Pablo Omar Milián, paciente con VIH-Sida Autor: Hugo García Publicado: 11/04/2020 | 01:41 pm
MATANZAS.— Pablo Omar Milián Valle tiene 58 años. Quizás eso no nos diga nada, pero si de ese tiempo, 25 los ha vivido con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), entonces le pondremos más asunto a este simple humano que hoy lucha contra dos virus, pues el nuevo coronavirus también lo acecha, como a todos en el planeta.
Desde su casa en la calle Daoiz, en la Atenas de Cuba, se admira el azul inconfundible de la bahía matancera, algún buque que entra o sale, varios puentes, y en los tejados de la ciudad, alguna mujer tendiendo o, como todas las tardes, a muchos jóvenes con sus palomas.
En 1996 fue diagnosticado como seropositivo y en 1999 como caso Sida. Desde el 2000 consume antirretrovirales. En 2005 obtuvo el Premio Prevención, y recibió la Medalla Piti Fajardo por 25 años vinculado al sector de la salud pública.
«Llevo 15 días sin salir de la casa», nos advierte.
— ¿Ni para comprar detergente o pollo, le preguntamos?
— En mi casa tranquilo. Hace dos semanas salí al banco por una transacción de un proyecto internacional con la ONG Medicuba Suiza, que coordino para la formación de consejeros para la prevención del Sida. Además atiendo todo lo referente a la comunicación en los medios públicos del tema y asesoro programas sobre HSH: hombres que tienen sexo con hombres.
«Mis medicamentos los recogí en la farmacia antes, porque me los dan de forma gratuita mensualmente. Donde hay colas no iría, es muy peligroso. Trato que alguien me traiga las cosas de la bodega».
— ¿Aprovechas la opción del teletrabajo?
— Ya no puedo atender a las personas en la consejería Cara a cara, pero vía telefónica y por correo me contactan y sigo ayudando.
Pablo Omar es especialista de programa en la Sección Provincial de las ITS/VIH/Sida y Hepatitis, donde también coordina la Línea de Apoyo a Personas Viviendo con VIH, y la formación de consejeros, y además preside la Red Latinoamericana por Cuba de personas con VIH-Sida. Sus hobbies son coleccionar plantas, la fotografía y leer buena literatura.
— ¿Cómo pasas los días?
— Trato de no volverme loco, porque verdaderamente son días tediosos en la casa, pero como colecciono plantas ornamentales, he comprobado que ellas están más felices de mi atención diaria.
«También he limpiado la casa, recogí muchas cosas que uno nunca mira en tiempos normales, atiendo a mi perrita, veo la televisión y oigo la radio. Trato de hacer algo durante el día».
A la entrada de su sala hay una colcha con hipoclorito y un frasco para desinfectarse las manos. Vive con su mamá, Olga, de 92 años, su tía Nereida, de 86, y su pareja: «Todos permanecemos dentro de la casa. Siempre se consigue algo de comida y no permitimos que nadie entre».
— ¿Estuviste aislado en un sanatorio?
— El sanatorio nos aislaba de cierta manera de la sociedad, vivíamos internamente las desgracias de nuestros amigos, veíamos a muchos fallecer. Allí estuve desde julio de 1996 hasta el 2000, cuando regresé a la casa, pero seguí como trabajador de esa institución en materia de educación y capacitación. Al desintegrarse el sanatorio me propusieron como especialista del programa VIH-SIDA.
«Aquellos momentos fueron difíciles, porque no había tanta información como hoy. Nunca fui objeto de discriminación, pero otros sí. En el sanatorio la vida estaba ligada a la muerte.
«Hoy la cosa es distinta: Es un aislamiento hasta de la misma familia viviendo cerca. Por ejemplo, no veo hace un mes a mis sobrinos, que viven relativamente cerca, solo hablo por teléfono con ellos.
«Esto del nuevo coronavirus lo veo más difícil en el sentido de que es más peligroso: si se va de las manos sería terrible para la humanidad por su fácil contagio, que no es el caso del VIH, que principalmente se trasmite por relaciones sexuales».
— ¿Cuál es tu prioridad hoy?
— Mi prioridad es levantarme todos los días, ver el sol y agradecer por estar vivo, aunque es cierto que no hubiera querido estar enfermo. Veo las noticias, sobretodo el parte de las once de la mañana. Trato de no sobresaturarme con las noticias, y hasta le prohibí a mi mamá seguir todo el día a Telesur, porque eso estresa más a las personas.
«Yo tengo garantizados mis medicamentos de abril, las dos pastillas que tomo diariamente antes de acostarme (Dolutegravir y Lamiduvina). Pienso que la vida te pone delante cosas buenas y malas… sobre todo malas, pero si le agregas más derrotas, entonces se te viene abajo el techo. Nadie se preparó para esta situación mundial».
— ¿Si te dieran la oportunidad de pedir un deseo, ¿cuál sería, curarte del sida o que se acabe esta pandemia?
— Me preocupa mi familia, mis amistades, mis colegas que están haciendo encuestas. Quisiera ayudar, pero me lo prohibieron por ser una persona vulnerable. La situación actual es tensa y difícil.
«El Sida es una enfermedad tratable. Ya no es mortal, y no he pensado en la cura con una vacuna después que es una enfermedad tratable. Sería más importante para mí el control de esta pandemia, que es como un arma de destrucción masiva que ha traído muchas muertes.
«Yo soy un sobreviviente, y sé que algún día llegará una cura definitiva para el Sida, pero esto del coronavirus es urgente y necesario. Sería un egoísta si pidiera mi cura».