Los que soñamos por la oreja
Una de las muchas cosas buenas que me ha deparado la peña Trovando, celebrada los miércoles por la tarde en el patio de los estudios de la EGREM de la calle San Miguel, ha sido la posibilidad de adquirir (¡a muy buen precio!) discos que no pude comprar en su momento de ser publicados. Fonogramas de trova, jazz, rock y de otros géneros o estilos, en no pocas ocasiones de altísima calidad, son comercializados allí en moneda nacional, con lo que ciudadanos de a pie como yo podemos incrementar nuestra fonoteca a partir de la compra de álbumes a los que, hasta hace poco, se nos resultaba privativo el acceso.
De forma paulatina, pretendo ir comentando algunos de estos materiales. De inicio, hoy me referiré a un trabajo publicado en 1999 a través del sello Unicornio pero que, a poco más de diez años de su salida al mercado, conserva toda su vigencia. Hablo del CD titulado Made in Animas, que fuera la ópera prima del bajista Felipe Cabrera, quien ya tiene editado un segundo fonograma como solista, que ojalá un día sea licenciado por alguna de las disqueras cubanas.
Made in Animas se arma con 14 piezas, de las cuales 12 pertenecen a la firma de Cabrera en la condición de compositor y arreglista. Los otros dos temas son: uno escrito por Yosvany Terry y Roberto Carcassés (Llegada a New York), y una versión a propósito del standard Autumn leaves, original de J. Prevert, J. Kosma y J. Mercer.
En relación con la nómina de músicos participantes en la grabación del disco, sin duda alguna esta es de lujo. Acompañan a Felipe los pianistas Tony Pérez y Roberto Carcassés, los saxofonistas Irving Cao, Román Filiú y Yosvany Terry, los bateristas Ruy López Nussa, Lukmil Pérez y Gilberto Moreaux, Jorge Luis Valdés (Chicoy) a la guitarra, Julio Padrón en la trompeta, así como los percusionistas Adel González y Eladio Terry. De manera ocasional, también se escuchan las voces de Luis Céspedes, Sergio Pereda y Armando Ihosvany.
En conjunto, lo primero que llama la atención del CD es que el mismo no se inscribe dentro de los parámetros de lo que se conoce como jazz latino o afrocubano, sino que clasifica en la línea de lo que se denomina jazz eléctrico. No obstante, creo que es difícil catalogar el estilo del material, porque carece de homogeneidad en su proyección. A tono con semejante intención de brindar la mayor diversidad posible en la propuesta, encontramos cierta dosis de jazz rock en Intro-Two ways; puro jazz latino (con mucho de timba) en Llegada a New York; un toque de etno-jazz en Nigeria-Part I, o algo bien experimental como A bajo limpio.
Entre los cortes en los que Felipe destaca en su desempeño como bajista, yo mencionaría 696, Autumn leaves, Elephant’s army, Llegada a New York, A bajo limpio y Bajeando el güiro, pieza en la que Cabrera desarrolla un caliente solo sobre un ritmo de guaguancó.
Si nos referimos a los otros instrumentistas que intervienen en el álbum, los mejores momentos corren a cargo del saxo soprano de Yosvany Terry en la muy evocadora pieza 696, donde además sobresale el piano de Roberto Carcassés. Uno que también enseña sus credenciales como excelente intérprete es Jorge Luis Valdés (Chicoy), a quien lamentablemente la mezcla de la grabación no le hizo justicia en los temas Intro-Two ways y Elephant’s army, en los que la guitarra debió colocarse en un mejor plano sonoro y no tan enterrada.
Tengo que decir que, en mi modesta opinión, no me parece acertado el leve reprise de Nigeria-Part II, en particular porque en la dramaturgia del CD no cumple ninguna función en la totalidad del material. Por su parte, Ángel tiene un final un tanto sorpresivo y a mí me dejó con la impresión de que faltaba algo. Tampoco me resultó feliz que el álbum fuese nombrado en inglés, aunque es obvio que ello se hizo con la intención de «lanzar» la carrera de Felipe Cabrera hacia otros horizontes, como a la postre ocurrió.
Pese a los anteriores señalamientos, Made in Animas resulta un disco que debió haber disfrutado de mayor promoción al editarse pero, como muchas veces ocurre con producciones como esta entre nosotros, pasó sin penas ni glorias. ¡Qué lástima!