Con su plante marmóreo en el capitalino parque Trillo el general Quintín Bandera parecía mirar con regocijo, desde la inmensidad de su patriotismo, a la multitud de jóvenes que el pasado domingo se citaron espontáneamente por las redes sociales para confluir en esa explanada.
A ambos lados de la senda asfaltada solo había silencios. Ocasionalmente se escuchaba el rumor emocionado de: «Ahí viene», una frase que acrecentaba el ansia, también la emoción.
La música tiene el poder de sanarnos, levantarnos el espíritu, insuflarlo y devolverlo al camino. En la adversidad, las canciones son refugio para el alma.
La primera vez que estuve en Los Cayuelos, a unos dos kilómetros de la playa Las Coloradas, quedé más que sorprendido. Sobre el pantano, las cortaderas y los mangles de antaño, se había tejido un puente de hormigón de más de 1 520 metros.
En estos tiempos complejos donde se impone contra Cuba un discurso hostil por parte de los grandes medios informativos, pareciera que toda una sociedad naufraga en el caos desde esas visiones incoherentes. Sin embargo ya a estas alturas debiéramos estar curados de esos espantos que encuentran en el show mediático al aliado perfecto para construir una realidad que todos sabemos no existe o no se fundamenta en un sentir mayoritario del pueblo.
Hace no muchos días visité el municipio de Contramaestre, en la provincia de Santiago de Cuba. Llegué allí en funciones reporteriles, cuando la tormenta tropical Eta había golpeado al Archipiélago. Avancé por caminos de polvo pardo, donde, cuando las aguas imperan todo debe volverse anegado y hostil.
Lo que sucedió en el Parque Trillo fue un diálogo genuino, diverso, plural, espontáneo, trascendente, de generaciones… por el bien de la Patria. Con ello no quiero decir que lo sucedido frente al Ministerio de Cultura (Mincult) no fuese con las mismas intenciones, quizá se trató de modos diferentes de dialogar. Bienvenido el diálogo, al fin y al cabo.
Entre la bruma matinal del viernes 30 de noviembre de 1956, Santiago de Cuba se levantó en armas por la Patria. Justo a las 7:00 de aquella mañana de estrenos y disparos, la decisión heroica de sus noveles hijos puso al día el uniforme verde olivo con brazalete rojinegro para apoyar el desembarco del yate Granma, que con su carga guerrillera avanzaba desde México. Aquel despertar de audacia era prueba de la identificación de la ciudad y sus mejores vástagos con la promesa de un mañana de luz del Movimiento 26 de Julio, encabezado por aquel joven abogado.
Un país se va haciendo con la participación de muchas manos. Gran parte de ellas permanece en el anonimato. Son las de quienes trabajan la tierra y cortan caña, crecidos en su empeño ante los desafíos impuestos por una naturaleza sujeta a las conmociones del tiempo y del cambio climático. Son las de quienes abren caminos y edifican casas, las de quienes atienden la salud de todos, las de quienes transmiten conocimientos a las nuevas generaciones, las de quienes abren compuertas a los nuevos saberes para responder a las demandas de la práctica cotidiana. Son, en suma, las de quienes se dedican a solventar las exigencias de la vida material en beneficio propio y de los demás.
El fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina el 27 de noviembre de 1871 ha sido uno de los episodios más luctuosos de la historia cubana.