El Doctor René González Barrios, autor de la investigación sobre más de 2 000 mambises extranjeros en las tres guerras por la independencia de Cuba. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 31/05/2025 | 11:51 pm
Durante 46 años, con la paciencia de un cazador y las suspicacias de un detective, René González Barrios estuvo detrás de los indicios más pequeños. El resultado final está ahí, en una tesis doctoral donde se recoge con toda precisión la presencia de 2 957 combatientes extranjeros en las filas del Ejército Libertador cubano.
Su oficina de director del Centro Fidel Castro Ruz es pequeña. Está pintada de blanco y luce unos ventanales amplios; que, a esa hora de la mañana, aun cuando permanecen cerrados, dejan pasar con suavidad la luz de un verano matizado por la humedad del trópico y las brisas del mar.
«Siéntese por acá», dice con amabilidad, mientras aparta una butaca frente a su escritorio, y con una sonrisa criolla pregunta: «¿Podremos trabajar con este reguero? No se fije en él». La habitación parece más pequeña de lo que realmente es. Se encuentra repleta de libros y de estatuillas de los próceres latinoamericanos, que toman un costado de la mesa de trabajo.
En ella hay un espacio limpio. El necesario para poder acomodar los papeles o tomar notas. El resto, es un verdadero muro de volúmenes, entre los que sobresalen varios tomos de las obras escogidas del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. «En el Centro estamos trabajando fuerte en ellas, es una prioridad», dice apartando unos papeles.
Nacido el 1ro. de mayo de 1961 en Pinar del Río, René cursó estudios jurídicos y militares, cumplió misión internacionalista en Angola entre 1987 y 1989 y fue agregado militar, naval y aéreo de Cuba en México desde 1998 hasta 2003. En 2012 inició sus funciones de presidente del Instituto de Historia de Cuba hasta que lo llamaron a dirigir el Centro Fidel Castro Ruz.
En todo ese tiempo ha existido una constante, la del investigador que ha rastreado la presencia de los extranjeros entre los mambises cubanos. «¿Es verdad que usted pudo terminar su investigación doctoral hace algunos años?». «Sí, es verdad —responde—. Insistieron mucho, pero no quise. Quería encontrar hasta el último». «¿Y lo logró?». Sonríe: «No, todavía queda mucho por investigar».
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—René ¿por dónde comenzó esta historia? ¿Qué lo motivó a indagar sobre los extranjeros en el Ejército Libertador?
—Desde niño, una de las pasiones de mi vida ha sido la lectura. Mis padres me daban dinero para buscar dulces y yo me iba a una librería en la calle Zanja, entre entre Hospital y Aramburo. Se llamaba P. Fernández y allí compraba libros de aventuras o juveniles. La pasión era tan grande, que en los Camilitos mis compañeros escondían los libros para que yo jugara pelota con ellos. «Si juegas, te los devolvemos», decían.
«Cuando cursaba el 12mo. grado, mi padre, René González Novales, combatiente de la clandestinidad y del Ejército Rebelde, también un gran lector, me dio a leer uno que marcó mi vida. Yo digo que ha sido mi Biblia. Se llama La Revolución de Yara, de Fernando Figueredo Socarrás. De ese libro, Martí decía que los cubanos debían llevarlo con la misma fe con la que el creyente lleva la Biblia.
«¿Qué encontré ahí? Bueno, muchas cosas. Figueredo, camagüeyano y secretario personal de Carlos Manuel de Céspedes, es el gran cronista de la Guerra de los Diez Años. Ese libro es un conjunto de conferencias, impartidas en Tampa y Cayo Hueso, y allí descubrí a los grandes héroes de la Guerra de los Diez Años.
«Fue algo conmovedor, porque yo había acabado de leer la Ilíada y la Odisea, y cuando leo a Figueredo dije: “Nuestros héroes no tienen nada que envidiar a los de Homero”. Allí estaban Ignacio Agramonte, Máximo Gómez y Antonio Maceo; pero Figueredo ubicaba a otros personajes al nivel de los grandes héroes de la independencia de Cuba.
«¿Quiénes eran? Extranjeros todos; pero, dato curioso, no aparecían en los libros de Historia. Estaban en el anonimato o apenas se mencionaban. En la lectura descubrí, por ejemplo, al dominicano Modesto Díaz, mayor general, llamado por los mambises el Jabalí de la Sierra; a otros dominicanos, como los hermanos Luis Jerónimo, Francisco y Félix Marcano; al mayor general venezolano José Miguel Barreto; al francés Charles Philibert Peisso, integrante de la Comuna de París y el agente secreto que abrió las puertas de Las Tunas a Vicente García; el brigadier Henry Reeve (El Inglesito), que llevó la invasión a occidente en la guerra del 68, hoy quizá el más célebre de todos. También encontré a muchos mambises de origen venezolano; pero, de todos los extranjeros, había uno que llamó mucho la atención».
Mayor general José Miguel Barreto, Venezuela.
—¿Quién era?
—El general Juan Rius Rivera. Puertorriqueño. Un hombre temerario, de una personalidad impactante. Convirtió a Cuba en su causa y vino aquí a hacer lo que no podía lograr en su patria después del fracaso de la Revolución de Lares. Fue uno de los protestantes en Baraguá con Antonio Maceo y cuando el Gobierno provisional decidió que el Titán de Bronce saliera hacia Kingston, Jamaica, para salvar su vida y el legado de Baraguá, a él lo acompañaron dos hombres: el entonces teniente coronel José Lacret Morlot y Juan Rius Rivera. Era un simbolismo muy grande: Cuba y Puerto Rico unidas en una persona. Tras Rius me fui, y con él detrás de los extranjeros mambises. ¿Qué edad tenía cuando comenzó todo? 18 años.
Mayor general Juan Rius Rivera, Puerto Rico.
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Los cinco años de la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, René los pasó jugando pelota y revisando documentos en la Sala Cubana de la Biblioteca Nacional o en el Archivo Nacional de Cuba. Cuando partió para Angola, en el bolsillo se llevó una foto de Máximo Gómez y las Crónicas de la guerra del catalán José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor de Antonio Maceo.
Era una edición de un solo tomo, con casi mil páginas, que sus amigos y subordinados miraban con asombro. «¿Ahí no hay un dibujo, una foto? ¿Todo eso es letras?», preguntaban. «Sí, letras nada más». Los compañeros se rascaban la cabeza. «¿Oiga, usted se va a volver loco de tanto leer?».
No lo hizo. En cambio, escribió los libros La inteligencia mambisa (1987), una historia del espionaje mambí; Almas sin frontera: generales extranjeros en el Ejército Libertador (1996); Los capitanes generales en Cuba: 1878-1898 (1999) y Cruzada de libertad: Venezuela por Cuba (2005), entre otros. Hasta que decidió lanzarse a fondo con todos los datos. El resultado fue Impactos de la presencia de combatientes extranjeros en el Ejército Libertador de Cuba. 1868-1898, la tesis por la cual obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Históricas por la Academia de las FAR General Máximo Gómez Báez.
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«El problema —explica René— es que la información presenta una dispersión extraordinaria. A veces tenías un dato o la alusión a una persona. Era como buscar agujas en un pajar. En Almas sin frontera dimos la cifra de 36 generales mambises de origen extranjero; pero decíamos que había uno por confirmar. Después lo descubrimos: el brigadier mexicano José Lino Fernández Coca.
—¿Cómo busca usted los datos? ¿Cuál es su método de investigación?
—Comprenderás que un muchacho de 18 años no tiene método alguno. Yo no sabía nada de metodología. Lo que pasa es que la lectura genera curiosidad y ella me llevó a buscar. En el Archivo o la Biblioteca Nacional yo me fijaba en cómo fichaban. De esa manera también aprendí a ordenar la bibliografía. Fue a base de trabajo en un proceso autodidacta.
«Ahora, yo creo que el investigador debe desconfiar siempre. Nunca debes conformarte con una sola fuente, hay que tratar de comparar la información. Por mi parte, tengo un principio: lo apunto todo, no dejo nada a la memoria o para después. Encuentro algo, marco y enseguida anoto. Y siempre me hago preguntas».
—En el doctorado, usted asegura que los combatientes extranjeros llegaron, incluso, a asegurar la propia supervivencia de la revolución independentista en Cuba.
—Al día siguiente del alzamiento del 10 de octubre de 1868, a Céspedes lo derrotan en Yara. ¿Quién vino en su ayuda? Luis Marcano, con un refuerzo de conspiradores dominicanos y cubanos que había preparado la guerra. Es el grupo que levanta la causa del desastre. Esos extranjeros, con experiencia militar, son los que ayudan a organizar la toma de Bayamo. Después, la defensa de la ciudad, ¿quién la dirige? Luis Marcano y Modesto Díaz, dominicanos. Ahí está Gómez, con un grado de sargento dado por el poeta José Joaquín Palma. Son dominicanos los que salvan el alzamiento de Céspedes».
