Recientemente fueron reconocidos los oficiales y trabajadores del Ministerio del Interior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los bomberos y rescatistas, así como trabajadores de diferentes organismos, todos combatientes, todos patriotas, todos solidarios, quienes a riesgo de su vida y de su salud acudieron a apagar las llamas y asistir a las víctimas del fatídico accidente de la base de supertanqueros de Matanzas.
«Venga, sea parte de la experiencia», me dijo Analala. Colocó en mi espalda una mochila con 12 kilogramos de peso y me indicó subirme a una de las bicicletas estacionarias disponibles para ello. «Tome los audífonos. Durante 15 minutos, mientras pedalea, escuchará ruidos propios de la calle y los testimonios de algunos jóvenes que trabajan de repartidores de aplicaciones móviles como Glovo, Rappi, Uber Eats y otras. Sea uno de ellos».
En el corazón de cada cubano, como en una leyenda cherokee, puede estar desatándose ahora mismo una batalla terrible entre dos lobos.
Nunca como en este caso es apropiada la paráfrasis del famoso libro de Gabriel García Márquez. El atentado contra la vida de la Vicepresidenta de la nación fue el previsible corolario de años de ataques y agresiones de todo tipo, en donde la figura de Cristina Fernández de Kirchner fue escarnecida y difamada sin tregua.
«Caramba, qué manera de demorarse esta cola. No camina. Quienes despachan deben ser más ágiles», dijo la señora en voz alta, y de entre todos los que cerca de ella estaban, un señor, que cubría sus canas con una gorra, quiso explicarle.
Por culpa de Tin ―digo, de Carlos Alberto Cremata, en mayúsculas―, esta noche del 30 de agosto se me volvió a estrujar el corazón, y no niego que hasta alguna lágrima de orgullo me corrió por las mejillas, cuando vi en televisión que el presidente Miguel Díaz-Canel le colocó en su pecho la Orden Félix Varela en primer grado.
Empecé a trabajar en Bohemia intimidada por todos los gurúes del periodismo con quienes debía compartir páginas. Hablo de esas plumas que lamentablemente no se mencionan hoy, pero que están entre los padres del periodismo cubano. Me refiero a Fulvio Fuentes, Mario Kuchilán, Alberto Pozo, Juan Sánchez, Ricardo Villares, Mario García del Cuento, el «...
La cháchara criolla tiene en el intercambio de rumores a un componente de su cotidianidad. «¿Te enteraste de la última? —le pregunta una vecina a otra, cualquier mañana de cualquier día—. A mí no me creas, pero dicen que van a eliminar la libreta de abastecimiento a partir del próximo mes».
Los trágicos accidentes ocurridos en los últimos meses— como el del Hotel Saratoga y el de la base de supertanqueros de Matanzas— incitan a reflexionar acerca de lo que somos, vale decir, a hurgar en el complejo entramado de factores que ha conformado el perfil de nuestra identidad, inscrita en el ámbito intangible de la espiritualidad.
Cuando finalizó el proceso de consulta popular sobre el proyecto del Código de las Familias, muchos creyeron que ya se habría aprobado como ley, y no fueron pocos los que mostraron su malestar al decir que no entendían lo que había pasado hasta ese instante.