Algunos jóvenes han terminado los estudios y encontraron una opción más para aumentar su caudal de conocimientos. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 06:54 pm
Mariana no soñaba con ser peluquera. «Enfermera…», era la invariable respuesta que daba ante las preguntas que le hacían desde la infancia sobre su futura profesión. Sin embargo, por esos avatares de la vida, decidió abandonar sus estudios de enfermería y se encontró, a los 20 años, sin saber qué rumbo tomar…
«Comencé a estudiar peluquería por esas motivaciones curiosas que una tiene a veces. No sabía nada al respecto, pero me gustaba. Me llamaba la atención el estilismo, el maquillaje.Quería conocer cómo puedo arreglar mejor mi cuerpo, mi cabello, y ayudar a otros que no tengan el conocimiento», nos dice en el Centrode Desarrollo Artesanal Industrial Quitrín, en La Habana Vieja, donde la joven encontró la oportunidad para explotar su potencial.
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«No he trabajado en ningún lugar aún y por eso me he interesado en varias cosas. No soporto estar en casa, sin hacer nada. (…) Tengo muy claro que uno nunca lo sabe todo, siempre hay algo que aprender. Es bueno estudiar.Cuando dejé los estudios me sentí perdida, ahora ya no estoy así…», confiesa.
«Aquí impartimos alrededor de diez cursos por trimestre—asegura a nuestro programa Delma Silot, coordinadora del Centro, ubicado en la calle San Ignacio— y hay un gran número de jóvenes incorporados a ellos. Algunos han terminado los estudios y encontraron una opción más para aumentar su caudal de conocimientos».
¿Y qué es lo más solicitado?, le preguntamos.
«Ahora hay gran demanda de los cursos de marketing, relaciones públicas, la peluquería y los idiomas.A partir del mes de mayo iniciamos nuevas matrículas»,contesta Delma.
El Centro pertenece a la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas, y fue fundado por Vilma Espín hace alrededor de 30 años. En sus inicios, la casona se llenaba de mujeres de la tercera edad quienes fundamentalmente laboraban en el tejido y otras artes manuales, pero con el tiempo se ha ampliado el diapasón de propuestas comunitarias y se ha extendido su alcance a las nuevas generaciones, de ambos sexos.
«Los jóvenes que llegan a Quitrín siempre buscan cómo capacitarse en algo», nos explica Miguel Ángel Viera Álvarez, profesor de Marketing y relaciones públicas. «Ellos quieren aprender para hacer algo en la vida. Ser útiles. Y en casi todos mis cursos, la mayoría de los alumnos tiene de 18 años en adelante».
«Tengo muchos alumnos que se quieren iniciar —o ya lo han hecho— en el sector no estatal, donde el marketing es fundamental porque implica cómo atender un cliente, cómo vender un producto con ética y profesionalidad, y que se debe respetar siempre a ese cliente. En cualquier parte del mundo, una persona preparada es los ideal para cualquier trabajo…», comenta.
Para Mirtha Jiménez, jubilada, no importa la edad para aprender:«Hacer una cartera, una muñeca, teñir el cabello…son conocimientos útiles en cualquier etapa de la vida. Yo veo una juventud muy capaz y muy interesada en aprender. Creo que hasta los profesionales pueden probar nuevas cosas, mucho más esos jóvenes que no están haciendo nada en casa».
Es fácil encontrar en este sitio a personas laboriosas, inquietas, ambiciosas de conocimiento, que no se conforman ni se acomodan, como Maydelis, quien a sus 18 sueña con ser cosmetóloga, o a David, un informático de 32 años que ha matriculado los cursos de italiano y masaje corporal porque necesita imponerse retos, o a Damián, quien es un barbero empírico para quien«el futuro está en el estudio».
No importa cuán difícil sea encontrartu camino, tu profesión: ocupar el tiempo en aprender, ver el fruto de tus manos y de tu creatividad, pueden ser el mejor incentivo. José Martí lo aseguró en La Edad de Oro: «Eso es mejor que ser príncipe: ser útil».