L. I.: Llevo una relación de dos años y tengo un hijo con mi esposa. De un tiempo para acá, hemos empezado a discutir por cualquier excusa. Siento que no tenemos privacidad, aunque vivamos solos los tres. Su familia aparece diariamente en la casa y no se marchan hasta tarde en la noche. No me permiten ejercer mi papel de sostén y padre de familia. Una ayuda se acepta, pero no a ese extremo. En ocasiones me siento invisible, pues mis opiniones o criterios no son valorados. Quizá es un error tratar de conseguir que mi pareja y yo vivamos una vida normal donde el hombre o la mujer (sin ser machistas), busquemos las cosas de la casa. Probablemente no soporto depender de los demás. Tengo 21 años.
Discutir por cualquier excusa no es igual que analizar las diferencias. Dejar el lugar de quien reclama para tomar decisiones contribuiría al cambio. Queda definir si estás dispuesto a ello, con todos los costos que quizá tenga cada elección.
Pareciera que esperas permiso para ejercer el papel de padre de familia, mientras estás en ese invisible lugar de quien recibe lo que otros le otorgan. En nuestro país generalmente los abuelos ayudan cuando nace un bebé, para salir cuando los nuevos padres ganan independencia. A veces es difícil, porque estos disfrutan el apoyo y no asumen sus roles o porque los abuelos se resisten a la idea de que sus hijos ya tienen otra familia y su nido está vacío.
La separación puede ser difícil para todos, pues ganan y pierden algo en ello. Para emprender cambios es preciso desearlos y comenzar con pequeñas acciones a edificarlos. Quizá yerres, pero irás forjando aquello que reclamas. De no serte posible, busca ayuda sicológica.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica.