Como ya se ha hecho costumbre, triste costumbre debemos decir, donde hay tierra y yerba, prolifera un vertedero. La observación llega con la misiva de la habanera Isis Águila Sotolongo (Ave 85, No. 27 624, 3er. piso, apto 5, e/ 276 y 280, El Cano, La Lisa), quien lleva años observando cómo cerca de su edificio, en un gran terreno donde niños y no tan niños, juegan pelota, fútbol y otros deportes, nació, creció y goza de buena salud, un basurero.
«Planteamos en todas las reuniones del CDR, y en las asambleas con el delegado, la necesidad de poner contenedores para basura en el lugar, pues ya se había poblado grandemente (…) y la generación de desechos había aumentado, a lo que siempre recibimos la misma respuesta: que no había en existencia», evoca la remitente.
«En estos momentos —apunta— han ubicado contenedores nuevos en casi todas las esquinas de las calles alrededor del pueblo, pero a nosotros, que vivimos pasando el río, pegado al terreno que mencioné (…), nada. Seguimos con la basura regada por el lugar y compartiendo con ella a cada paso que damos».
Y recuerda Isis que en la rendición de cuentas del delegado realizada el pasado año, la representante de la zona informó que estaba aprobado poner un recolector de los grandes, «pero a estas alturas todavía estamos esperando. ¿Hasta cuándo?».
Ah, pero el problema de la basura no es el único que empuja a escribir a esta mujer. También está una angustia que atraviesa, literalmente, el medio de su poblado. Se trata de la calle «que nos comunica con el centro del pueblo y por ende con las dependencias a las que estamos obligados a visitar casi diariamente: farmacia, bodega, consultorio, carnicería, escuelas…
«Desde hace más de 20 años, según los mayores que habitan el lugar, la calle se deterioró con el paso de camiones, y desde entonces están solicitando que se tome cartas en el asunto. Para variar, nada. El problema no queda ahí, la gravedad de la situación es que existe un río que atraviesa (por debajo) la calle, el cual no tiene barandas, ni puente, ni muro que contenga el agua cuando llueve». Refiere la capitalina que incluso los niños, con el afán de no dejar de ir a la escuela, a veces se atreven a pasar en tiempo de crecida, con el lógico peligro que esto significa.
«En varias ocasiones hemos visto un grupo de funcionarios, no sé de dónde, mirar el lugar, medir, hablar, pero todo queda en el mismo estado. (…) Y la respuesta es siempre la misma: no hay presupuesto asignado para eso», narra la lectora.
El 31 de agosto de 2015, rememora, la visitaron dos compañeras de Redes Hidráulicas del municipio, quienes le informaron que pronto se iba a comenzar todo el proceso de análisis para dar la solución tan esperada. Al cabo de casi dos años, «el cuartico está»...
Inhabitable
Aunque este adjetivo es de esos que una vez pronunciados, deben movernos de inmediato a la acción, al parecer, en este caso, no se entiende así. Cuenta la capitalina Maylín Durrutí Suárez, que el edificio multifamiliar de calle Mercado No. 79, entre Arroyo y Santa Marta, municipio de Centro Habana, donde ella habita, lleva muchos años declarado —mediante dictamen técnico— inhabitable.
«Se nos derrumban los balcones, se caen los pedazos frente a la calle. (…) Es un peligro potencial, son 26 apartamentos que los están reubicando desde hace años y nada. Hay una humedad horrible que perjudica a los niños, ancianos y demás habitantes de esta zona», describe la capitalina.
Y añade que han sido visitados por compañeros, supuestamente de instancias de la Vivienda; pero apenas se identifican, no intercambian con los vecinos, no responden a los cuestionamientos y se van rápidamente; lo cual suma, a la angustia de los problemas materiales, la incertidumbre de la incomunicación.
Más allá de que la misiva no ahonda en detalles que sería necesario analizar en el contexto del problema, el S.O.S. está claro. Faltan entonces los oídos y las respuestas.