Acuse de recibo
Aun cuando la escasez de recursos gravita agudamente sobre la crisis del transporte en el país, también la desorganización, la indisciplina, la anarquía y la falta de exigencia están haciendo de las suyas.
Yoandry Pardo (edificio E-78A, Apto. 29, Zona 10, Alamar, La Habana) cuenta que, en medio de las carencias, en los últimos tiempos se reforzó el transporte hacia ese reparto. Y se refiere específicamente, además de los refuerzos al P 11, a la sustitución con ómnibus de los existentes en la ruta 400 que se dirige a Guanabo, pero hace paradas en Alamar.
Pero tal esfuerzo, a su entender, se pierde por constantes problemas organizativos y de indisciplina por parte de la población y de los choferes de los ómnibus.
En un principio, refiere, en la zona del Capitolio, tan concurrida, se situaban inspectores del transporte, que cuidaban de la organización de la cola, cuando llegaba el P-11, así como de controlar que los choferes se detuvieran frente a la parada.
«Ya ello es prácticamente inexistente —manifiesta Yoandry. Basta sentarse frente al Capitolio a las 5:00 p.m. (hora en que salen la mayoría de los trabajadores de sus centros laborales) para presenciar lo que parece una estampida de toros.
«Los choferes no paran en las paradas correspondientes. Por consiguiente, el personal corre desorientado de la parada del P8 a la del P11, y hacia el frente del Hotel Saratoga, tratando de subirse a una guagua aun a costa de un accidente.
«Esta mañana, mientras trataba de llegar temprano a mi centro laboral —odisea casi imposible— fui testigo de una conversación singular mientras esperaba por más de hora y media que alguna guagua —de las cuales conté alrededor de 20— se detuviera a cargar personal en la parada de la Avenida de los Cocos, en Alamar.
«Una señora ya mayor le decía a otra que hacía alrededor de dos semanas había ido a quejarse al Ministerio del Transporte, y por ello habían puesto un inspector en esa parada. Además, para aliviar el flujo de pasajeros —que a esa hora es bastante grande— se habían puesto dos guaguas de las llamadas Girón como refuerzo para esa parada. Pero… estuvieron funcionando una semana y luego desaparecieron inspector, guaguas y refuerzo.
«Pregunto: ¿Será necesario volver una y otra vez para que sean escuchadas las voces de los afectados por tantos problemas organizativos?»
José Eusebio Chirino (Calle 5ta. No. 10, Narcisa, Yaguajay, Sancti Spíritus) cuenta que su esposa estuvo ingresada en la Sala de Terapia Intensiva del Hospital Municipal de Yaguajay Joaquín Paneca Consuegra, exactamente en el mismo edificio donde estuvo el cuartel militar que el Comandante Camilo Cienfuegos y su columna tomaran en los días finales de la lucha guerrillera en 1958.
«Ese hospital es una maravilla de la Revolución. Allí recibimos la solidaridad y el apoyo humano, desde la Dirección, el equipo de clínicos, los radiólogos, enfermeras, laboratoristas, trabajadores de servicio, custodios…
«Qué calidad en los servicios. Qué grado de cientificidad médica. Qué calor humano. Los pisos brillan y los alimentos están bien cocidos. Existe un orden pocas veces visto; aunque no puede ser totalmente perfecto, porque vivimos en un país bloqueado, y allí, como en otros hospitales de Cuba, pudieran existir medios técnicos mucho más avanzados…
«En esa institución hay una gestión de excelencia. Podría ser referencia para el país. Por eso ahora, cuando se acerca la jornada ideológica Camilo-Che, vale la pena que un colectivo como ese reciba de un humilde ciudadano y su familia el mejor de los halagos.
«Camilo habría estado muy orgulloso de que un cuartel de muerte se convirtiera en un hospital donde se respira vida. Gracias a ese colectivo, que nunca defraudará a su Comandante».