Nuevamente las urnas son hoy pacífico campo de batalla en la patria de Bolívar. Justamente, la materialización de sus ideales es lo que vuelve a estar en juego: al aspirar a la reelección, Hugo Chávez cumple el deber contraído con el pueblo de profundizar y completar los cambios. Rosales apenas fungirá como el peón en que deposita su fe el gobierno de Estados Unidos, aún no resignado a este andar del ideario del Libertador por Venezuela y el continente.
Aquel muchacho tenía la mirada huraña. Con nerviosismo deshojaba una flor con sus fuertes dedos. Sus brazos, los de un atleta, también eran, casi, sus pies.
Fidel estaba allí en la Plaza de la Revolución. No fue alucinación ni delirio de este reportero. Estos ojos lo vieron de una manera sutil y esencial, sin verlo. Lo sintieron, así como se palpan las irradiaciones de esos seres que se multiplican y resumen tiempos y multitudes; hombres-pueblos que nunca nos abandonan, más allá de las contingencias de la Naturaleza, el Destino o Dios.
Sin querer poner en duda la belleza de otros idiomas, cito en el título la frase de una conocida canción y puedo añadir: ¡cómo me gusta oírlo hablar bien!
«¿Cómo llegó el VIH a tu vida?» Tal pregunta, dicha así en pleno almuerzo, disparó toda la adrenalina de mi cuerpo y me llevó —entre sorbos de agua para tragar el susto— en apurada retrospectiva por el último lustro de mi existencia.
Solo que, cuando los disparos suenan de verdad, se forma el zipizape en torno a cómo reinterpretar ese principio.
Existe una imagen que es perfecta para ilustrar el alcance de la constancia, aquella en que gotas de agua rompen una piedra cayendo sobre ella sin cesar. Algunas rocas que hay por ahí pueden ser más duras, desde luego. Y estas ideas vinieron a mi mente cuando leía las cartas llegadas a la redacción después de publicado el comentario Ay..., no sé, el pasado domingo 12 de noviembre.
Solo una afirmación del derrotado candidato de la derecha, Álvaro Noboa, merece recordarse entre tantas barrabasadas de demagógica politiquería con que quiso hacerse de la presidencia: «Los pobres —había sentenciado con su prepotencia característica, apenas unas horas antes de la segunda ronda, el domingo— no son brutos».
Veamos qué tan excelente es la disposición del primer ministro sionista, paso por paso. En primer lugar, prometió «excarcelar a numerosos presos palestinos» si se libera al soldado israelí Gilad Shalit, capturado por la resistencia palestina cerca de la sureña Franja de Gaza en junio.
El análisis, bien documentado, tomó por estos días las páginas de FindLaw, una publicación estadounidense dedicada a noticias y comentarios sobre asuntos legales, y su objetivo está explícito en el título: Cuatro buenas razones por las que Guantánamo debe ser cerrado. Se refiere, por supuesto, al centro de detención que Estados Unidos abrió en enero de 2002 para algunos centenares de detenidos, considerados como «combatientes enemigos» y no como prisioneros de guerra, que fueron llevados a la Base Naval fundamentalmente desde Afganistán, país que la administración de George W. Bush había agredido militarmente unos meses antes.