Lo novedoso de la coquette es su amplia difusión, también en los circuitos comerciales y expositivos, pero su proyección existe hace mucho
En lo que parecemos, todos tenemos un juez; en lo que somos, nadie nos juzga.
Friedrich Schiller, dramaturgo alemán
Una «nueva» tendencia se abre paso en la moda femenina, sobre todo juvenil, aunque también algunas mujeres maduras se atreven a disfrutar ese aire de inocente coquetería, logrado a través de colores pastel, materiales textiles etéreos y accesorios llamativos, como perlas y uñas recargadas.
La era Coquette, como le llaman, tuvo un despunte curioso en 2023 a partir de la película Barbie, cuya trama aportó aires de divertimiento, en apariencia pueril, aderezados con la polémica de si una mujer puede vestir y vivir como muñeca y a la vez ser profunda, empoderada, dueña de su destino.
Es una estética que no teme a la «feminidad» tradicional, pero sin estiramientos o poses: grandes lazos en el pelo, tutú de tules, encajes rosados, azules o lilas, maquillaje atrevido… zapatos a tu aire, incluso deportivos, como gritando al mundo que pueden ser coquettes, pero no tontas ni sufridas.
Influencers de las redes sociales y artistas de sólida carrera han viralizado esta imagen, que combina osadía, elegancia y diversión, porque, como todo lo que tiene que ver con apariencias, el asunto no es tanto cómo me visto o peino, sino cómo me ven y juzgan los demás desde sus propios esquemas o prejuicios.
La coquette intenta despertar sonrisas, dulzura, nostalgia por la infancia o el pasado, y se ven naturales en ambientes de igual expresividad, como el romanticismo, el vintage y lo retro, empleados en las casas y en muchos negocios para explotar el gancho que esa naturalidad significa para sus clientes en una época de estandarización, competencia y represión de identidades.
Lo novedoso de la coquette es su amplia difusión, también en los circuitos comerciales y expositivos, pero su proyección existe hace mucho, como lo prueba el personaje de Penélope García, la informática sagaz de la serie Mentes Criminales, y la apreciada Carrie, protagonista de Sexo en la ciudad, por no hablar de las Lolitas de los 90 en Japón.
En materia de sexualidad, la historia del estilo coquette entra en la línea de tantas mujeres que desde la antigüedad hasta mediados del siglo pasado debieron prostituirse y renunciar al estatus del matrimonio «puro» para manejar sus propios ingresos, elegir su apariencia, cultivar el intelecto y codearse con hombres en condiciones más equilibradas.
A partir de la década de 1960, la libertad sexual de las luego llamadas tribus urbanas restó importancia al asunto del cómo, con quién y por qué te encamabas antes del matrimonio, y como tantos otros movimientos culturales, la coquette perdió ese atractivo agregado de disponer de tu cuerpo como no podían otras, pues muchas mujeres lo lograron por el camino del estudio y el trabajo, no de la frivolidad.
La volátil y refinada vestimenta, imitación de los años 50, llegó a nuestro país a través de Tik Tok, Instagram y otros medios virtuales, mezclada con movimientos estéticos como el aesthetic, más minimalistas y modernos, usa colores neutros como blanco, negro o gris y con líneas sencillas.
También gana adeptas entre las adolescentes cubanas la no menos polémica tendencia a masculinizar o neutralizar el vestuario, asociada a una identidad de género de construcción fluida y una postura negada al erotismo, al menos como declaración voluntaria de sus practicantes.
Pero, como en tantas otras modas, nuestros jóvenes tienden a asumir el aspecto sin profundizar en su trasfondo social o ideológico. En La Rampa habanera encontramos una chica con saya plisada de seda color menta, zapatillas de marca y enormes vuelos en los hombros. Según nos contó, es una exitosa estudiante universitaria, pero viste así por placer y un poco de rebeldía. Ella sabe lo que vale y disfruta envolverlo en «tantas cintas y lazos», como las niñas de las que habló Martí en su poema Los zapaticos de rosa.
Una virtud de las redes sociales es la capacidad de estimular la sensibilidad creativa, individual o colectiva. Hoy les compartimos un poema armado a varias manos en una sección del grupo «wasapeño» de Senti2, a partir de una foto de Adrián Espinosa, a quien hemos visto crecer profesionalmente en estos cuatro años de encuentros virtuales.
Me llamas bruja
Te asustan mis grises inquietantes. / Tu vista se pierde buscando colores imposibles. / Mientras, te es indiferente el alcance de mi vuelo / o el viento que logro batir con mis alas… / Igual, yo sigo siendo mariposa, / y si me llamas bruja / y me desdeñas, / si mi llegada tomas como un pésimo augurio... / ¿Cómo descifrarás el mapa de mis alas? / ¿Cuándo podré llevarte a mis silencios? / ¿Qué espacio de mi oscuro reinado/ podrás nombrar tu propio paraíso?