La preinstalación de programas informáticos en los ordenadores provoca trabas para su pleno rendimiento, una práctica que es globalmente rechazada
Siempre que se adquiere un ordenador nuevo con un sistema operativo Windows preinstalado, o un móvil con Android o iOS, estos vienen cargados de programas de los cuales los usuarios no tienen ni la menor idea de para qué sirven y, probablemente nunca usarán.
No importa si son de ordenadores de escritorio o portátiles, tabletas o móviles. En cada uno de ellos las más conocidas marcas tienen un paquete de programas predeterminados para, supuestamente, facilitarle la vida al usuario, aunque la experiencia sea contraria a los deseos.
La práctica de instalar estos programas ya tiene nombre propio, o mejor dicho, dos nombres. Se conoce como bloatware o crapware. Bloat, en inglés, significa hinchar o abultar. Crap, por su parte se traduce como basura. Ambos términos, unidos con el final de la palabra software, dan lugar a lo que se conoce como programas basura o software inflado.
El fenómeno del software inflado surge, paradójicamente, con los grandes avances de los últimos años en el mundo de la informática. La expansión acelerada en las capacidades de microprocesadores, memorias RAM y dispositivos de almacenamiento, ha hecho que los desarrolladores no se preocupen mucho por el tamaño o recursos que consuman sus programas. Lo peor es que a pesar de ser más grandes y voraces, los beneficios para el usuario final no se notan mucho.
Aunque no constituyen crapware, un ejemplo del abultamiento en los programas informáticos lo tenemos en los navegadores modernos, en especial los más populares: Google Chrome y Mozilla Firefox.
Autopresentados como los «más rápidos y eficientes», Chrome y Mozilla consumen muchos recursos de la PC, especialmente memoria RAM. Si usted utiliza navegadores desde hace tiempo, recordará cuán eficientes eran estos dos programas en sus inicios. Hoy, el administrador de tareas indica que Mozilla logra consumos superiores a un gigabyte de memoria RAM con unas pocas pestañas en uso, mientras Chrome se manifiesta con procesos completamente separados pero estos suman más o menos lo mismo que su competidor. En este último software la función multipestañas en una misma ventana solo se muestra al usuario. La PC, por su parte, la entiende como si fueran muchas ventanas abiertas.
Dejando de lado a los navegadores, la experiencia que ofrece el bloatware es frustrante y cínica. Por un lado, un ordenador «nuevo de fábrica» viene ahora cargado de programas de prueba, como los antivirus, o de paquetes para reproducir video que casi nunca utiliza el usuario final.
Incluyen también otros compendios de programas destinados a aumentar el rendimiento, los que se ejecutan de forma automática al iniciar el equipo y recargan el uso de los recursos.
La situación ha provocado no pocas quejas en foros y páginas oficiales de los fabricantes, pero no termina. ¿Por qué?
En el caso de Windows, Microsoft vende las licencias a las marcas desarrolladoras de ordenadores para que preinstalen su sistema operativo, el cual recibe los perniciosos añadidos del crapware. El timo es de tal grado que hasta instalan una utilidad para recuperar el sistema en caso de un fallo grave o un virus mortal, pero la recuperación no está exenta de software basura sino que forma parte del proceso.
A la vez, los ordenadores que vende el propio Microsoft en su línea Signature sí están libres de este tipo de programas inservibles, un hecho que publicitaron durante un tiempo de forma abierta. Según la compañía estadounidense, una experiencia de Windows «limpia» permite que un portátil cargue al menos un 23 por ciento más rápido y se recupere del modo de hibernación a una velocidad superior en un 51 por ciento en comparación con aquellos que vienen infestados de software basura.
El sitio Softonic, famoso por la descarga de programas en modo de prueba, arroja otros datos interesantes sobre este fenómeno: la versión 5 de la popular suite para grabar discos compactos, Nero, pesó 12 megabytes. La siguiente actualización ya era de 500 MB y el Nero 8 ocupó 1,2 gigabytes de espacio en disco, con una serie de subprogramas inservibles.
Razona este portal que los desarrolladores de software quizá hacen esto adrede, pues además de las suites completas venden versiones «ligeras» de sus programas. Negocio redondo y dinero por todos lados.
Advierte además el artículo de Softonic —de una forma que a este redactor le parece atinada—, que al instalar un programa el usuario se apresura con varios clics en los botones de «Siguiente» y así vierte en su disco duro, de forma irreversible, una enorme cantidad de códigos que podrían evitarse si toma un minuto para analizar qué se va a instalar en su PC.
Se afirma que es de forma irreversible porque muchos de estos programas con docenas de características penetran los sistemas operativos de una forma tal que el desinstalador no es capaz de eliminar por completo su huella. Y hasta de eso se benefician las compañías, pues han creado herramientas de limpieza como el Nero CleanTool o el Norton RemovalTool. Sí, es un ciclo de paradojas y cinismos.
En el caso de Android, el sistema operativo de Google, el hecho de tener una licencia abierta para los desarrolladores ha provocado una avalancha de programas que de forma predeterminada se instalan en los móviles.
Casi sin excepción, Android siempre viene «cocinado» por los proveedores según sus gustos. Solo se salvan los dispositivos Nexus del propio Google, aunque tampoco dejan desinstalar muchos programas incorporados desde la fábrica.
Ahora bien, además del bloatware de serie, existen otros problemas en el mercado de aplicaciones móviles y están relacionados con el uso de datos sin consentimiento del usuario a partir de desarrolladores que aprovechan marcas famosas para timar.
Un bloguero informático español especializado en temas de seguridad demuestra en su bitácora digital cómo al menos dos «compañías» montaron un lucrativo negocio a partir del uso de datos de usuarios.
Utilizando marcas famosas de televisión o sitios web españoles, estas «apps» instalaban un archivo que recopilaba toda la información personal de aquel que la descargase de la tienda oficial de Google Play.
En consecuencia, el usuario recibía luego una andanada de publicidad en estas aplicaciones y en otras más, que podían llegar a ser insoportables. Al mismo tiempo, alguna empresa de nombre desconocido tenía en sus manos hasta su libreta de contactos.
Lo peor es que es una práctica que no se detiene, pues los creadores de este software basura obtienen dinero por cada visualización de publicidad. Datos de Google indican que de su tienda se retiran a diario entre 800 y 2 000 aplicaciones engañosas. Estas son denunciadas por empresas de seguridad y usuarios, los últimos, víctimas de un infierno publicitario que muchas veces termina en un proceso de formateo completo del equipo.
La solución más evidente para deshacerse del bloatware es instalar Windows desde cero, en el caso de los ordenadores. Para los móviles es algo más complicado, pero implica también un proceso que se conoce como «flasheo» del terminal. Vale anotar que en ambos casos los equipos pierden la garantía de sus fabricantes.
Si el usuario no es muy experto en estos menesteres, puede utilizar programas gratuitos como RevoUninstaller, PC Decrapifier (nótese el nombre que significa quita basura), o Ninite. Todos ellos suelen funcionar de forma loable.
No obstante, acaso la mejor opción sea escribir un aluvión de correos electrónicos a las compañías que fabrican ordenadores y esperar a ver si de una vez y por todas dejan de inflar los dispositivos con software, ¿usted no cree?