En manos de las nuevas generaciones avanza hoy el reto santiaguero de garantizar cada vez más alimentos para la población. Autor: Odalis Riquenes Cutiño Publicado: 21/01/2020 | 08:29 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Las manos jóvenes de José Ruberlandis Vázquez Enrys, Sayonara Destrade Castillo e Indira Jardines Durán llevan la marca del empeño por ser útiles. Del año que culminó, en el que Santiago, como toda Cuba, supo crecerse ante los brutales obstáculos puestos por el imperio, podrán contar que su energía y entusiasmo han sido decisivos para impulsar la idea de los polígonos de producción de alimentos, una iniciativa santiaguera que ya se reconoce en el país.
Se trata de una alternativa promovida e impulsada por Lázaro Expósito Canto, primer secretario del Partido en la provincia, para ampliar y diversificar la oferta de alimentos a la población, que intenta poner otra vez de moda las sabrosas recetas de las abuelas, reproduciendo a gran escala sus prácticas artesanales, con un mínimo de electricidad y cero combustible diésel.
La idea, pensada para tiempo de guerra o períodos de desastres naturales, cobró vida experimentalmente desde marzo del pasado año en áreas de la Fábrica de Barquillos de Helados, ubicada en la avenida Patria, y ya hoy alcanza a todos los municipios y aspira a materializarse en los consejos populares, como la mejor manera de que cada cual produzca allí los alimentos que necesita con un mínimo de recursos importados.
Ruberlandis, Sayonara e Indira sienten la satisfacción de haber entregado los últimos meses de sus vidas a defender los sabores del ingenio santiaguero, allí en el Polígono Provincial Barquillo —como popularmente se le conoce—, de referencia nacional, y donde con el concurso de industrias del territorio se acondicionaron áreas para la elaboración de una veintena de surtidos, que hoy, tras una remodelación y ampliación, aspiran a superar los 80 productos.
Galletas de sal de varios tipos y galletas ciento por ciento de arroz y yuca, caramelos de diversas formas y sabores, mayonesa casera, queques y panqueques, casabe y frituras de yuca, turrones de maní y coco, pru, vinagre, vino dulce y seco, licores, helados de fruta y durofríos, casabe, raspaduras, pasta cubana, refresco instantáneo, panes y dulces con extensores de harina de viandas… conforman una variada amalgama de productos que ya mucho aprecian los consumidores santiagueros y de otros lugares que los reciben en mercados, cafeterías y otros puntos de venta de la industria alimentaria santiaguera.
En la calidad con que salen las producciones, en el afán constante por incorporar nuevos surtidos y maneras de hacer, en el intento de ir siempre por más, hay mucho esfuerzo joven.
Tradición y calidad
Al pie de la única máquina que en Cuba produce galletas de arroz ciento por ciento naturales, José Ruberlandis Vázquez crece como ser humano.
Con solo 19 años, Ruberlandis es el operario de la única máquina para la producción de galletas ciento por ciento de arroz que en el país entrega sus producciones a la población. Fue donada a la provincia por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, y ese es el mejor incentivo para este joven, que cada día se consagra a conocer sus secretos y cuidarla como la niña de sus ojos.
Desde que terminó el preuniversitario el espigado muchacho se sumó a laborar en el Polígono Provincial Barquillo y hoy habla con orgullo de los seis kilos de galletas (42 paquetes) que diariamente puede producir la máquina y de los cuidados que hay que tener para garantizar la calidad del producto.
«Hacemos dos variedades: las galletas de arroz ciento por ciento natural y las de arroz con sal condimentada. Cada una hora dejo reposar la máquina 30 minutos, para preservarla y garantizar que el producto salga con toda calidad. Estas galletas son muy nutritivas y útiles para las personas diabéticas.
«Trabajar aquí me da orgullo, pues a pesar de que hacemos cosas tradicionales y nuestras máquinas y equipos son recuperados, esta es una idea novedosa; ser parte de esta experiencia me hace sentir bien, pues he aprendido cosas que nunca pensé conocer y cada día me supero; ahora, por ejemplo, quiero aprender a hacer dulces, vinos, licores y muchas otras cosas que se hacen aquí», asegura.
Graduadas de un curso promovido por la Empresa Provincial Alimentaria que ha abierto nuevos caminos a muchos jóvenes como ellas, Sayonara e Indira han incorporado a su lenguaje la defensa orgullosa del empleo del combustible natural: carbón, leña, bagazo de caña, cascarones de coco… para encaminar desde el ahorro las delicias del área en que laboran, la de caramelos y sus derivados: turrón, coquipiña, tabletas de coco con maní…
A pesar de trabajar en una de las líneas productivas más artesanales, las muchachas asumen sus empeños cotidianos con la alegría y el compromiso de quienes laboran en una gran industria, mientras detallan los secretos tras los troqueles, la mesa caliente, el gancho o los ventiladores, donde cobran vida pequeños caramelos batidos o cristalizados; coloridos, de fresa, menta, platanito… y también chambelonas y pirulís.
Hasta hace unos meses no tenían ni idea de cómo hacer uno de estos dulces y hoy, orgullosas de la demanda y el reconocimiento que tienen los del Polígono, esbozan nuevos planes y sueñan con cestas de caramelos, bastones, caramelos engomados; en fin un mundo de estas confituras con nueva estética y textura.
«No porque sean artesanales estos caramelos tienen menos calidad; usted puede probarlos y verá que este es un producto bien elaborado», enfatiza Sayonara, de 26 años. «Trabajar aquí me ha enseñado el verdadero valor de palabras como dedicación y responsabilidad; este es un lugar en el que diariamente tienes que esforzarte y dar más, siempre pensando que con las producciones que salen de tus manos tienes que garantizar calidad y satisfacer al cliente medio».
Con ella coincide Indira Jardines, de 24 años. «Para mí, sostiene la muchacha, estos polígonos no tienen nada que envidiarle a una gran industria; nuestra razón de ser es garantizar una oferta cada vez mayor y más variada de alimentos para la población, y esa es la mejor de la ocupaciones», dice, y en esa resolución, que es generalizada entre sus compañeros del polígono, va la resistencia de un pueblo, oxigenada por los bríos de muchos otros tan jóvenes como ella.
Los sabores de la resistencia
—En la provincia santiaguera funcionan hoy 11 polígonos de producción de alimentos, que ya multiplican las tradiciones culinarias locales en los nueve municipios.
—Nuevas líneas, como las de helados de fruta, ahumados y productos en conserva, con el empleo de las fuentes renovables de energía, se incorporarán progresivamente en lo adelante al Polígono Provincial Barquillo.
—Según datos de la EPIA, por cada tonelada de pan fabricada en Santiago de Cuba con extensores de yuca, boniato, calabaza y otras viandas, el país se ahorra la importación de 240 kilogramos de harina de trigo.
—Por cada tonelada de pan que se hornea con leña se ahorran 305 kilowatts.
—Los polígonos industriales de producción de alimentos se encadenan con los polígonos agrícolas que garantizan las materias primas y el combustible necesarios.
—La incorporación de fuerza de trabajo joven y el adiestramiento para la vida laboral de numerosos estudiantes ha sido otro de los aportes de este proyecto.