A veces no basta con tener la precaución de salvaguardar nuestra información cotidianamente, si no seguimos ciertos parámetros para ello
Algunos estudios indican que si un CD grabado con información puede durar hasta 30 años y un DVD hasta 50, este alargamiento depende mucho de los cuidados que se tengan en su conservación.
Contrario a lo que muchos piensan, especialmente en climas cálidos como el de Cuba, la humedad y la temperatura son parámetros que se deben vigilar de manera estrecha cuando utilizamos como soporte de almacenamiento los diferentes medios ópticos.
En ese sentido, por ejemplo, si una temperatura de entre 20 y 30 grados centígrados puede ser muy oportuna, esta debe mantenerse constante la mayor cantidad de tiempo posible, y de forma especial evitar los cambios bruscos de estos valores.
Variar fuertemente la temperatura a la que están expuestos CD y DVD puede ocasionar importantes fallos en su funcionamiento y hasta daños permanentes en los datos almacenados, pues los componentes de las diferentes capas que los conforman tienen múltiples coeficientes térmicos de expansión.
Así, muchos no se explican el porqué sus soportes ópticos dan problemas, sin antes detenerse a analizar si estos han pasado del estante o mesa de oficina o escritorio personal a la mochila y maletín que llevamos, en medio del tórrido clima cubano, una y otra vez sucesivamente.
Incluso, aunque cajas y otras fundas ayudan a evitar que se raye la superficie, una costumbre tan socorrida como guardar un CD acabado de usar, o peor recién «quemado», puede hacer que se acumule el calor que tienen y por ende se expanda peligrosamente su superficie.
Similar situación se presenta en los reproductores instalados en autos que usan CD o DVD, donde al calor ambiental normal se suma el que desprende el motor, por lo cual no es recomendable utilizar estos soportes ópticos para almacenar en ellos información que queremos conservar, junto con las canciones o videos que apreciamos a diario.
En el ser humano produce una infección en los bronquios, los pulmones y las mucosas, a la cual se le denomina geotricosis. Incluso puede alojarse en la flora intestinal y ser más peligroso aun.
Según la enciclopedia virtual cubana Ecured, este agente desencadena enfermedades como la bronquitis crónica, generalmente de evolución favorable si se cuida y trata a tiempo, con métodos como la administración de yoduro de potasio, mientras que la violeta de genciana al uno por ciento suprime las lesiones orales que causa.
Sin embargo, cuando el geotrichum ataca los CD o DVD, no existe cura. Nadie puede reparar los daños que ocasiona en su superficie, la cual literalmente se «come» y por ende causa su «muerte».
El hongo, que existe de forma natural en el medio ambiente e incluso en el cuerpo humano, en condiciones climatológicas tropicales, dígase 30ºC de temperatura y entre un 80 y 90 por ciento de humedad relativa, puede reproducirse sobre los soportes ópticos causando su muerte, sin que el yoduro de potasio o la violeta de genciana puedan impedirlo.
El hongo se alimenta del carbono y el nitrógeno de la capa plástica de policarbonato que recubre las piezas, y por tanto destruye las pistas de información que contiene.
Los dispositivos afectados son fácilmente identificables por las largas cadenas de esporas viscosas e incoloras que se forman.
El descubrimiento, realizado hace apenas diez años —algunos dicen que a partir de la investigación de un CD afectado en Belice—, ha llevado a que la industria se replantee los métodos de fabricación, si bien el tema costos ha implicado que pocas veces se usen materiales más duraderos y resistentes, volcando la responsabilidad de evitar el ataque del geotrichum sobre el usuario final.
Las normas internacionales aprobadas al respecto indican que para asegurar la permanencia, a largo plazo, de los CD y DVD, estos deben mantenerse a una temperatura máxima de 23 grados centígrados y un 50 por ciento de humedad relativa.
Esos parámetros, que en el caso de entidades y empresas requieren cuantiosas inversiones, en función de la importancia de la información a salvaguardar, en el caso de las personas comunes puede bastar con asegurarse de que sus piezas estén en un lugar seco, ventilado, sin exposición directa a la luz solar.
También conviene tenerlos a cierta distancia de fuentes de calor como los propios equipos de cómputo, otra costumbre bien acendrada, ya que muchos creen que es más útil y rápido tener la información «a mano», aunque, lejos de protegerla, estén contribuyendo a deteriorarla con más rapidez.
Algunos sugieren pasarle una corteza de plátano maduro, pues dicen que su cera es muy buena para pulirlos y hasta limpiar las impurezas que se le van adhiriendo.
Otros se decantan por la pasta dental, aplicándola con una gamuza y frotando desde adentro hacia afuera varias veces. Los hay que sugieren las sustancias limpiacristales y hasta pulidoras de metal.
La solución más socorrida y en muchos casos efectiva, en cambio, es lavar bien los CD y DVD con agua y jabón de tocador, y luego secarlos bien, sin para ello exponerlos al sol, ya que en la mayoría de los casos es la suciedad acumulada lo que incide en su funcionamiento.
También existen productos y hasta equipos especializados para la limpieza y pulido, que intentan eliminar las rayaduras producidas por la mala manipulación, o desbrozar de impurezas el lector óptico interno de los reproductores, aunque, si no se tiene este aditamento, lo mejor es intentar solucionarlo con aire a presión, antes de desarmar por cuenta propia dispositivos tan sensibles.
No obstante, la mejor solución es evitar los raspones, que en buen parte jamás tienen una solución completa e implican un daño parcial o total de la información.
Otro consejo útil es revisar el estado de nuestros CD y DVD periódicamente, e incluso recopiarlos, ya sea en otros o en discos rígidos, tratando de evitar a toda costa que se pierda lo que intentamos amparar.
Estas acciones —que en el caso de los usuarios personales deben hacerse con cierta cotidianidad, aunque no siempre sucede así—, muchas veces no están previstas o se desoyen cuando se trata de entidades y empresas estatales.
Más allá de definiciones teóricas y regulaciones legales, previstas en diferentes resoluciones específicas para cada organismo, y sin entrar a analizar la cuestión de qué debe salvarse, lo cual no es objetivo de este trabajo, lo cierto es que muchas veces «quemar» un CD o DVD se vuelve una acción rutinaria, sin que se planifique comprobar después con frecuencia su estado real de conservación o las acciones para recopiarlos cada cierto tiempo.
Las instituciones han de estar preparadas para todos los escenarios posibles, y disponer de medidas complementarias para salvaguardar sus datos incluso ante contingencias con el servicio eléctrico o en situaciones en que han de racionar su consumo de electricidad. Es preciso analizar qué otros pasos pueden darse para mantener parámetros de temperatura y humedad lo más constantes posible, para no tener que encarar el verdadero costo de perder lo históricamente almacenado.
Estas son apenas algunas de las polémicas que deben afrontar a diario los profesionales que asumen la dura y en ocasiones incomprendida tarea de la preservación digital, que debe enfrentar además el escollo de la falta de recursos.
Sin embargo, a mi juicio, la principal barrera sigue estando en la falta de cultura en el tema, que no se logra solo con investigaciones o disposiciones regulatorias.
Se impone ante todo que cualquier persona sentada delante de un teclado entienda que en cada clic está dejando su huella digital, la cual, de no salvaguardarse bien, quizá en el futuro sea una información perdida para siempre.