Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Baracoa entre tormentas y tormentos

Otra vez el trago amargo de casas rotas, más el peligro latente del mar, aconsejan no seguir reconstruyendo vulnerabilidades

Autor:

Haydée León Moya

BARACOA, Guantánamo.— Como tantas veces en circunstancias parecidas, cuando en la noche del pasado jueves 30 de julio se anunció en la emisión estelar del Noticiero Nacional de Televisión que la tormenta tropical Isaías se alejaba de Cuba, la buena noticia no lo fue para Baracoa.

Sí, se alejaba de la Isla, pero distante del litoral baracoense, entre dos islas del Atlántico (Archipiélago de Las Bahamas), el Canal de  Mayaguana, con sus 54 kilómetros de ancho, volvió a funcionar como un embudo por donde se colaron trenes de olas que llegaron con tremenda intensidad, en la madrugada del viernes 31, a la costa de la Primada de Cuba, sobrepasaron el malecón de la ciudad y, como tantas veces, arremetieron contra viviendas e instalaciones, muchas de las cuales quedaron en ruinas.

Nada que sorprenda al baracoense que habita en la avenida Malecón y más allá. Nada que tome desprevenidas a las autoridades para poner a buen resguardo la vida de la gente. Nada que, aun a sabiendas de que puede ocurrir una y otra vez, reste impulso para poner tanto recursos como manos en la obra de la recuperación.

Abierto al intercambio de criterios con quienes lo detienen, reclaman, preguntan o sencillamente quieren expresar satisfacción o insatisfacción con sus problemas e inquietudes, el intendente de Baracoa, Norges Rodríguez Delgado, deja clara su percepción de que, por mínimos que sean los daños en general, en esta zona son particularmente notables y muy elevados los gastos para restañarlos.

Mientras caminamos por la zona afectada por Isaías, comenta: «Casi con la tormenta andando, tuvimos el apoyo de todos los organismos para la recogida de toneladas de escombros, incluidos los de una vivienda de placa derrumbada en la avenida del Malecón y siete facilidades temporales construidas tras el paso del huracán Matthew que ahora fueron aplastadas por el mar; además de las instalaciones que sufrieron afectaciones, abundante material de arrastre, fango, arena, trozos de arrecife depositados a lo largo del malecón… Estamos despejando, en primer lugar, el acceso a las viviendas de las personas que se resguardaron en casas de familiares y amigos», aseveró.

Por el sector 1 del malecón baracoense se producen las mayores penetraciones del mar, debido, entre otras razones, a la configuración de la costa. Foto: Rolbis Llacer

A pie de obra

Precisamente por obra de ese santo espíritu para sobreponerse a los golpes, a las diez de la mañana del sábado 8 de agosto, Ramón Martínez Ruíz esperaba que calentara un poco el sol para comenzar a pintar su casa de la calle Máximo Gómez, hoy sin construcciones por delante porque todo cuanto había el mar lo destruyó.

Solo eso le falta, revivir los colores de su casa, la misma que una semana antes Isaías golpeó severamente en paredes, puertas y techo. «Pero eso no fue nada comparado con lo que hizo Matthew hace cuatro años, cuando tuvimos que levantarla prácticamente de cero», dice Ramón, carpintero de profesión.

A la profesora Maribel Azaharez Ruiz, vecina de la zona más afectada, igual le faltan detalles para concluir la reparación de su morada, cuya cubierta y paredes de concreto el empuje del mar agrietó.

Ya no recuerda las veces que, después del paso de una tormenta, ella ha encontrado la casa y sus alrededores repletos de material arrastrado por las olas y dañadas algunas de sus pertenencias: «Y ahora fueron menos los estragos porque fue una  ̏tormentica˝, y porque  después de Matthew, como a muchas viviendas ubicadas frente al malecón, le cambiaron para un costado la entrada, de manera que cuando las olas se le vienen encima no encuentren puertas y ventanas, sino una pared reforzada», dice en referencia a una de las soluciones arquitectónicas que se aplican desde entonces.

De un lado a otro del sector uno del malecón anda Miguel Navarro Montoy, responsable a pie de obra de una brigada de la Empresa Provincial de la Construcción (Epcon), que a buen ritmo devuelve la vitalidad a una decena de viviendas cercanas al litoral. El joven, técnico de la construcción y jefe de la cuadrilla, se asegura de que la mezcla de áridos y cemento tenga las proporciones adecuadas, la pintura no tenga más diluente del requerido, en las columnas se coloque el acero que necesita la estructura y la alimentación de los obreros no falte. Hace su trabajo.

José Luis Zúñiga Baratutis, director de la empresa de la Construcción en Baracoa, agrega que también reparan una escuela que sufrió grandes afectaciones en el techo, y asegura que tras la tormenta ya estaban allí, y no les han faltado los recursos, como ventanas y puertas de madera, que son las apropiadas, ni la cooperación de los propietarios de los inmuebles, a quienes además se les darán facilidades de pago o subsidios.

