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Uno de los enigmas del algoritmo sobre cómo el cerebro escoge entre distintas conductas claves para la supervivencia parece comenzar a tomar forma. En ese sentido, un grupo de investigadores ha presentado en la revista especializada Current Biology, un estudio sobre cómo puede funcionar el conflicto de sueño-hambre a partir de los genes.

Estudios anteriores mostraban que los sistemas neuronales que controlan el sueño y la alimentación en los mamíferos están interconectados, de modo que la falta de sueño hace que tengamos ganas de comer, y el hambre quita las ganas de dormir. Sin embargo, se sabía poco sobre los genes y bases neuronales de esta interacción.

Para encontrar una explicación, investigadores de la Universidad de Nueva York y de la Universidad de Massachusetts examinaron la mosca de la fruta —conocida como Drosophila melanogaster en el ámbito científico—, que tiene genes similares a los de los mamíferos para controlar el sueño, la vigilia y el metabolismo.

Detectaron que en las moscas la privación de alimento les producía insomnio, lo que significa que la falta de comida afectaba sus conductas del mismo modo en que lo hace sobre el sueño de los mamíferos.

Tras realizar un análisis inicial de 2 000 genes, identificaron cerca de 12 genes implicados en la interacción entre alimentación y sueño. Entre esta docena de genes eligieron dos que tienen un papel en la regulación del reloj biológico de las moscas de la fruta y que también están presentes en los mamíferos.

Al estudiar las moscas con y sin los genes, en condiciones de privación de alimento, demostraron que las que no tenían ambos genes dormían tres o cuatro veces menos en comparación con aquellas que sí los poseían.

De esta manera, se estructura la hipótesis de que los genes ayudan a conciliar el sueño en condiciones de privación de alimentos.