A. R. Las personas cercanas me tienen en un pedestal por los éxitos estudiantiles, buenos sentimientos y personalidad impecable. Me siento dentro de un vidrio en el que todos pueden verme y esperan el momento de debilidad para juzgarme. Nunca me he interesado por tener pareja, no me he enamorado de nadie ni he tenido relación sentimental o erótica. Pero pronto me gradúo, no podré alegar más mi devoción por los estudios y no sé cómo orientarme en ese sentido. Unas veces me he sentido atraído por chicos con las cualidades físicas que no poseo. Con menor frecuencia, también me han atraído mujeres. Aunque creo que soy homosexual, no sé definir bien mi orientación o no sé si es que no he querido definirla. Me gustaría contar algún día con alguien a quien amar y no recriminarme no haber actuado porque sentía miedo o estaba confundido durante mi juventud. Tengo 24 años.
Las dudas no son un indicador infalible de su orientación. En cambio, sí pueden ser un buen mecanismo para mantenerse del otro lado del cristal, como en una vidriera donde solo exhibe sus buenas cualidades. Por lo que cuenta, se las ha arreglado para no desear a nadie con tal intensidad que lo lleve a actuar, ya sea porque no se siente con cualidades físicas dignas, porque no está seguro de lo que quiere o porque le interesa más el papel del buen estudiante.
Postergar el inquietante y confuso encuentro erótico podría ser su principal problema, más allá de su orientación sexual. ¿Le interesaría continuar trabajando estos temas con un psicólogo? Parece necesario para que se autorice a pasar del pensamiento a la acción, de la duda al amor.