Porque lo comparan con Matthew, uno de los más terribles huracanes que ha azotado a Baracoa en los últimos tiempos, los perjudicados ahora dicen que no pasó casi nada, y visto así no les falta razón.

Pero aun sin ser tan feroz, Isaías impactó en la estructura de 29 casas; dañó la planta baja de un hotel recién construido y un restaurante, parques y 120 metros de aceras y contenes. Dejó, además, a cuatro familias viviendo en un centro de asistencia construido cuando Matthew en las márgenes del río Toa, e igual cantidad conviviendo con familiares o amigos. Amparados, es verdad, pero de momento sin hogar.

También dejó lecciones en una ciudad costera expuesta al peligro por la progresiva elevación del nivel del mar y la ocurrencia de eventos hidrometeorológicos cada vez más frecuentes, extremos y destructivos. Por tanto, las soluciones y paliativos no pueden desconocer esa realidad.

Antes de la colocación de los yakis, se comenzó a construir un muro de contención con el mismo propósito de estas estructuras de concreto, y ahí está el triste recuerdo de una obra inconclusa y abandonada. Foto: Rolbis Llacer

Los yaquis de la discordia

En medio de las labores de recuperación, la más difundida imagen de las acciones emprendidas por estos días en Baracoa ha sido también una de las más cuestionadas: En una franja de tierra frente al sector uno del malecón baracoense fueron hincados 29 tetrápodos, denominados también (por su estructura) yaquis, mundialmente utilizados como rompeolas.

Que si se pusieron en la tierra y no en el mar, donde deben ir. Que si las olas saltan el muro (como ocurre con frecuencia) y les da por jugar yaquis, adónde irán a parar esas estructuras con sus 12 toneladas… Tales son los comentarios en Facebook. Mientras, otros resaltan el hecho como paliativo que en la actual temporada ciclónica pueden contener el embate de las penetraciones del mar sobre lo construido y reconstruido.

En eso último coincide el Intendente de Baracoa: «Se trajeron justamente para paliar el impacto de las olas, como solución temporal, y si dan resultado valoraremos si se quedan definitivamente y mejoraremos la estética del emplazamiento».

Pero de algo está convencido el intendente: «Con los yaquis donde están es probable que una marejada los sobrepase y afecte a las viviendas ubicadas detrás; pero sin estos, es seguro que lo haga».

Detalle de yakis roto. Foto: Rolbis Llacer

Como asesoramiento para adoptar esa decisión, el Gobierno local cuenta con los criterios de ingenieros civiles y arquitectos de la Construcción y de la Empresa Provincial de Proyectos, quienes en primera instancia aconsejan fijar al suelo esas estructuras, cuya única resistencia como muro de contención es ahora mismo su propio peso, y según aprecié in situ, varios presentan notables grietas, provocadas durante su traslado y colocación.

Los especialistas en obras de ingeniería dijeron, durante un encuentro con esta reportera y autoridades, que elaborarán un proyecto para asegurarlos. Solo eso.

«Esos yaquis pueden atenuar golpes, no lo dudo, pero ese no es su destino: se fabrican para ser hincados en el mar como parte de una obra ingeniera
asociada al dragado de la bahía de Baracoa», precisó Ricardo Suárez Bustamante, especialista municipal del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) en Baracoa.

«Sucede que en el lugar donde fueron emplazadas esas estructuras había antes un edificio que, impactado varias veces por el mar, fue finalmente demolido. Desde entonces, queda un gran espacio libre de obstáculos y eso facilita que el oleaje se adentre y golpee todo lo existente. Atendiendo a ello se adoptó esta medida, en principio con carácter provisional, pensando en primer lugar en proteger a las personas», considera. 

«No es un disparate haber hincado los yaquis en tierra, pero  eso tiene varios aspectos en contra y deben pesar ahora que las autoridades del municipio valoran la posibilidad de que sea una obra permanente», advierte Ricardo Suárez Bustamante, especialista municipal del Citma en Baracoa. Foto: Rolbis Llacer

El máster en Ciencias Suárez Bustamante, profundo conocedor y promotor de los estudios de vulnerabilidad y riesgos realizados en este municipio del extremo oriental cubano, acota que «es muy importante tomar decisiones que ayuden en condiciones de emergencia, aunque luego haya que rectificar el tiro en algún aspecto, pero sí hay que tener en cuenta siempre que la naturaleza herida no perdona, y tampoco se puede desvestir un santo para vestir a otro», advierte.

«Una cosa es consultar, ponerte al tanto de algo, y otra bien distinta es que tengan en cuenta tus propuestas, que te den tiempo, aunque sea mínimo, para analizar toda la complejidad de un asunto como ese, porque en fin de cuentas ya había pasado la tormenta y no era necesaria la premura con la que se actuó», considera el experimentado geógrafo. «Cierto que no es fácil mover esa masa de concreto, pero no es imposible. Se sabe que el mar hace cosas inimaginables», aseguró.

