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Entre col y col, los jóvenes (+ Fotos)

Cumpliendo cabalmente las medidas sanitarias y desafiando el fuerte calor de estos días, más de 2 800 jóvenes en el país se han incorporado a la producción de alimentos. Así lo vivió este diario con un contingente de muchachos capitalinos, quienes se «pegaron fuerte» en una cooperativa cuyas producciones llegarán a los centros de aislamiento

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Cuando estuvieron frente al surco, la labor a realizar no fue lo que se llevó los asombros de los recién llegados. El vegetal que debían recolectar sí los atrapó. El murmullo lo demostró todo mientras intentaban descubrirlo. «¿Y eso qué cosa es?», preguntaron los jóvenes. «Col morada», respondieron los asociados de la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Fructuoso Rodríguez, quienes los acogían voluntariamente para ayudar en la producción de alimentos.

Con emoción y dispuestos a explorar la «extraña» col se adentraron en el surco. Para ese entonces, ya Anais Gómez Concepción, comercial de la CCS, y sus compañeros, habían explicado cómo recogerla y, sobre todo, que se trataba de «una producción destinada al turismo, pero en estos días difíciles de la COVID-19 se procesaría en la minindustria de la cooperativa para llevarla como donación a centros de aislamiento de La Habana».

El amor con que asumieron la misión una treintena de muchachos y muchachas movilizados por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la capital —como sucede en el resto del país—, obliga a pensar que ese mito de que la juventud no aporta ha cambiado. «Cuando nos convocaron para aquí no hubo un pero», aseguró Suanny Alemán Proenza, trabajadora de la Aduana General de la República en el aeropuerto internacional José Martí.

«Solo pensé en mi niño, pero busqué quien me lo cuidara y aquí estoy, respondiendo a las exigencias de este momento, recogiendo estas coles que ayudarán a la alimentación de los pacientes y de quienes luchan por salvar sus vidas», dijo la joven, uno de los miles de obreros interruptos en la Cuba de hoy por el nuevo coronavirus.

Y esa situación no ha mermado su responsabilidad de ser útil. «Además, de cumplir con el aislamiento social para protegernos, asistir a estas movilizaciones es un deber. No es venir y ya, sino hacerlo con seriedad, trabajar lo más que se pueda. Esta juventud no le tiene miedo a nada, por Boyeros, por La Habana, por Cuba, hay que dar lo mejor», afirma.

Según Yannara Concepción Domínguez, miembro del Buró Nacional de la UJC, ante el llamado que hizo la dirección del país de producir alimentos como prioridad en el contexto actual, y cumpliendo las medidas sanitarias, la organización juvenil diseñó varias acciones, las cuales incluyen la creación de pequeños contingentes en los municipios para cumplir con esta misión.

«Hoy más de 2 800 jóvenes participan en la siembra de cultivos de ciclo corto como yuca, boniato, habichuela, plátano, calabaza…, en la cosecha de papa, en la recogida de maíz, mango, tomate, pepino y guayaba, en la preparación de tierras y relleno de canteros, en la siembra y corte de caña, el empalado de cultivos, en la guataquea, así como en la construcción de naves para criar pollo y conejo».

—¿Dónde realizan estas labores? ¿Cómo las organizan?

—Los muchachos trabajan en huertos, polos productivos, casas de tapado, organopónicos y empresas agropecuarias. Todo se hace teniendo en cuenta las necesidades de los territorios. La cantidad a movilizar está en dependencia de las labores a realizar, las cuales diversificamos.

«Tratamos de que las actividades sean cercanas a donde viven para que no tengan que moverse o puedan ir hasta en bicicletas. Cuando es distante se coordina con los Consejos de Defensa Municipales, los cuales garantizan el transporte y la alimentación. Si de algo estamos convencidos es de que tenemos que apoyar el quehacer económico de Cuba porque este no puede frenarse».

Desafiando el calor

Con un nuevo accesorio: el nasobuco, y desafiando el crudo calor de estos días —primero en el campo, y luego en la minindustria—, los jóvenes se doblaron sobre la tierra para mostrar que la agricultura no les es ajena.

«Muchos piensan que por vivir en la capital no producimos o no nos gusta el campo. Ya hemos participado en otras labores», explica Yordanis Torres Áreas, productor de la CCS Haydée Santamaría, quien vino a aportar a la Fructuoso Rodríguez.

«En ninguna de nuestras cooperativas se echa a perder la producción, tratamos de aprovecharla al máximo y ahora mucho más, pues se necesita en centros de aislamientos. Hoy más que nunca la juventud tiene que estar unida. Si estamos con la Revolución en los momentos buenos, con ella también tenemos que estar en tiempos duros como este», dice con firmeza.

—«¿Y no sintieron temor al venir para acá en medio de esta pandemia?», pregunto a Lianis Fuentes Méndez, nutrióloga del hospital siquiátrico de La Habana, quien llegó a la CCS con varios de sus compañeros y con sus ocurrencias casi se «robaron» el protagonismo de la jornada.

—No hay que tener miedo cuando cumples con las medidas de protección, como usar el nasobuco, o utilizas el hipoclorito de sodio para lavarte las manos. Si el país está pasando por esta situación lo menos que podemos hacer es sumarnos, ya sea en el campo o en otras tareas que se decidan. Uno lo hace con gusto cuando sabe que el fruto de su trabajo es para personas enfermas.

«Te cuento algo, soy santiaguera y estoy aquí porque integro un contingente que trabaja en el hospital siquiátrico de La Habana. Ya llevo unos cuantos meses y esto demuestra que la juventud no está perdida, como dicen muchos. Es verdad que uno extraña a la familia, a sus vecinos… pero esta batalla nos ha hecho crecer también».

Orgullosa de sus muchachos se siente Amarilis Iriarte Báez, presidenta del Comité Municipal de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños en Boyeros, quien asevera que ellos son necesarios para lograr una agricultura sana, duradera y sostenible… «Nos satisface que se incorporen a nuestras labores. Aquí tomamos las medidas higiénicas para que estén seguros. Esta fuerza tiene tremenda energía».

Y cómo trabajan

Mientras unos se secan el sudor, se limpian sus manos y meriendan, los que ya lo hicieron van a la minindustria para comenzar el procesamiento de la col. Allí también los espera una buena faena, pues cada paso de elaboración hay que cumplirlo al dedillo.

«¿Quieres que te diga algo?», me comenta, entre risas, Anais, la comercial. «Cuando les expliqué a los trabajadores que los muchachos vendrían a ayudarnos empezaron a desconfiar, a decir que no harían nada… Yo no dudé de su aporte.

«Y ahora menos; han sido maravillosos, con una productividad muy alta», señala. A su lado, otros asociados alegan que los ha sorprendido la madurez. Siempre surgen bromas, pero lo fundamental ha sido el trabajo».

Los jóvenes también conocieron cómo procesar las coles. Fotos: Roberto Suárez

En la jornada los jóvenes compartieron con otros como ellos que en la minindustria tienen en sus manos los principales procesos productivos, desde la llegada de los vegetales, frutas o viandas hasta su salida al mercado o a los centros donde son donados. Igualmente, dialogaron con los máximos dirigentes del Consejo de Defensa Municipal y de la UJC en la provincia, algo que los estimuló mucho.

No faltaron en el fragor de las faenas los chistes, las anécdotas, las nuevas amistades…, pero si algo lamentaron los muchachos, como contaron algunos, es que «no pudimos abrazarnos, besarnos, festejar… como lo hacíamos en otras movilizaciones porque ahora es otro el escenario». Y es que, como expresó la miembro del Buró Nacional de la UJC, «hay mucha gente que se bate fuerte por Cuba, por la salud, por la esperanza, por la vida… y los jóvenes no somos menos».

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