1,2,3....20, 21, 22...,28, 29, 30...35 mujeres, cada una al cuidado de uno o dos pequeños. En el mismo lugar, solo dos hombres: uno a cargo de una niña y el otro como parte de una familia que, claro está, también era representada por la madre. La sala de teatro se desborda siempre que se anuncia una obra para público infantil, y lo llamativo resulta ser que a los niños y las niñas los llevan sus madres, abuelas, tías, hermanas, primas o madrinas... pero muy pocas veces un padre, un tío, un hermano mayor.
La escena se multiplica en el Zoológico, en el Acuario, en otra sala de teatro, en la Quinta de los Molinos, en el Jardín Botánico, en un museo, en un parque de diversiones...en cualquier lugar donde el sano disfrute y el esparcimiento de los pequeños quede garantizado. Abunda el acompañamiento femenino en esas salidas, y entonces me pregunto: ¿Dónde están los padres que se pierden esas lindas experiencias?
Recién terminó la semana de receso docente y me complace aún ver las fotos y videos que publicó un amigo de cada paseo realizado con su hijo. Divorciado de la progenitora, no pierde la oportunidad de pasar tiempo con el pequeño y lo lleva a cuanta actividad infantil pueda para que, desde edades tempranas, se familiarice con la música, los cuentos, los colores, otros niños, los payasos, los títeres, los animales, las plantas, los deportes...
«Él lo recordará cuando crezca y yo lo disfruto mucho. Cuando ya sea grande, no podremos tener estos momentos, al menos no de esta manera. Cada vivencia es también un momento ideal para el aprendizaje de algo nuevo de una forma amena. Somos los adultos los que pensamos en la ropa y los zapatos que necesitan. Ellos, en realidad, enriquecen su vida con cada experiencia que les podemos ofrecer acorde con su edad», me dice. Tiene razón.
Los padres y, en muchos casos, el resto de la familia, se ocupa de satisfacer las necesidades básicas materiales de los miembros pequeños del hogar. A ellos lo que les interesa realmente es la armonía, la paz en su entorno, la posibilidad de jugar, de divertirse, de aprender, de vivir instantes de alegría que, en muchos casos, resultan inolvidables.
Lo preocupante, a mi juicio, es que sean las madres, en su mayoría, las que dediquen el tiempo para compartir con sus hijos e hijas fuera de la casa y en la dinámica habitual de juego que allí puedan tener. En el mejor de los casos va toda la familia, y en algunas ocasiones, vemos al padre llevando a pasear a su niño o niña.
¿Y los que se quedaron en casa porque prefirieron ver un juego de fútbol antes que una función de títeres? Habrá alguno que trabaje y por eso no pueda asistir pero, insisto, las madres también tienen miles de cosas que hacer y, sin embargo, son las que más vemos en los paseos vacacionales, o las tías, las abuelas, las primas... es decir, las mujeres.
La paternidad puede ejercerse de múltiples maneras y no existe un manual para ello. Sin embargo, no siempre se comprende en el momento oportuno sino después, cuando ya no es interés la película de dibujos animados, deslizarse por una tirolesa o reír con un espectáculo de magos y payasos.
Dediquen más tiempo a pasar tiempo con sus pequeños, y ambos lo disfrutarán. Lo que se siembra en sus mentes y corazones a esas edades, difícilmente será olvidado o sustituido. ¿Cuántos que me leen pueden recordar ahora quién los acompañó siempre (o casi siempre) a sus paseos?
Quisiera ver a más padres en las salas de teatro infantiles, en los cursos o talleres de pintura, baile, manualidades o música. Quisiera encontrarme más niños y niñas que compartan sus alegrías con ellos como mismo lo hacen con ellas. Se agradece al final del camino, y mucho.