Vista como una vía para fomentar cultura política en niños y adolescentes, la iniciativa institucional tiene una fuerte salida extensionista. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 20/11/2017 | 10:04 pm
La integralidad es el principal reto para la formación de valores jurídicos y cívicos en la sociedad de hoy. Hay que acentuar esa formación desde la acción conjunta del sistema político y la sociedad civil. El resultado tiene que estar en función de una ciudadanía que participe activamente.
Para cumplir con esos criterios que defiende el Doctor en Ciencias Jurídicas Yuri Pérez Martínez, vicedecano de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, es que esa academia tiene entre sus proyectos a Ismaelillo. Esta propuesta ayuda también a refrendar, desde la experiencia cubana, la Convención sobre los Derechos del Niño, que Naciones Unidas firmara un 20 de noviembre hace 28 años.
Visto como una vía para fomentar cultura política en niños y adolescentes, la iniciativa institucional de investigación tiene una fuerte salida extensionista. Y así lo defiende su joven director, alguien a quien, junto al claustro de esa Facultad, y con el apoyo de profesionales de otras ramas del saber, le interesa cómo formar valores cívicos y jurídicos desde las primeras edades.
Por eso llegan hasta las escuelas cercanas y los alumnos de esos planteles recorren el Alma Máter. Reforzar su conciencia ciudadana es un compromiso de la Universidad, dice. «Su nombre le imprime una carga de lo que queremos lograr. José Martí es el enlace entre el público del proyecto y nuestro propósito de inculcar la idea republicana de José Martí y sus ideales».
El Apóstol como guía
Este es un proyecto con un marco amplio del que se han derivado salidas que se especializan en la niñez o la adolescencia, también dentro de esa facultad. Tal es el caso de la que lideran las Doctoras Liset Pérez Hernández y Tania de Armas Fonticoba, centrada en la juventud.
El Doctor Pérez Martínez explica que han dimensionado el proyecto a través de tres salidas: la histórica, la cívica y la jurídica. Desde la historia abordan la vida de personalidades que han pasado por la casa de altos estudios, como Mella y Fidel.
«La otra dimensión se da en torno a la formación ciudadana, cívica y de una ética y moral acorde con los principios del Héroe Nacional, para trabajar en la ciudadanía que hoy necesitamos: proactiva, partícipe, que sea acreedora de los valores esenciales del pueblo cubano.
«El tercer elemento va dedicado a la cultura jurídica, porque es primordial si hablamos de educación cívica. Nos interesa fomentar la conciencia jurídica, y cómo a través de los actos se reconocen conductas que resultan moralmente aceptables; el Derecho es un vehículo para eso. Nos apoyamos en la justicia, la solidaridad y el bienestar individual y colectivo», comparte el joven.
La conciencia jurídica es vital, porque alguien puede ser muy instruido y no concientizar esos conocimientos a la hora de actuar, analiza el profesor y explica que por eso trabajan en el contenido y la manera de asumirlo.
Los estudiantes universitarios van hacia las escuelas cercanas con el propósito de que los alumnos se familiaricen con ellos y, a la vez, la UH se acerque a la comunidad.
«Creamos un ambiente en el que el muchacho vea determinados valores como necesarios para su formación ciudadana. Participan junto a nosotros los talleres de La Colmenita, que nos han ayudado a que los niños se inserten de modo espontáneo», describe el Doctor en Ciencias.
Una vez que termina el recorrido por la Universidad, es momento para trabajar la vocación para que el niño no vea a la casa de altos estudios como algo lejano en el tiempo, sino que entienda que puede convivir con su educación.
«Cuando los llevamos a la Facultad de Derecho les entregamos dos documentos vitales: la Constitución de la República de Cuba y la Convención sobre los Derechos del Niño. Ahí trabajamos los valores de nuestra Carta Magna, y el ideario de José Martí que la guía desde uno de sus principios rectores: la dignidad», dice.
La ciencia al servicio
Este proyecto tiene un fuerte componente científico que se dedica también a generar herramientas para estudiar los derechos infantiles y adolescentes a través de las leyes y códigos nacionales e internacionales que rigen en Cuba.
Es interdisciplinario y, dentro del Derecho, se ha mirado desde la rama de la constitucionalidad, la civil, la familiar, la medioambiental y otras. Hoy resulta en una gran comunidad de investigadores de diferentes áreas del saber mirando hacia los ejes fundamentales que debe tener toda sociedad: la niñez y la juventud.
«Lo que nos distingue es que lo hacemos desde el Derecho para aportar algo más, porque el Ministerio de Educación tiene su estrategia de educación cívica y ciudadana.
«Se trata de reforzar los conocimientos y hacer que el menor capte nuestros valores desde un prisma jurídico, marcado por la identidad y el sistema ético y legal que nos define. Resulta importante trabajar con conceptos abstractos y su concreción, para que entiendan que cuidar las urnas es un espacio de participación», argumenta.
Asevera Pérez Martínez que deben resaltarse momentos como las elecciones pioneriles, donde el joven decide su representante, y expone sus criterios en las asambleas de las escuelas. «Nos esforzamos para que entiendan que del mismo modo en que se realizan democráticamente como pioneros, lo harán en las elecciones del país, o se expresarán en las rendiciones de cuenta», dice.
Armonía social es la clave
¿Cómo debe ser ese joven activo y consciente como ciudadano capaz de ejercer sus deberes y derechos políticos, cívicos y jurídicos?, se le inquiere al profesor en busca de sus experiencias y conocimientos.
«Cuando Fidel hablaba de cambiar todo lo que debe ser cambiado, es importante tener presente cuáles son esas verdades que no pueden trocarse. Entre ellas está la esencia popular del sistema cubano, que requiere de un individuo partícipe, activo y en el centro del sistema, generando funcionalidad democrática.
«La participación de la ciudadanía en la democracia es el elemento dinamizador y funcional de esta. Por eso el sistema requiere un ciudadano partícipe. ¿Cómo debe ser?
«Se requieren ciudadanos preparados, y esa formación pasa por la educación cívica, la conciencia del rol histórico, el sistema político y el control social. El Apóstol es la clave y la Constitución lo señala como faro. Una de sus guías es querer que “la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
«La dignidad del ser humano se dimensiona en torno a que será un ciudadano digno en la medida en que sea partícipe en esa república con todos y para el bien de todos. Eso hay que potenciarlo todos los días en los ciudadanos cubanos, para evitar la enajenación», suscribe el joven profesor.
«Para lograr el socialismo próspero y sostenible, es vital preguntarse cómo lograr un ciudadano expresión de los valores que defendemos. Solo lograremos eso si tenemos en cuenta que debemos educar bien a los menores.
«Se trata de generar dialécticamente una atmósfera que integre todos los factores de la sociedad. La clave está en participación activa, intervención y funcionalidad democrática. Que formemos a niñas y niños en esa necesidad de que su participación es decisiva», resume.
Pero la sociedad debe estar lista para recibir a un individuo con esa formación. «Quizá las carencias estén en la falta de armonía. Esto no significa posiciones dogmáticas, sino concordia entre lo que formamos y cómo lo expresamos. Lo que no podemos es promover algo y luego contradecirlo, ni olvidar las esencias.
«La Revolución Cubana es alternativa en la medida en que sea expresión de valores diferentes a los del capitalismo. Eso no se puede perder. Si me preguntan cuál es su logro principal, lo tengo muy claro: el poder popular. Pero tiene que captarse desde su esencia, que es la democracia, la participación activa, el conocimiento de todos y la decisión de las mayorías», resume el jurista.