Si hubiera dependido de su voluntad, la familia completa lo habría recibido en la mismísima escalerilla del avión. Pero no ¡imposible! Y no solo porque lo prohíben los protocolos de seguridad de cualquier aeropuerto. Lo establece también el control sanitario internacional para descartar el riesgo de propagación del Sars-CoV-2.
Esperábamos el comienzo de este año. Con ansias, los cubanos contamos los días desde que meses atrás se divulgara la intención de comenzar la vacunación contra la COVID-19 en el primer trimestre de 2021. Por supuesto que anhelamos la inmunización total de nuestra población, a sabiendas de que existen cuatro candidatos vacunales en ensayos clínicos. Pero temo que por habernos esperanzado en los resultados del arduo trabajo de un grupo de científicos, hayamos olvidado nuestro deber primero.
«Yo vengo de todas partes», decía José Martí en un célebre poema. La imagen suscita una reflexión sobre el complejo proceso de construcción de la identidad nacional. Los habitantes originarios habían remontado las islas del Caribe. Víctimas de la violencia de los colonizadores, no fueron exterminados del todo. El arribo de los españoles mantuvo un flujo continuo. A lo largo de un breve transcurso de algo más de dos siglos, los pobladores del país fueron llegando, en oleadas sucesivas, de distintos lugares. Con la brutal introducción de la mano de obra esclava llegó también el componente africano de nuestra cultura. Sujetos a contratos leoninos, se añadieron los culíes procedentes de China. Vinieron después los antillanos, mayoritariamente de Haití y Jamaica. Las políticas de blanqueamiento abrieron el acceso a nuevos inmigrantes. Hubo grupos minoritarios de libaneses, judíos y europeos. Todos contribuyeron en algún grado a enriquecer el cauce de la nación.
Una semana después del día cero, el impacto del ordenamiento económico solo ha sido visible, por ahora, en el descosido al bolsillo familiar, que por estos días comienza a engordar como nunca antes en la mayoría de los trabajadores, jubilados y pensionados.
Lo que por tiempo veíamos venir, por fin llegó. Las turbas seguidoras y ciegas del Delincuente en Jefe que desde hace cuatro años ocupa la presidencia de Estados Unidos tomaron por asalto el Capitolio Nacional en el momento en que ambas Cámaras del Congreso realizaban una sesión conjunta para contar los votos del Colegio Electoral sobre las elecciones del 5 de noviembre en las que resultó ganador el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden.
Como nunca, revive en los rostros y en el seguir remando hacia un horizonte de mayor bienestar social, aquel refrán de «a mal tiempo, buena cara», que ahuyenta la desesperanza de ese año tiñoso recién concluido.
AUNQUE es un proceso ineludible y necesario para la economía cubana, ya el ordenamiento monetario revela una de sus complejidades, recién iniciado con su consiguiente reforma de precios. Y requerirá un monitoreo sistemático para reconsiderar y atenuar sus impactos en la población.
Mi amigo Floro, eterno amante de la investigación y la comunicación social, ha hecho una encuesta para saber cómo proyectan su vida algunos cubanos, luego de la experiencia del pasado año. Sin pensarlo dos veces, mi entrañable cofrade me ha enviado algunos comentarios que ya procesa para hacer un informe con las conclusiones. Por lo pronto, aquí los dejo con algunas de las acotaciones recibidas:
Parecía simbólico. El triunfo había llegado con el año nuevo. Esta vez los rebeldes habían entrado en Santiago y se produjo la invasión de Oriente a Occidente, conducida por Camilo y Che. Desde los lugares más remotos del mundo las miradas se volvieron hacia el pequeño Archipiélago, hasta entonces desconocido.
Cuba se despereza, aún con la resaca de 2020 y sus consiguientes calamidades. Se despierta hoy como siempre, dispuesta a asumir el 2021 botando viejos lastres y oxidadas herramientas; asumiendo nuevas formas de vivir no exentas de complejidades, pero irreversibles ya a estas alturas. Cuba lo sabe, y comienza ya a dar sus primeros pasos con ese genoma indescifrable que siempre la ha puesto a prueba en el misterio de resistir y salir adelante. Eso que ahora llaman resiliencia.