Mayor general Luis J. Marcano, República Dominicana.
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«Yo me preguntaba: ¿por qué la solidaridad internacional estaba tan enraizada en la sociedad cubana, al punto de convertirse en un componente de su idiosincrasia? Las razones hay que encontrarlas en la Historia. Es una cultura solidaria que viene desde la manigua. En un ejercicio del doctorado, tomamos al azar varias unidades del Ejército Libertador y en todas había extranjeros.
«Por supuesto, las motivaciones eran disímiles. Había quiénes venían a Cuba por un sentido aventurero; otros lo hacían por ideales. José Miró Argenter es un caso. Era español y podía no haberse involucrado. En cambio, lo hizo en repudio por la manera en que eran tratados los cubanos. Gómez se enrola atormentado por el trato a los esclavos».
—En esa cifra, llama la atención la cantidad de españoles. ¿Por qué había tantos peninsulares dentro de los mambises?
—En Cuba vivían españoles que compartían la suerte de los cubanos. Tenían familias y sufrían las mismas penalidades. Otros se involucraron por sus ideales antimonárquicos. En verdad, la de Cuba no era una guerra contra España; sino contra un régimen de explotación. Y eso motivaba la participación española. El último ascenso firmado por Maceo fue a un español. El abanderado del Gobierno de la República de Cuba en Armas era un asturiano. El cocinero de Gómez era español, como españoles eran una parte de su escolta, junto con dominicanos, norteamericanos y venezolanos. Allí había de todo».
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«Junto con los ideales —precisa René—, los vínculos familiares y de amistad crearon motivaciones para luchar aquí. El problema es que el flujo no era solo hacia Cuba, sino desde nuestra patria hacia las naciones latinoamericanas. Eso es otra investigación que hemos hecho en paralelo.
«Los cubanos estuvieron en las grandes batallas por la independencia de América del Sur. Cuando cumplí funciones diplomáticas en México, me fui con el interés de seguir el rastro de los cubanos. Y para sorpresa mía: 20 cubanos, generales del ejército mexicano; dos cubanos, jefes del ejército de Benito Juárez durante la Guerra de Reforma y decenas participando contra la ocupación francesa. Eso sin contar los que lucharon en la independencia, en las guerras texanas o la invasión norteamericana en el siglo XIX.
«Manuel de Quesada, el primer general en jefe del Ejército Libertador, designado en la Asamblea de Guáimaro, era general de división del ejército de México. ¿Cuántos mexicanos, compañeros de Quesada, de su hermano Rafael o de los cubanos Félix Aguirre, Félix Argilagos, Luis Eduardo del Cristo o Francisco León Tamayo vinieron a luchar a Cuba por amistad con ellos? ¿Cuántos norteamericanos simpatizaron con la causa cubana a partir de los lazos con cubanos que lucharon en la Guerra de Secesión?
«Ahí están las cartas, que no se incluyeron en la tesis; pero que irán en un proyecto que estamos preparando. Se llama República Universal, en honor a Natalio Argenta, un italiano que vino a la Guerra Chiquita y fusilan en Bayamo gritando: “¡Viva la República Universal! ¡Muero por la República Universal!”.
«El proyecto contará con un ensayo sobre el origen de la cultura solidaria del pueblo cubano; un anexo con las fichas biográficas de todos los extranjeros; otro anexo con documentos para el estudio de esas raíces y un cuarto tomo, que es una cronología e iconografía de la solidaridad en las guerras de ese tiempo».
Capitán Natalio Argenta, Italia.
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—René, dentro de los grupos de extranjeros, ¿cuál es el que más trabajo le ha dado?
—De los chinos y africanos casi no hay información. Y eso que hubo unidades completas formadas por asiáticos nada más. Los datos están muy dispersos. Sin tener precisados todos los elementos, se puede asegurar que en las tres guerras por la independencia participaron unos 6 000 extranjeros y es una cifra conservadora.
«Si algún mérito puede tener nuestra tesis doctoral, es que abrimos el camino para seguir las indagaciones. Los archivos españoles están llenos de documentación ocupada a los mambises. En Estados Unidos se encuentran los informes de las agencias de espionaje que vigilaban a los independentistas cubanos y los extranjeros que arribaban a ese país con la pretensión de llegar a Cuba. Hay que seguir buscando y ahí están los archivos a la espera de los investigadores».