En un giro inesperado del guion digital, desde hace unos años la popular red social Tik Tok se ha convertido en el epicentro de una batalla por la libertad de expresión en varios lugares del mundo, incluido Estados Unidos, que la coloca por momentos al borde de l...
Mientras escribo estas líneas, el sonido de la motosierra no cesa. Ya me despertó temprano y aún sigue, al filo del mediodía. La brigada trabaja, el camión está parqueado cerca y toda la cuadra cambiará su «look» al terminar el día. Los veo a través de la misma ventana por la que, tres años atrás, vi talar dos majestuosos almendros sin autorización previa.
No atino a descifrar si el fenómeno nace por ingenuidad, alucinación o deseo excesivo de trastocar la realidad; solo sé que está ahí, mordiéndonos con sus tantas cabezas, echándonos fuego, como si fuera un dragón que revive al paso del tiempo.
Solo con cultura podríamos corregir las asimetrías crecientes que parecen delinear el escabroso camino hacia la plenitud. Cultura digo, no contracultura, ni anticultura. Me pronuncio contra ellas porque constituyen, más que un peligro, aberraciones cada vez más frecuentes en nuestra realidad cotidiana. En primera y última instancia, nuestro diario y precario acontecer nos pone cada día ante propuestas validadoras de lo pragmático, lo superficial y la fragmentación del pensamiento donde se evaporan esencias para dejarnos con las apariencias, efímeras y destellantes, de un eterno presente más utópico que el inasible futuro.
La libertad, un ideal universalmente anhelado, ha sido el foco de innumerables debates a lo largo de la historia. Su interpretación y aplicación pueden variar enormemente, dependiendo del contexto y la perspectiva individual.
El sol bueno y el mar, «como un plato». Los niños disfrutaban en la arena y en la orilla, felices del momento playero. Los más creciditos se adentraban más en el agua y era realmente un ambiente sano, lindo y divertido el que compartíamos los pocos adultos que allí estábamos, en esa zona baja, asociada a los más pequeños.
Lamentablemente, no ha sido suficiente la experiencia amarga de Jair Bolsonaro y su mandato elitista con desprecio por los pobres, las mujeres y los negros, destructor de la obra social heredada de sus predecesores detrás de un discurso irreverente bajo presunciones de libertad y apegado a la imagen de Donald Trump, que lo convirtió en el presidente más retrógrado que haya tenido Brasil en los tiempos recientes.
1,2,3....20, 21, 22...,28, 29, 30...35 mujeres, cada una al cuidado de uno o dos pequeños. En el mismo lugar, solo dos hombres: uno a cargo de una niña y el otro como parte de una familia que, claro está, también era representada por la madre. La sala de teatro se desborda siempre que se anuncia una obra para público infantil, y lo llamativo resulta ser que a los niños y las niñas los llevan sus madres, abuelas, tías, hermanas, primas o madrinas... pero muy pocas veces un padre, un tío, un hermano mayor.
La ritualidad del poder es cosa probada. Hace 60 años, cuando le preguntaron al jefe de una expedición para «liberar a Cuba de los comunistas» por qué había dejado Miami y se había lanzado a semejante aventura —fue capturado y pasó 22 años en prisión—, respondió que «los exilados quieren que se mate mucha gente para levantar presión con los norteamericanos y empujarlos a una guerra». Eloy Gutiérrez Menoyo había sido comandante del Ejército Rebelde y luego director militar de Alpha 66, organización terrorista creada por la CIA.
Laura cambió casi a la velocidad de un pestañazo las libretas y libros por pañales y ropa en miniatura. Sin concientizar la nueva realidad se vio sobre una cama hospitalaria. No solo por tener 14 años, sino porque en su historia clínica cayeron de golpe varios riesgos para echar adelante sus 16 semanas de embarazo.