallecido.
Comenzó en la vida musical a los 14 años, y desde los 11 ya tocaba el bongó, lo que le sirvió para su apodo de toda la vida.
En su carrera artística ha pasado por las mejores agrupaciones populares del país, entre estas el Conjunto Casino Juvenil, el Conjunto X, Habana Jazz, Balalaika, Los Hermanos Castro, Jóvenes del Cayo, la Sonora Matancera, el Conjunto Casino, la Aragón y Roberto Faz.
«Para mí no hay ningún ritmo difícil en el bongó, y lo que más aprecio es la variedad de sonidos que puede sacársele».
—¿Quiénes consideras como los mejores bongoseros cubanos?
—Evelio (Conjunto de Nelo Sosa); El Chiquelo (Conjunto Roberto Faz); Yayito (Conjunto Casino) y El Chori, sin grupo fijo, todos fallecidos.
—Y los mejores percusionistas...
—Tata Güines, Pedadito, Changuito y Ricardo, el director de Los Papines, todos vivos.
—¿Y Chano Pozo?
—¡Genial! Introdujo la tumbadora en el jazz, su mayor mérito.
—¿Cuáles son sus mayores orgullos?
—Haber tocado con Benny Moré, Roberto Faz, Oscar de León y Tito Puente, entre otros.
—¿Y la Jorrín?
—Entré a ella el 2 de enero de 1978, tocando la paila. Nadie me enseñó, fue un atrevimiento, pero Enrique Jorrín me dijo que iba a ser un buen «pailero». Domino toda la percusión cubana, en especial la tumbadora y el bongó.
«Otros momentos memorables de mi carrera los tuve en la jazz-band Hermanos Castro, que tocaba todos los géneros y ritmos. Y con Estrellas de Areíto, en Venezuela, precursora de Buenavista Social Club.
—¿La mayor emoción?
—Con Oscar D’León en Cuba, México y Colombia.
—¿Hay buenos bongoseros en América?
—Sí, pero nos copian.