A propósito de consultas, Juventud Rebelde contactó con directivos de la Administración Marítima Territorio Oriente, entidad radicada en la provincia de Santiago de Cuba, y con especialistas de la Empresa de Servicios Portuarios del Oriente, también asentada en ese territorio, asesora e inversionista respectivamente de la obra en la que se concibe el uso de esos yaquis, y lamentan no haber sido informados oportunamente al respecto.

«Es algo que tenemos que aprender y en lo que todos podemos ayudar más. Toda obra, en este caso las vinculadas con la protección del medio ambiente y el enfrentamiento a los efectos del cambio climático, requiere un estudio, aunque sea sobre la marcha; un proyecto que valore todas las dinámicas antes de ejecutar cualquier acción, máxime cuando implica empleo de recursos», consideró Ildara Amador Ascuy, especialista principal del grupo técnico de la primera de esas entidades.

Más allá de esa lamentable realidad, lo preocupante es no haber visto el asunto en toda su connotación, confirma el especialista del Citma en Baracoa: «Justo detrás de los 50 metros de largo que abarcan los yaquis permanece una losa de gran tamaño que formaba parte de los cimientos de la edificación demolida, de manera que cuando el mar rompa en el obstáculo que se va a encontrar ahora, parte de la masa de agua caería sobre ese piso, lo cual multiplica su poder destructivo al usarlo como rampa.

 «Además, fueron colocados en el sector donde con mayor fuerza arremete el mar, favorecido por la configuración de la costa, pues en ese punto el arrecife tiene un entrante en forma de ensenada», alertó.

¿Por qué en la tierra y no en el mar?, pregunto al máximo representante del Citma en el municipio, quien me responde que esa idea se tomó para darles otro destino a los yaquis. «Además, no es un disparate haberlos hincado en la tierra, como han dicho algunos en las redes sociales, sino un paliativo que puede resultar beneficioso, pero en mi opinión tiene varios aspectos en contra que deben pesar cuando las autoridades del municipio valoren la posibilidad de dejarlos de forma permanente», subraya Bustamante.

«Las obras de protección pudieran ser los yaquis, pero se trata de un tramo de costa con una profundidad en su entorno entre los 14 y 19 metros, de manera que se necesitaría una inversión sumamente costosa. Lo que se ha valorado, y requiere un estudio y posterior elaboración de proyecto, es subir y ensanchar el actual muro del malecón con la resistencia que lleva y una exposición cóncava hacia el mar. Además de construir desagües en la parte inferior del muro y en el badén. Es más viable, y más económico», razona.

Paliativo temporal o solución definitiva, lo cierto es que los yaquis colocados a lo largo de 50 metros frente al sector más vulnerable a grandes penetraciones del mar, pueden, tal y como están emplazados ahora mismo, producir un efecto contrario al deseado. Foto: Rolbis Llacer

Y dale Juana...

No seguir reconstruyendo vulnerabilidades es otra de las lecciones de la última tormenta que azotó a Baracoa, un asunto del que bastante se habla, pero cuando pasa el susto muchos parecen no recordarlo.

De nuevo sufrió impactos del mar el hotel Baracoa, instalación que el huracán Matthew destruyó a medio hacer casi encima del litoral. Ahora, a solo un año de inaugurado, Isaías afectó la primera planta de ese enclave turístico perteneciente a la cadena Gaviota.

Carlos Rodríguez Columbié, jefe de Servicios de esa corporación en Baracoa, cuenta que «cuando ya todo había pasado, vino una dichosa ola y acabó con las puertas balconeras de cristal… ¡y carísimas que son! Las piedras colocadas ornamentalmente en los jardines (durísimas chinas pelonas) el mar las usó como proyectiles: ¡Tremenda balacera de piedras contra todo lo que encontraban a su paso! Hay que pensar en cómo darle mayor protección al sitio, porque restituyendo a cada rato lo dañado se gasta mucho dinero y no creo que el país se pueda dar ese lujo», opinó.

Es algo que se veía venir, y aun se verán más horrores: El Citma no emitió en sus inicios la licencia ambiental ni el Instituto de Planificación Física la de obra, pero la empresa inversionista insistió. Solicitó regulaciones y les fueron dadas, para ser finalmente incumplidas, nunca exigidas. Hoy no se trata de demoler el hotel, sino de protegerlo cuanto antes.

Algo similar ocurre con otras instalaciones, donde esta vez lo más visible y connotado fue la destrucción de la cristalería y carpintería… otra vez, como el lujoso restaurante Caracol, testigo mudo de una costosa reconstrucción cuando el Matthew y de la incumplida orientación de la Defensa Civil de construirle, desde entonces, un muro de contención.

De manera que en Baracoa el hombre enfrenta de nuevo la inexorable fuerza del mar, y la vida demuestra que es una porfía inútil, porque la naturaleza herida no perdona caprichos.

En la avenida Malecón una cuadrilla de jóvenes del Ministerio de la Construcción en Baracoa tiene el encargo de reparar diez de las viviendas más afectadas. Foto: Rolbis Llacer

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