Cuba es una nación soñada por maestros: maestros en el pensamiento y en los actos. Del torrente de ideas venidas de todas partes, se fraguaron en nuestros primeros patriotas aquellos sentimientos que, expresados con la pluma en el papel y con el sacrificio en las prisiones, en los...
Se está convirtiendo en algo más que una película. EE.UU. acelera su capacidad de guerrear en las galaxias, a título «preventivo» siempre: el informe de 621 páginas de ambas cámaras del Congreso sobre el presupuesto de defensa de 2008 contiene un rubro titulado «Ataque global inmediato» por el que se destinan cien millones de dólares al nuevo programa «Falcon». Su meta es construir «un vehículo de crucero supersónico capaz de enviar una carga explosiva de 5,5 toneladas a una dist...
«Ella se llamaba Aurícula, que viene de aire, de áureo. Y él, Ventrículo, que alude al vientre, a la entraña. Ambos se habían mudado a un edificio que recién se acababa de construir y aún estaba sin pintar. Ella se instaló arriba para vivir más cerca del cielo y poder ver salir la luna y escribir poemas sobre las desnudas paredes. Él se mudó abajo, desde donde labraría la tierra y tendría su propio jardín lleno de Nomeolvides; el ambiente ideal para tocar su guitarra.
De momento, me imagino entrando a cualquier tienda recaudadora de divisas con una rudimentaria jaba de yarey —o hasta con un saco de yute— a cuestas.
No lo digo por gastar una broma, sino por subrayar algo sumamente serio: ese dichoso «no hay jabitas» que sigue hiriendo con crudeza el servicio de muchos de los expendios inaugurados ayer con refulgencias y crecidos hoy con numerosas tachas.
He pensado, entonces, que ante esa carencia, la alternativa pudiera ser enganchar...
La bofetada es, por estas latitudes, una de las formas acostumbradas para dirimir una querella. A diferencia de otros escenarios, donde una frase basta para poner en su sitio al adversario; o de otras épocas, en las que un guantazo en el rostro limpiaba el camino hacia el campo del honor, el temperamento criollo le ha reservado un lugar a este, digamos, «método rápido para la resolución de conflictos» (aunque a veces, lamentablemente, suele traer segundas partes).
No es fortuita la frase que preside la celebración de la década de Acuse de Recibo. Si algo ha oxigenado a esta columna en ese período, ha sido buscar la verdad de la vida y las cosas sin distinciones ni parcialidades. Esta ventana desde la cual uno se asoma a la palpitante realidad del país, con sus luces y sombras, tiene un anchuroso espacio donde caben todos: los quejosos y molestos, esos que casi siempre invocan la propia virtud de la Revolución para reclamar sus derechos; los inquietos...
Qué es lo que hay que cambiar, me ha preguntado un lector al enviarme su inconformidad por mi nota del viernes pasado. Debo reconocerle la expresión franca y, sobre todo, respetuosa. Se quedó sin entender, dice. Pero de los ocho mensajes electrónicos que entraron en mi bandeja, siete acusaban haber comprendido perfectamente; incluso, uno me mostraba su inquietud porque, alegaba, yo estaba jugando con «gasolina y fósforos».
Desde luego, quien escribe para el público, del público debe...
La sociedad norteamericana enarbola el valor de las armas como signo de seguridad individual y prepotencia colectiva. Más de 200 millones de ellas están en manos de los ciudadanos. Jugosos contratos van a las arcas de la industria militar para mantener un poderío que permita a Washington sojuzgar al resto de las naciones. Todo se quiere resolver a base de pistolas y cañones humeantes.
Adoraba reventar los caballos a pleno galope. Le gustaba repartir latigazos, y también atropellar a las personas con su coche a toda carrera. Así era el cochero Balaga. En su novela La guerra y la paz, León Tolstoi lo describe como un personaje de cuidado, compañero de juergas del príncipe Anatol Kuraguin y su amigo de camorra, el oficial Fiodor Dolojov. «Sirviéndolos —escribe Tolstoi— (Balaga) había reventado más caballos que dinero le habían dado».
Los que el lunes marcharon por la independencia en Pristina, la capital kosovar, enarbolaron banderas de Estados Unidos. Foto: AP
Suponga usted que un vecino, después de cercenarle un trozo del patio, le trae a casa un pedazo de cake, como premio de consolación. Con seguridad, el individuo tendría que volverse por donde vino, con el rostro maquillado de merengue y el plato por sombrero.